Tuesday, December 30, 2008

La vida en "slow"


- La serpiente mueve la cabeza hacia atrás. En menos de un chasquido, tirará a morder. El miedo es su primera gota de veneno.
- Se susurra la palabra equivocada. Pasan brevísimos instantes antes de escuchar la respuesta airada.
- La mujer baja su sostén y se diseca el instante en que, ya desabrochado, está a punto de caer. Rendición lenta que acelera el pulso. Terciopelo subterráneo.
- La portada del plátano de Velvet Underground. Andy Warhol y sus ideas que hacen imaginar mil perversiones por segundo.
- El beso entre amantes. La lengua, sin aviso, se entromete. Pasará poco para que todo se torne eléctrico.
- El gol en contra. Nadie quiere creerlo hasta ver que la red sí se mueve.
- Las camisetas mojadas. Cae el chorro de agua... y a esperar a que la humedad haga su parte.
- El pie en la alberca. La primera vez que uno se hunde, quiere tentar piso. Baja, baja y no encuentra. Ironía: se mete al agua buscando tierra.
- El acantilado. Antes del brinco, la adrenalina siempre se avienta primero.
- La quemadura súbita. Aunque uno no quiera, sabe que debe comenzar a arder. Y se predispone porque acepta, de antemano, el dolor. Sucede en el amor, ¿no?
- El orgasmo. La única eternidad torpe y viscosa que, en cuanto nace, ya está moribunda.

Monday, December 22, 2008

El jorobado


Todo empezó con una apuesta: "Este árbol no pasa cinco días más sin caerse".

Palabras más, palabras menos, eso le dije a mi amigo Alfredo hace 20 años, mientras él abogaba por la fiereza del tronco agachado con la seguridad de alguien que me aventajaba con 7 años de estudios. Tomamos las bicicletas y cada quien volvió a su casa.

Alfredo nunca me cobró la apuesta (algo tan costoso como un frutsi) porque semanas después, mientras emulaba a un malabarista, resbaló del cofre del auto de su primo y cayó sin evitar que su cabeza rebotara en la banqueta de la calle San Gabriel. Murió esa noche, poco antes de cumplir 17.

Han pasado dos décadas, y el parque del árbol jorobado se ha convertido en "mi lugar". Dentro de un mundo en el que a muchos les fascina narrar sus predilecciones, yo me regodeo en ocultar esta guarida, y regreso a menudo para llevar a ella mi silencio como lo hacen los pájaros que transportan discretos una brizna de paja en el pico. Una especie de escondite que obliga a recordar que nada es tan dañino como secar las imágenes de la infancia. Ahí se languidece. Ahí comienza la vejez.

Cierto que todo ha cambiado. La fábrica cuya pared trasera corta el perímetro del parque suma un lustro en abandono, tiene vidrios rotos, insectos zigzagueantes y está lista para debutar como leyenda y albergar sus primeros fantasmas de playeras rasgadas. Del otro lado, la fila de casas que dan al terreno dejaron de ser inmensas y ahora son meros cuadritos, aunque se empeñen en decirme de que miden lo mismo que en 1988. En la caseta del guardia, ya sellada, algún espectro debe estar cumpliendo una década de siesta, y el pasto, siempre verde, se ha vuelto una zona residencial de cocodrilos.

Pero el árbol jorobado... sigue en pie, y carga de significado los días perdidos, reforzando mi creencia de que el olvido es el homicida de la infancia... y el tiempo su autor intelectual. Aquí vivo de niño, aquí suelto las amarras y traigo mis raciones de preguntas sobre mis antiguos amigos Daniel, Armando, Gerardo, Emmanuel y Mayda. Lo único que detesto es que Alfredo se nos haya colado en la fila y haya pedido cripta mucho antes de lo conducente. Sería irónico decir que se pasó de vivo, al dejarme con una apuesta sin pagar, un frutsi sin destinatario y un amigo sin fase adulta.

Cada que regreso al parque, respondo a un siniestro estímulo que me inculca ganas de llorar. Sucedió hace dos semanas, pero para esta clase de fetiches de la mente, a veces hay que embotellar lágrimas, masticar hielos y refrescar el presente… justo antes de que el pasado comience a incendiarnos.

Friday, November 28, 2008

El bolchevique


Hace 20 años y 1 día murió mi abuelo Ramón. Yo tenía 10 años y mi hermana Lawrence, quien padeció el amargo derecho de enterarse primero por tener 12, se encargó de distraerme jugando conmigo en el pequeño patio de la casa de San Gabriel.

Como es evidente, los nietos no estuvimos en la habitación en la que mi abuelo congeló la mirada con un semblante que no estaba encendido como en la alborada de su vida. Y durante dos décadas no hemos hecho más de cinco preguntas acerca de aquella transición familiar en la que la batuta pasó a manos de mi abuela Carmela. Los hijos (mi padre, mi madre y mis tías) estuvieron ahí. Según dicen, mi tía Tere cerró las compuertas del dolor y los demás lloraron en nombre de ella, agradeciéndole su fuerza en momentos en los que es inusual que una palmera enfrente así a un huracán.

Cuando mi padre nos comunicó la peor noticia de su vida con ojos rojos, nariz taponeada y lentes empañados, creo no haber reaccionado como debía. Guardé silencio, no lloré, miré las paredes de la casa y entendí todo en los domingos subsecuentes, cuando palpé que ya no asistía con mi abuelo y mi primo Fer al Sanborn's de los azulejos, donde las vastas meseras le servían café y lo saludaban con un gentil "Buenos días, Don Ramón".

Ya lo dije alguna vez: impecable tipo. Peinado hacia atrás, manos y seguridad en los bolsillos, sonriente al mundo y galante a las mujeres; con la mirada coqueta escondida tras los anteojos negros y el piropo atrevido, medido y exacto, como si las alabanzas las mandara hacer también con su sastre. Para las casadas, era de alto riesgo sostener una conversación con él por más de dos minutos sin que terminaran lamentando su estado civil. La cortesía, en altas cantidades, puede volverse afrodisíaco.

Era Carrillo, pero también Monter, misterioso apellido por el que un primer mito ubicó nuestro origen familiar en Cartagena y de golpe nos hizo cercanos a la idiosincrasia costera de Colombia. Y justo cuando creíamos que el coqueteo de la familia, en su versión masculina, provenía de este límite del Mar Caribe, mi tía Becky nos arrebató el sueño sudamericano y, sin mucha documentación, brindó en nombre del abuelo judío que nos hacía "paisanos".

Versiones y desmentidos, fuera lo que fuera, mi abuelo tenía para todos. Él era lo que queríamos que fuese. Yo pude tildarlo de bolchevique y lo habría aceptado a cambio de un abrazo. Su placer estribaba en alegrar a todos y su regocijo personal lo experimentaba a solas. Cuántas fiestas en la planta baja, cuánta satisfacción en el viejo de lentes, recostado junto a sus libros en el piso de arriba. Preparar festines y no probarlos fue su especialidad.

A las 5 de la tarde, estaban sus hijos reunidos, y porque en su vida la puntualidad fue como el cepillo de dientes, en su muerte también planeó todo con pulcritud y sin retardo. Si bien nadie lo hubiese entendido, para él vivir más habría implicado la primera micra de exceso.

A la mañana siguiente ya no despertó temprano, ya no jugó ajedrez ni puso en jaque a aquel grupo de eruditos y amigos con los que a menudo explicaba el mundo irregular.

A la mañana siguiente (hace justo 20 años) las meseras de los azulejos ya no sirvieron café en la mesa inmediata al muro de la entrada.

Wednesday, November 19, 2008

The One I Love


Mientras yo termino el show de R.E.M. afirmando que la banda ha regalado una noche apoteósica en su último concierto del Accelerate Tour, mi madre tiene otra forma de darle conclusión a la gélida velada musical: "Ya sé que el vocalista (Michael Stipe) es gay, pero está muy bien".

Ya que mis orejas no están autorizadas para escuchar tales afirmaciones de boca de mi santa madre (a quien yo le he colocado una aureola de por vida en la que ni siquiera concibo mi nacimiento por un acto de chacalería de mi padre), sólo podré decir que de las más de dos horas de concierto, ella invirtió algo así como 13 minutos en observar detenidamente a Stipe. Yo escuchaba y ella lo analizaba; yo cantaba y ella lo observaba; yo aplaudía y ella lo estudiaba de la calva al tobillo.

Noche helada y acelerada. Ha sido apenas el segundo concierto al que voy a solas con mi madre en la vida, y vale la pena la experiencia rara. Uno se emociona y grita al son de las más grandes de R.E.M. y al voltear a verla y buscar su complicidad, ella sólo me agarra del brazo tersamente y me susurra: "Ay mi vida, estás muy contento en TU concierto". No es exactamente el tipo de respuesta-torbellino que uno necesita en pleno estallido de emociones, pero a la vez, recoge el lado maternal que uno jamás desestima. Al contrario, me vuelvo feto un ratito.

"¡Mom, ésta es mi favorita!", le digo escupiendo adrenalina con el inicio de "Drive". Cual debe ser, yo espero que escuche con atención los próximos 4 minutos. Muy bien, ese tiempo ella lo usa para voltear a ver la grada y luego me recompensa con un: "Mi vida, ¿ya viste que hay como 30 butacas vacías en aquella esquina?". Después bosteza, ve si tiene mensajes en el cel, lo cierra, me sonríe y me da un beso en la mejilla. Sí, ha metido mi adrenalina a la secadora. El final de la canción me agarra pajareando y buscando mi exaltación debajo del asiento.

Pasa una hora. He recuperado mi energía y estoy en absoluta complicidad con un nerd del asiento inmediato que se ha arremangado la camisa y cree que baila mejor que Michael Stipe. Empieza "It's The End Of The World As We Know It", el auditorio saca chispas y yo tomo del brazo a mi madre para que se pare a cantar. Como pan de Dios que es, accede, pasan unos segundos y luego se acerca a mi oreja: "Mi vida, ¿por qué te tatuaste el antebrazo? Qué ganas de sufrir... ¿para qué hacen estas cosas?, ¿ya has pensado qué hacer si te arrepientes en un futuro?".

Antes de que pueda responder, ella ya le tiró de nuevo el ojo a Stipe: "De verdad, qué bien está el flaquito que canta, ¿eh?". "¡Mamá, ya te dije que es gay!". "Pues sí, pero... ¿y eso qué?, ni modo que me vaya a hacer caso, ¿verdad?". "Pues obvio no, pero además ya está bien traqueteado". "Ay, ¿y yo qué?... ni que tuviera 18 años. Al contrario, está como me lo recetó el doctor y es como de mi edad". "¡¡¡Mamá!!!!". "Oh bueno, sólo quiero uno como él y ya".

Me da un beso en la mejilla y con eso disuelve suavemente mi reclamo. Son casi las 12, es momento de partir. El concierto ha sido memorable y la mujer que me ha aguantado 9 meses, y 30 años más, se despide de mí. Me pide que me tape bien, me sube el cierre del chaleco como lo hacía en antaño y me dice que no vuelva a salir sin una buena chamarra. Al final, redondea todo con la mentira menos mentirosa de la historia: "Estuvo increíble, mi vida".

Tiernísimo cuasidesenlace. Y digo casi porque, 20 minutos después, en mi celular aparece 1 unread message: "Tqm Luigi, mucho, mucho....... y qué guapo estaba el flaquito".
SETLIST
Living Well Is The Best Revenge - I Took Your Name - What's The Frequency, Kenneth? - Fall On Me - Drive - Man-Sized Wreath - Ignoreland - Disturbance At The Heron House - Hollowman - Imitation Of Life - Electrolite - The Great Beyond - Everybody Hurts - The One I Love - Find The River - Let Me In - Bad Day - Horse To Water - Orange Crush - It's The End Of The World As We Know It (And I Feel Fine)

Supernatural Superserious - Losing My Religion - I Believe - Country Feedback - Life And How To Live It - Man On The Moon

Friday, November 7, 2008

Las 44 preguntas retóricas





- ¿Por qué 44 preguntas?
- ¿Todos tenemos nuestro "Rosebud"?
- Si los gatos tienen 7 vidas, ¿los puede superar un infiel crónico?
- ¿Hay fidelidad entre los infieles?
- ¿Qué hacemos más en la vida: respirar o parpadear?
- ¿Por qué el conductor de un auto le baja al radio cuando está buscando una dirección?
- ¿Existen sueños incumplidos que debiéramos festejar por no haberlos logrado?
- ¿Por qué el sexo es un tema tan contagioso?
- ¿Por qué a estas alturas la gente sigue contagiándose a través del sexo?
- ¿Con una mirada se puede contagiar sexo?
- ¿Por qué existen los zzzipi-zzzapozz?
- ¿Es más fácil recordar el peor día que el mejor día de nuestra vida?
- ¿Hay relaciones biodegradables?
- ¿Por qué la gente se agacha bajo una pertinaz lluvia?
- ¿Alguna vez se piensa en la edad exacta en la que uno morirá?
- ¿Tras los problemas naturales, deben seguir siendo 4 estaciones al año?
- ¿Qué tan difícil "debe" ser el amor?
- ¿Amamos a nuestros perros porque atesoramos su silencio?
- ¿Hay personas pirata?
- ¿Por qué El David lo tiene chiquito?
- ¿Podríamos llenar una cubeta con sueños húmedos?
- ¿Alguno habrá sido el esperma equivocado?
- ¿Si le contamos a una sola persona nuestra vida privada, ya es pública?
- ¿Cuál es el logo más distintivo entre las bandas de rock?
- ¿Por qué todos piensan en la lengua de The Rolling Stones?
- ¿Qué es más fácil exprimir... naranjas o gente?
- Si sabemos por dónde se expulsa el deseo, ¿en qué parte se aloja?
- ¿La noche es un día oscuro o el día es la parte más iluminada de una noche?
- ¿Existe el amor porno?
- ¿Por qué da hipo?
- ¿Por qué Queen siempre tocaba We Are The Champions después de We Will Rock You?
- ¿El mito de los negros será realmente el más grande de la mitología sexual?
- ¿Por qué las abuelas usan el término "catrín"?
- ¿Por qué hace más frío antes y después... que durante la nevada?
- Si todo en la vida es aprendizaje, ¿cuándo terminan los ensayos?
- ¿Por qué el apagón en un concierto es un punto catártico, si todavía no arranca el show?
- Además de este servidor, ¿cuántos boobívoros hay en el mundo?
- ¿Hay crueldad más cruel que la de un niño?
- ¿Así como en los toros, hay humanos "de lidia"?
- ¿En algún capítulo Matute, Tom o el Coyote lograron su cometido?
- ¿La adolescencia es un boceto?
- ¿Por qué si hay mujeres buenas y mujeres buenísimas, las segundas son menos buenas que las primeras?
- ¿Es ésta la última pregunta?
- Si es así, ¿por qué me sigo preguntando tantas cosas?

Tuesday, October 28, 2008

Suzie Marie Toller y Kelly Lanier Van Ryan


"Wild Things" llegó a las salas de cine en el verano de 1998, concebida por el vox populi como "la película donde se besan dos mujeres" .

Los hombres que nunca dejaremos de ser una variante carnosa de esperma, asistimos a la función con tintes esperanzadores respecto a la trama de la película. Íbamos decididos a ver 108 minutos con tal de paladear "esos 5 minutos". En la era paleozoica de la internet, donde competían servidores como Lycos, Yahoo! y Excite, alguien había adelantado en pantalla la información de una escena que incluía un beso francés entre Neve Campbell y Denise Richards.

Se dice que los besos entre dos mujeres manipulan las pláticas de 100 hombres. No lo dudo. En aquel entonces (mucho antes de que Madonna y Britney se robaran los premios MTV con el "kiko" más mediático de la historia) Neve y Denise protagonizaron el génesis del efecto lésbico en la pantalla grande, sin que esto formase parte de la entonces ya muy sofisticada industria porno. Si a esto se le suma el hecho de que a los 20 años de edad, el 99% de los empeños adolescentes masculinos son sexuales, pues.....

Como una porción del crecimiento de todo hombre está destinada al deterioro de su cabecita, llegamos al cine puntuales, pero sin saber cómo comportarnos al haber cometido un error capital: fuimos con las respectivas novias. Esto es como ir al Cine Teresa, acompañados por nuestras abuelitas, y pedir un chocolatito caliente en la "confitería" de la sala.

Todavía recuerdo la fingida tos a discreción de mi cuate Willy cuando "la escena" se aproximaba, como dándonos la señal. Todas las mujeres se dieron cuenta de ello y prepararon el cascabel para viborear lo no viboreable. Así pues... llegó el momento: la versión descapotable de Neve y Denise apareció en pantalla. Un silencio ruidoso se esparció por la sala y a todos se nos hizo un nudo en la próstata al ver algo de tal intensidad y sin cáscara. Mi entonces novia estrujó mi mano al no poder apretarme otra cosa. El resto de la película... nadie lo recuerda, pero hablando con la franqueza más pura, no conozco a un hombre que hace 10 años no quisiera ser Matt Dillon.

Sin exagerar, aquel momento de la historia, junto con el del súbito cambio de los viniles al CD, fueron los dos más drásticos para la generación a la que pertenecemos quienes rondamos los 30. Aquel beso fue, a fin de cuentas, el sabor de lo imposible. Lo demás fue "después de"...

Para muchos de mi generación, esta fantasía, tal y como la conocemos, se inventó en 1998. Hoy la conmemoramos:

Thursday, October 16, 2008

Una manzana (de preferencia roja)


Hace poco más de un mes le detectamos una nubecita azulosa en el ojo derecho a Joshua, mi golden retriever que ha sido mi mejor amigo desde que dormía en una caja de televisión y se orinaba feliz de la vida en mi regadera, hace casi 11 años.

El veterinario lo analizó, hizo pruebas de luz a las cuales reaccionó y luego lo sometió una cirugía en el que le fueron retiradas un par de bolitas. La convalecencia fue aparentemente buena, mi perro ha estado activo, pero esta semana volvió a brotar una ligera nube azul en su ojo. A mí, en tanto, se me volvió a nublar todo y me siento fuera de foco.

Nuestra ruta habitual inicia en la curva de Mantúa, tomamos Cannes, Josh se apodera del penúltimo árbol antes de dar vuelta en Carrara, avanzamos en línea recta, provoca al furioso perro negro que casi se degolla con la reja, continuamos, tomamos San Remo a la izquierda, cruzamos Siracusa y volvemos a Mantúa desde su otro extremo. Poco antes de llegar a casa, un boxer macho, tan sólo de ver que se aproxima mi gran amigo, comienza a morder y a tratar de romper la manguera de sus dueños. Antes, Joshua le respondía ladrando fuerte; ahora parece un viejo relajado y sabiondo al cual le tiene sin cuidado marcar territorios que nunca fueron suyos.

La llegada a casa de mi madre no cambia. Una última gotera en el árbol que nunca reclamó ser bañado en oro durante 10 segundos, y vamos adentro. Avanza tranquilo, toma agua y se queda mirándome desde el patio hasta saber que entro con bien. Podrá ya no ser joven, pero Joshua nunca ha perdido su vocación de vigía. Como no le basta mi agradecimiento por ello, una manzana (de preferencia roja) sella el equilibrio de nuestra amistad.

Porque soy un miedoso y porque sufro de cataratas pasadas que me remontan a la ocasión en que Josh fue atropellado y tuve pánico de perder a mi mejor amigo, hoy estoy más callado que nunca. Quizá estoy aprendiendo a ser como él cuando está en su casita: meticuloso, reflexivo y silencioso. Las matemáticas caninas no corresponden a las nuestras y por eso, aunque yo le llevo 19 años de vida, él tiene algo así como 47 años más que yo.

Si yo le pedí un sinfín de veces que no chillara, cómo le hago ahora para ser congruente y no berrear al verlo mal. En este mundo, hay dos expresiones que a mí en particular me resultan entrañables: el llanto dibujado de un mimo y el pesar de alguien por el sufrimiento de su mascota. Dolores silenciosos que poco se comprenden.

Este fin de semana, Josh y yo no tomaremos nuestra habitual ruta de paseo, ya que saldremos rumbo al veterinario para que le hagan un nuevo estudio en el que se intentará confirmar si su ojito es un simple foco fundido y o si es que se está apagando.

Lo más irónico es que mi amigo, siempre entusiasta, se trepará al coche con el mismo gusto de los paseos que terminan en una manzana (de preferencia roja), mientras que yo, más joven y más sano de los ojos, iré nublado y confundido... como perro sin dueño.

A Thousand Hours...

Thursday, October 9, 2008

Con todo y hueso


Hay momentos en la vida que se sienten como si el corazón estuviera en el lado derecho del pecho. Momentos que son simplemente... diferentes.

Tras llegar agotado hace unos minutos de un concierto de más de 2 horas, recordé la causa por la que James me fascinaba hace 10 años: es una banda diferente, toca diferente, la voz es diferente, sus rozones al oído son diferentes, su logo es diferente, sus letras son diferentes, sus reproches a lo cotidiano son diferentes, y las descargas eléctricas que el vocalista Tim Booth nos proyecta son, sin duda, un tipo de baile... diferente.

Y para este espectáculo diferente, no había de otra: debía vivirse en otro lugar, en otra ciudad y en otro ambiente. En Guadalajara, en un espacio de no más de 2 mil personas y en un foro íntimo que vibró a contrapelo de aquellos grandes estadios en los cuales somos tantos que al final no somos nadie.

A las 9:46 PM, en el intervalo entre la séptima y la octava pieza, le dije a mi amada norteña que presentía la llegada de uno de esos momentos diferentes. De pronto, inició "She's a Star", mi predilecta, el motivo a la medida para destruir a quien sabemos que nos desea o para ser destruido por quien no nos anhela. Sonó "Play Dead", luego "Out To Get You" y un poco después "Tomorrow". Quienes conocen bien al grupito de Manchester, saben que estas cuatro piezas son los bollos con los que James suele acompañar una deliciosa cena de lágrimas secas y sufrimiento sabroso. No se digiere nada y, sin embargo, uno siente que se tragó el pasado completo, con todo y hueso.

Nos preguntábamos Mara y yo qué era lo más especial de una noche como la de hace un rato. Si el lugar, el aire fresco, los besos interrumpidos por el abrupto comienzo de un tema añorado o los contoneos de anguila de Booth, un tipo calvo que al bailar parece estar siendo agujerado por un millar de fusiles.

Justo cuando buscábamos las palabras para explicar esta maraña de sensaciones, dio inicio "Top Of The World"... y la necesidad de decir algo más se esfumó. Estábamos sintiendo con el corazón del lado derecho, bebiendo cerveza y comiendo pasado, con todo y hueso.

Una velada distinta. Una noche que accidentalmente se pareció a todas las demás noches.... que han sido diferentes.

SETLIST
Lose Control - Dream Thrum - Oh My Heart - Waterfall - Seven - Ring The Bells - Bubbles - Hey Ma - She's A Star - Play Dead - I Wanna Go Home - Out To Get You - Upside - Say Something - Tomorrow - Sit Down - Sound

Just Like Fred Astaire - Sometimes - Laid

Top Of The World - Getting Away With It... - Born of Frustration

Thursday, October 2, 2008

La madre de todos los osos


Abro la siguiente conversación por messenger (MARTES 23):

Vaqueros 3-0 dice: Puto, q tengas un buen día.
El mártir dice: Lo siento, no soy Luis, soy su mamá. Luis me prestó su computadora
Vaqueros 3-0 dice: Lo sientoooooooo, señora.
El mártir dice: No hay cuidado mijo, asi pasa entre chavos, supongo. Al menos le deseas a mi hijo un buen día.
Vaqueros 3-0 dice: Jajaj. Con la grosería incluída, que pena... Es que asi nos llevamos su hijo y yo, pero en verdad lo siento, le pido una gran disculpa
El mártir dice: De verdad no te preocupes mijo, que tengas un bonito día
Vaqueros 3-0 dice: Y espero q usted también tenga un buen día, de verdad perdón. Saludos.

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Ahora expongo una segunda charla cibernética (MARTES 30):

David dice
: Inphidelius, qué pedo, qué putas cuentasssss???
El mártir dice: Hola, lo siento, soy la mamá de Luis porque me prestó su computadora.
David dice: Nooooooooo!!!!!!!!, señora, mil disculpas le pido y otras mil más le ofrezco...
El mártir dice: Sin cuidado mijo, a veces pasa y entiendo que así se llevan entre ustedes.
David dice: No, no, no, perdóneme por favor, va a pensar que soy un peladazo y un barrbaján, a veces le juro que no eh? jeje
El mártir dice: De verdad no te preocupes, yo le digo a mi hijo que lo mandas saludar, ja
David dice: N'ombre, eso ya pasa a segundo plano, tengo ganas de que se le olvide lo que dije. Le mando un saludo y voy a guardar el oso que hice a su cueva. Bye señora, que pase buena semana.
El mártir: Cuídate mijo, pasa lindo día.


Dos amigos, dos conversaciones, dos osos del tamaño de un T-Rex y un millar de disculpas para mi madre, quien por cierto, nunca de los nuncas se habría sentido ofendida porque, sencillamente, jamás leyó ni se enteró de las palabrotas que mi compadres Héctor y David me dedicaron en el chat.

Siempre fui yo.

Monday, September 29, 2008

La importancia de la nunca valorada segunda vez


Estoy convencido: en la mayoría de las ocasiones, la segunda vez es mucho más importante que la primera.

Recuerdo que el núcleo de mi teoría está en los días inmediatos al comienzo de los noviazgos. El día del inicio todo es bonito, pero en el segundo, especialmente tras despertar, viene el nerviosismo. Ahí se define si se da la confirmación de lo hecho el día anterior, o si existe arrepentimiento. Es el momento en que uno no sabe cuál será la reacción, pero si hay convencimiento, entonces sí, arranca el negocio. Es, en ese segundo día, cuando se premia la labor del ligue reciente o se justifica que todo fue un error por andar correteando al amor. Sé de una sinnúmero de relaciones cuya asoleada en el primer día termina transfomándose en una incómoda quemazón en el segundo.

Lo mismo sucede con el trabajo. El primer día es una especie de excusa, es la "adaptación del nuevo" y la consecuente comprensión de lo que puede no hacer bien. El segundo se empieza a trabajar realmente y es, auténticamente, el primero, tal cual sucedía en la escuela.

En cuanto a la facha y a las costumbres, la primera impresión es vital, pero la segunda es más auténtica. Ahí no se escogió la mejor ropa porque se tendría que repetir. Mientras que la primera es la última vez que fuimos quienes no somos, la segunda es la primera ocasión en que nos acercamos a lo que somos. Si en la primera no hay agujeros, en la segunda se vale comenzar a "deshilachar" el romance.

Ni qué decir de las hegemonías. La casualidad muere con la repetición y justo ahí nacen las tendencias. La primera vez representa la única (y última) oportunidad de equilibrio. A partir de una segunda, inicia la historia de vencedores y vencidos. Últimamente sigo mucho los combates de box, y me impresiona el número de peleas que se definen tras la segunda caída del compadre aporreado. Por alguna extraña razón, el réferi siempre cree que el primer misil con el que lo mandan al espacio exterior no es cierto, a pesar de que se pone de pie primero con los codos y luego con los pies. Inconcebible, pero uno "tiene que asegurarse" de que está comiendo muerte hasta que empieza a balbucear como esqueleto.

La amenaza clásica de las mamás de antaño es la famosa cuenta de 3. Porque "a la cuenta de 3", si el niño no reacciona, viene la tunda. Seamos francos: el 1 se lo pasan por el arco del triunfo porque reflejaría debilidad del chamaco desafiante, pero es justamente después del 2 cuando decide si se mantendrá gallito o si es momento de dejar de jugarle al babosito. Normalmente en el 3, ya todo está definido bajo las siguientes premisas: a) el nene obedeció, b) al nene le valió, c) la mamá es incapaz de tocar al nene.

Por eso, en un país tan desconfiado, la segunda suele ser la buena, no la primera. De lo contrario, no existitía el "¿de veras de veras? y el "¿de verdad es cierto?".

Y, finalmente, el cliché de la infidelidad es, por desgracia, un grano de sabiduría que redondea esta teoría: "La primera vez siempre será culpa de tu pareja, la segunda siempre será tu culpa". Ya sea en boca de María Sorté, en las novelas, o de Anthony Hopkins, en su infaltable rollo salomónico dentro de una película, la frase no se ve afectada en su nivel de certeza y contundencia.

Lo que más goza uno de la primera vez, es lo que más teme que desaparezca en la segunda.

Tuesday, September 23, 2008

Sufrir bien


Sufrir bien: tan simple y tan importante.

A veces se desea que todo salga perfecto, pero cuando llega el curvón del sufrimiento, la idea es que sea "lo menos doloroso posible". Ante esto, a media herida, medio remedio y, en consecuencia, doble el riesgo de caer en la próxima.

"Sufrir bien" es parte de "vivir bien". Pasar por lo que se debe pasar, padecer lo que se debe padecer... llorar por lo que nos deja secos, y luego.... sanar bien. No sirve embalsamar sufrimientos o hacer pantomima. No sirve sufrir a medias ni perdonar a medias. Una revelación no se hace en secreto, y un secreto no se cuenta ni en voz baja.

Conozco algunos que han sufrido bien y que no le han puesto tapa a su olla de presión (y de depresión). Hoy se han levantado bien, actúan bien, se conocen bien, lloran bien, entienden bien, ríen bien, sienten bien, previenen bien y, lo más importante, recuerdan bien para actuar o esquivar... bien.

No hay mal más malo que el mal a medias. No hay bien más bueno que el que estaba disfrazado de sufrimiento y se supera.

Hay que aprenderle a los volcanes. Ellos sufren y estallan bien.

Wednesday, September 17, 2008

¡Viva el paraguas!... ¡viva!


Imagine, amable lector, que en pleno jueguito de lotería de noche de 15 de septiembre se vocifera ante una mesa de distinguidos contendientes una descripción que parece "paraguas", apunta a "paraguas", huele a "paraguas" y sabe a "paraguas". Lo más lógico para uno es responder: "¡el paraguas!".

Con esa seguridad, mi padrino Vesselin y yo, quienes éramos equipo, gritamos "¡el paraguas!" y ya estábamos celebrando fundidos en un abrazo fraternal justo cuando la juez de hierro (una vecina costarricense llamada Mónica) nos dijo con su acen'tico' curioso: "Mmm, no, no es el paraguas; chupan tequila".

Ni me acuerdo cuál fue finalmente la respuesta correcta, pero más allá de eso, el castigo de tomar tequila por cada error cometido nos hizo pensar que éramos un par de costales de pendecostejez. Significó, para entonces, nuestro sexto tequila de la madrugada (sin contar los chupes que habíamos consumido antes del juego) así que ya con tal mezcla de alcoholes, Vesselin y yo hasta habíamos intercambiado peinados y éramos más fáciles que una quinceañera en manos de Enrique Rocha. Los últimos tragos de tequila estaban estacionados y aburriéndose en la laringe, esperando a que avanzara el líquido previamente tragado. Un congestionamiento muy mexicano. A esto se le conoce técnicamente como "ahogar el Grito".

Del otro lado de la mesa: el auténtico aburrimiento. Un conjunto de féminas que no perdían nunca (ajá, sí les creímos que no había chanchuyo). Les tocaba contestar y recitaban las respuestas como la tabla del 2. Así que regresaba el reto muy rápido a nosotros y continuaba el camino hacia una muerte etílica. Para fortuna de mi padrino y mía, se acabó el jueguito de Lotería y pasamos al Jenga.

Aquí se comprobó algo de forma contundente: más sabe jugar Jenga un hombre borracho y desvalijado que una mujer tranquila y con sus facultades en plenitud. Por cada derrumbe, chupaban los(as) del mismo sexo de quien la cajeteara. Resultado: ma-sa-cre. Con todo y que Vesselin y yo pusimos en riesgo al equipo mas-culino (en el que estaban Luisma, Mike, Loyo y un vecino) con nuestra triste y lamentable condición, el 4-1 fue algo más que revelador. Ni Mara, quien según esto era la creativísima y capitana del conjunto mujeril, pudo impedir el derrumbe de la torrecita y el de sus compañeritas (quienes se fueron a dormir bien flameadas, encabezadas por la abanderada Gabs y por otra amiga costarricense cuyo nombre recordamos menos que sus 3 mil parpadeos por segundo y las desesperadas muecas que hacía, como si se ahogara con un perejil de la traquea).

Y además, fue un triunfo con sabor a circo y a espectáculo, ya que NOSOTROS SÍ nos atrevimos a colocar piezas con la lengua, la boca, la gorra, la chilena, el taquito, la rabona, la nalgona, la bubona, etc., mientras las damiselas usaban (de manera estéril) sus dos manitas y sus gritos estilizados tipo Guadalupe Loaeza (ayyyynooooo perdiiiimos).

Tras semejante paliza, el nuevo ranking de la Federación Internacional de Inteligencia Natural dice: 1) Hombre 2) Delfín 3) Mujer 4) Chimpancé (quien viene apretando fuerte y ya amenaza a la mujer) 5) Oso polar (macho) 6) Mujer al volante.

Si quieren revancha, primero... a eliminarse con Flipper.

Thursday, September 4, 2008

Los crímenes secos


¿Qué sentencia merecerías por los crímenes emocionales que has cometido a lo largo de tu vida?

Hoy se castiga por matar o mutilar cuerpos, pero esta pregunta que brotó de una muy interesante charla me licuó por dentro al hablar de la mutilación y la laceración sentimental, donde el sangrado no se ve, tampoco las mordidas al alma, mucho menos las cicatrices amorosas ni las golpizas amistosas.

Hoy se lamenta la muerte externa, pero no se levantan funerales por el polvo interno ni tampoco se dibuja con gis la silueta del muerto en vida. Y en otras ocasiones, hay seres que sacan la mano del fango, cuando todos creían que estaban bien sepultados.

Yo pensé en mi caso. Ya los demás pensarán en el suyo.

Wednesday, September 3, 2008

Sarah


Miro a Sarah Palin y no puedo evitar pensar en algún escándalo sexo-político.

Para mí, cumple con "ese" patrón: guapetona de lentes, sonrisa interesante, falda cachubi, mediano escote, cabello cuidado, veteranía agraciada, buen cuerpo. Una maniobra per ser. Con seguridad puedo decir que John McCain ha sobrevolado esa superficie para realizar la inspección correspondiente y aprobar la fórmula de aspiración presidencial.

Si bien no parece una mujer de bajo perfil, intuyo que puede agradarle condimentar un "run-run" en la oficina oval con dos que tres raciones de chipotle y una berenjena de postre. Seguro mastica hormonas y no escupe. Pero eso sí: sale peinada siempre. A cuadro nada debe fallar... y menos ahora.

Es sólo una impresión, pero hasta su apellido va con mi teoría, y con ninguna frase puedo enmarcar más esto que con "I have a better idea, Mr. President". La puedo escuchar.

Por eso creo que es... un escándalo seguro, aunque pueda, todavía, no haber sucedido.

Thursday, August 28, 2008

Elise y la noche


Dentro de mi biblioteca musical, la cual he depurado y dejado en poco menos de 2500 canciones, esta mañana quedé envuelto en dos temas que siempre he gozado como pocos: "But Not Tonight" y "A Letter To Elise".

Y se parecen en algo, aunque no sé en qué. Es como si tuvieran las mismas facciones que no sé describir. Sólo sé que tienen el poder de hacer sonreír en un momento bajo o de poner en jaque el llanto en ciertos instantes. Por ello, ambas canciones lo tienen todo, y del resto yo me encargo. Las letras son excesivamente recomendables e, incluso, descubrí un cover digno de aplauso en el caso de "But Not...", interpretado por el siempre loco Scott Weiland.

Hoy, más que escribir algo, la invitación es a husmear, escuchar e imaginar.

Monday, August 4, 2008

La resbaladilla de Lucifer


Pocas veces lo he dicho, pero soy acrofóbico. Supongo que por ello, Dios se apiadó de mí y me configuró de tal forma que todo yo cupiera en 1 metro con 71 centímetros de altura. Un poco más y hubiera pasado toda mi vida tapándome los ojos, sin mirar el suelo y sin poder amarrarme las agujetas.

Aclarada mi mayor fobia, ayer fui a Six Flags con Mara, Miguel y Mely, una buena amiga que hace años no veía. A las 10:15 AM estábamos los cuatro fraternizando en la puerta del parque de diversiones y yo tenía una convicción fija: no subir al "Superman", una especie de "montaña rusa" (lenguaje de los papás) de 67 metros de altura y 1700 metros de longitud que, para quienes no tienen intestinos, representa el máximo de los orgasmos, pero que, en mi caso, no es menos que un instrumento de pena capital que la inquisición no consideró porque entonces cualquier caída libre era sobre un palo encebado y no sobre un carrito que te fuese diciendo al oído: "yo vomito, tú vomitas, el que está a un lado de ti vomita, nosotros vomitamos y los acrofóbicos vomitan más que la suma de todos los que vomitan...".

Mientras yo analizaba esta restricción personal, Mara y Mely ya habían aplicado el madruguete y de pronto estábamos en la fila del "Superman". Empecé a balbucear horrorizado y, para colmo, Miguel (el segundo más sacate del grupo) renunció a su condición de marica y, muy acá, dio su anuencia para treparnos a este carrito que, según me informaron, te lleva al cielo haciendo escala en el infierno.

La fila avanzó rapidísimo, intenté armarme de valor con los pequeñuelos que estaban formados (ya los hacen con átomos más resistentes), y cuando estábamos por subir, al muy fregoncito de Miguel se le ocurrió decir: "Ahora sí ya me dieron nervios". ¡Ya para qué, reverendísimo mayate, ya estamos más fritos que unas adobadas y más empinados que la pendiente que vamos a trepar!... Y que empieza el tour de Lucifer.

Para quienes no lo sepan, este palo encebado del Siglo XXI inicia con una subida que da tiempo suficiente de ver el paisaje de la ciudad. Yo, más que mirar el Popo y el Izta, entré en trance cuando vi que el "Escorpión" (el juego más intenso de mi niñez) era un vil alacrancito de la mitad de estatura de esta cosa. De pronto, que se pone horizontal el carrito, que el tiempo se detiene, que veo el Valle de la Cantimplora, que encuentro a mi ángel de la guarda echándose unos nachos y hablando por cel, que miro a una paloma a punto de cagarse a alguien y que escucho a Miguel diciendo "¡No pienso ver nada!". Y con ese ánimo burbujeante en mi intestino grueso, que comienza el desplome (el desplume para quienes somos gallinas).

Pinté en mi cara la única imagen que dignifica y hace emblemática la guácara (inflar los cachetes). El gel resistió, casi le arranco el brazo a Mara y luego ya no supe nada sino hasta que abrí los ojos. Mely llevaba las manos arriba, Mara gritaba con pulmones de acero y Miguel...... parecía un integrante del Opus Dei en severa penitencia: encorvado y sin poder humano que lo hiciera levantar el coco. En ese instante me fue arrebatado el liderato del mariqueta más ilustre de Six Flags.

Pero lo peor suele llegar cuando uno se confía y cree que todo ha terminado. Como nadie me avisó que este jueguito tiene alma de negro y presume 1700 metros de longitud, al momento de entrar en una nueva horizontal anuncié la buena nueva que de buena no tenía nada: "¡Puff, ya acabó, ya acabóaaaaaayyyhhhhjjjjjjjjnoooomaaammeeeeeennn!!!!!!!!!!" (el aliento del diablo, el hongo nuclear y la cara de cereal inflado de la que hablaba Paco Stanley). Todos mis vellitos de la nariz fueron podados en tiempo récord.

Desperté con un molar donde va un incisivo y con un incisivo miedo de que mi cara hubiese quedado como en la versión treintona de Lyn May. Por fortuna no pasó de que mis pestañas quedaran enchinadas y de que mis pupilas se dilataran... pero en regresar a su lugar.

Sobreviví al "Superman", hoy soy un acrofóbico en rehabilitación y, sí, tal vez lo volveré a hacer porque cuando uno pone pie en tierra siente una paz tibetana. Al cabo Miguel, de un modo elegantísimamente mayate, dijo: "Yo sí me subo de nuevo, y ahora sí, con los ojos abiertos".

Yo igual. Me aviento otra vez el palo encebado y, ahora sí, con la mente abierta, la nariz rasurada y las piernitas cerradas.

Thursday, July 31, 2008

Cine mudo


Las discusiones nunca fueron mi fuerte, pero anoche hubo una intensa y de garganta. La longitud no se compara con la profundidad de la misma. Fue ríspida y dolorosa, especialmente para dos tipos que necesitan escucharse con menos volumen y mayor fidelidad.

Después... entrar en la computadora, escuchar música sin escucharla y seguir en línea un partido de mi equipo predilecto de beisbol que se extendió a 13 entradas, concretaron una terapia tan absurda... que resultó relajante. Increíble cómo puede uno quedársele viendo a algo durante horas y no captar una sola imagen. El pasado, lejano o inmediato, tapa la vista. Todo un estadio vibrando con un juegazo y yo como si fuera parte del cine mudo. Si existe el subconsciente, seguro que anoche lo alimenté para cuatro años. Probablemente en 2012 recuerde lo que vi.

Hay veces en que en el lodo mental se halla de pronto el brazo de una vivencia, el cadáver de un beso o los intestinos de un instante que dejó de ser importante porque nadie lo recuerda, porque el tiempo le echó tierra y porque la edad se encargó del resto.

14-12 terminó el partido, ganó mi equipo, pero siento que yo ni el empate conseguí.

Monday, July 28, 2008

Un Stonehenge de 135 centímetros


La historia me la contó mi doctora el sábado pasado y desde entonces he tenido jugueteando sus palabras en la mente. Hasta hoy.

La protagonista está contenida en un cuerpo pequeño y encorvado, de aproximadamente un metro y 35 centímetros de altura. De una anciana que siempre carga una libreta, se come las uñas y se queda mirando sus dedos de arriba a abajo para demostrar que en este mundo hay mucha calma y poca prisa.

Al menos dos veces por mes, ella llega al hospital y, sin hablar con nadie, se sienta en una de las sillas en las que se come angustia, se bebe incertidumbre y, a veces, se ofrece desesperación. Es la hilera de los asientos azules donde el ánimo suele ser gris. La fila de las sillas rígidas por cuya curvatura a la altura del coxis nadie reclama. Todo objeto de incomodidad se olvida con una buena noticia que se trague la espera y devuelva la vida.

Éste es uno de los poquísimos sitios en el mundo en donde hay más asientos ocupados por el hombre que le teme a la muerte que por aquel que nunca antes pensó en ella. Aquí la parca tiene precio y cuesta menos que las gomas de azúcar que se añejan en la máquina de golosinas.

Los que aguardan en esta sala pasan el tiempo con la cabeza agachada y sin quitar la vista del suelo porque alguien, en algún momento, les dijo que la muerte está muy por encima de todos. Pero la anciana, con todo y los tiesos árboles de invierno que tiene por brazos, suele mostrar un ánimo más primaveral.

El accidente que sufrió su hijo hace mucho tiempo, y el coma consecuente, han sido la excusa perfecta para pensar que 7 años de sufrimiento no son nada en comparación con 17 de alegría previa.

Su único síntoma de inquietud se ubica entre manos y dientes. Se come tanto las uñas que parece el comienzo de una historia de canibalismo. Por lo demás, ella es una roca, un Stonehenge de 135 centímetros que ha prometido cerrar los ojos hasta que su hijo abra los suyos.

Llega a suceder que los excesos de esperanza conducen a opacar la realidad, y a veces, no por que la luna ilumine demasiado la noche, llega a ser día. De hecho, han pasado 4 años desde que la anciana, en esa misma sala de sillas azules, cabezas agachadas y gomitas de azúcar, recibió la última de las noticias posibles en un hospital.

Aquella tarde en que le avisaron que su hijo acababa de morir fue la última en que ella habló en dicho lugar. Su respuesta se redujo a una mera queja de que las sillas incómodas de la sala de espera podían dañar su coxis.

Del corazón (o de sus pedazos)... no dijo nada.

Wednesday, July 16, 2008

Teotihuacán y Goldfrapp


Hay tres cosas que, en teoría, no deben realizarse entre semana: desvelarse, tener una charla con un amigo sin incluir el tema del sexo opuesto, y tomar café de modo excesivo (especialmente con cuatro horas de sueño por delante).

Anoche... mi hermano Roque y yo rompimos las tres reglas, sentados en el San Remo con la corbata a medio morir. Los tópicos que se estiraron hasta la madrugada fueron desde las conquistas de Alejandro Magno y las neuronas de Tales de Mileto hasta las razones de la decadencia de Guns N' Roses y el sonido sofisticado de Goldfrapp. No se habló de féminas.

Sin saber la hora, los dos meseros que quedaban en el pequeño establecimiento, ya vestidos con ropa de calle, dijeron que nos dejaban en nuestra casa. Eso debió suceder cerca de la media noche, cuando discutíamos sobre la misteriosa extinción de los teotihuacanos y la estructura de la Sainte Chapelle.

Y también sin saber la hora, ya cuando el paladar lo exigió, nos pusimos de pie y de manera arbitraria pasamos la barra de servicio y nos servimos cuatro porciones de frappuccino, jalando sin pena la máquina de café.

Por supuesto, cuando por fin partimos, le dejamos dinero en la barra al velador fantasma. Ocho años yendo al mismo lugar para no hablar de féminas y sí de historia y sí de música, merece mantener lo pésimamente llamado "buenas maneras".

En fin, ninguna plática tan provechosa y exquisita como la que carece de tiempo, de hilo y, sobre todo, de conclusiones.

Hay fuentes a las que les sobra agua y les falta mármol.

Friday, June 20, 2008

Una vida que duró 150 días


Mi penúltima vida se dio hace 11 años y, aunque podría decirse que la existencia es una y sólo una, hablo en pasado porque data de la última vez en que estuve solo. Por ende otro tiempo, por ende otra vida, por ende otro yo.

Para ubicarla, habría que frenar en los primeros meses de 1997. Alrededor de 150 días en los que hiberné y estuve ajeno a los pabellones del amor, sin mayor interés en encuentros de pasión épica. Un agujero de tiempo a través de cual contemplé "el amor antes" y "el amor después", sin sentir estragos, sin requerir sus presencias ni padecer sus ausencias. Tiempo que me brindó el tablón a la mitad del río, desde donde se ve lo que sucedió y lo que en breve habrá que cruzar. La época en la cual no dolían las mujeres pasadas, no dañaban las imposibles, no excitaban las humeantes, no existían las incomparables ni urgían las probables.

Una vida anterior en la que, mientras mandaba los latidos a la tintorería, la soledad no implicaba desolación. Mis conversaciones no necesitaban de una oreja y mis acciones no debían corresponder al tamaño de las pestañas frente a mí. Mi éxito diurno no era proporcional a la elasticidad de un beso ni mi felicidad nocturna dependía de la amplitud de mi encanto. Un buen día era mío, uno malo también. El tiempo en que entendí que más hombres se han ahogado en vasos de agua que en ríos revueltos. Así que decidí dormir en el desierto.

A solas, mi alegría se horneaba rápido y sin demasiado condimento. Eran sonrisas sin más motivo que la risa misma, aquellas que no necesitan conservadores. Supe que las sonrisas que uno decide pasar por el colador son las que menos se disfrutan y supe también que las sonrisas que uno elige no son sonrisas, sino dientes en pose.

Durante aquellos 150 días del '97, compartí cuarto conmigo y pocas veces nos enfadamos. Discutimos alguna vez, pero siempre me respondí lo correcto, lo sensato, y me dejé tranquilo y callado. No cargué con la disyuntiva entre cambiar de amo o dejar de ser perro. Simplemente dejé de considerar, y fui.

Provenía de una relación que era tan constantemente inconstante que preferí escapar de este noviazgo "decimal". Dejé de sumar, de restar, y me recosté en la panza del cero. Y desde ahí, contemplé lo positivo y lo negativo. Y al final, todo fue matemático, porque me dio "igual".

Fui mi pareja y creo haberme sido fiel. Mi modo de abrazar estuvo, por única ocasión, exento al movimiento de brazos, y los besos jamás se excedieron buscando sexo. Fueron posibles los besos en seco, los besos sin dolor de quijada. Y fueron suficientes.

150 días en los que no pequé en la cama ni recé para que alguien llegara a bendecir mis sábanas. Las noches no se interrumpían con arrumacos flamables, y el insomnio sanaba con un vaso de agua. Otro tipo de compañía no hacía falta, otra clase de humedad... sobraba.

El final de aquella vida se dio en una tarde de junio, con olor a café y sentado frente a una buena amiga, quien luego de decirle al mesero que no quería más capuchino, confesó que tampoco deseaba más amistad conmigo. Y así, en los vaivenes en los que uno deja de ser y empieza a considerar, abandoné mi letargo y abrí la puerta, sin saber si quedaba encerrado por fuera... o por dentro.

Desde entonces, desde hace 11 años, hay presencias y ausencias, hay un lado de la cama, hay besos elásticos e instantes pirotécnicos. Desde entonces, por más negativo o positivo que sea, nada termina dando "igual".

Monday, June 9, 2008

Crack


7:50 AM es la hora en la cual entro a diario al vestidor y pongo mi laptop a sonar con un aleatorio de 2,300 canciones alojadas en mi carpeta musical. Iniciado el sonidero celestial, me meto a bañar y de ahí hasta que termino de hacerme el nudo de la corbata, rindo culto a "mi música".

El viernes, con ese ajetreo propio de un despertar tardío y de un consecuente regaderazo entre resbalones, apenas tuve tiempo de terminar el ritual del arreglo. Salí volando de casa y dejé mi laptop con la tapa abierta en el baño, mientras el vapor de la ducha se escapaba por la ventana del mismo.

Pasaron las horas y en ningún momento de la tarde, que por cierto fue azotada por un diluvio cuasi bíblico, reparé en causas y efectos. Llamé a casa para avisar a mi amada Mara de mi estancón vial y, una hora después, llegué finalmente a mi destino. Dejé las llaves del carro, subí las escaleras, caminé hacia el cuarto principal y, antes de quitarme la corbata, ahí estaba la imagen que hizo crack: en un primer plano Mara, con las palabras atoradas, y en un segundo, mi laptop puesta de cabeza, con la batería afuera y una toalla recibiendo las gotitas que cada tecla escupía. Parecía que en el monitor estaba la página del Weather Channel anunciando la peor de las tormentas, sólo que con la imagen en negro y una gotita haciendo zigzagueo de norte a sur.

Según la crónica de mi mujer, al momento de entrar al baño, se percató de la desgracia, le cerró la ventana al monstruo de agua y llevó a la niña ahogada al vestidor. La recostó y la hizo sacar un chorrito que después se hizo cascada y al final catarata.

Mi reacción fue guardar ese silencio donde sólo el grillo suena. Saqué mi cartera, la coloqué sobre el buró y empecé a rascarla mientras en mi hipotálamo se manifestaba la versión maxi del calientamiento global. Tal vez esas caricias eran reflejo de un instante semiótico que refiere a "la anticipación del gasto". Uno ve y ve y vuelve a ver el objeto del cual, en breve, se separará.

Flashback tipo ESPN:
Madrugada de mi cumpleaños 30: Abril 19 de 2008. Salgo del baño y veo a mi perrita Camila recostada y masticando a sus anchas. Pienso que se trata de su carnaza, pero junto a su colita observo precisamente una carnaza intacta y feliz. Regreso la mirada a su hocico y de pronto cae de sus fauces una tecla donde está pintado un telefonito verde. Sí, mi Blackberry. Otro crack y de nuevo el silencio donde sólo el grillo suena.


Hoy a las 7:50 me di la ducha más silenciosa en años. Salí y vi mi computadora dormida, de ladito, en el vestidor. Creo que permanece en coma y será hasta este miércoles o jueves cuando intente prenderla por primera vez para saber si ha muerto. Mientras eso sucede, el monstruo de agua nos azota sin piedad en estos momentos, y yo sólo me pregunto si en el futuro la memoria servirá: la mía y la de mi lap.

En fin, 2,300 probables muertes. Y mientras tanto... el grillo.

Wednesday, June 4, 2008

30... y St Jarna


Ha sido complicado elegir solamente 30 de las miles que han sonado. Es como separar unas cuantas hojas en un libro o como escoger los mejores besos en la vida.

Son las canciones incendiarias y refrigerantes a la vez. Tienen la virtud de la sonrisa y del padecimiento, porque nunca han podido pertenecer al mundo intermedio.

Son atómicas.


1 Stripped -- Depeche Mode
2 Wish You Were Here -- Pink Floyd
3 Disintegration -- The Cure
4 Estranged -- Guns N' Roses
5 Let Down -- Radiohead
6 Sonnet -- The Verve
7 But Not Tonight -- Depeche Mode
8 Comfortably Numb -- Pink Floyd
9 Shine On You Crazy Diamond -- Pink Floyd
10 747 -- Kent
11 A Forest -- The Cure
12 Daphne Descends -- Smashing Pumpkins
13 The Corridor -- La Ley
14 Hysteria -- Def Leppard
15 Believe -- Lenny Kravitz
16 Heaven -- Bryan Adams
17 F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E. -- Pulp
18 Turn My Head -- Live
19 When The Children Cry -- White Lion
20 The Last Song -- Elton John
21 Electro Shock Faders -- Hooverphonic
22 Drive -- R.E.M.
23 Behind The Wheel -- Depeche Mode
24 Antenna -- The Church
25 Famous Blue Raincoat -- Leonard Cohen
26 One Headlight -- The Wallflowers
27 Ocean Of Noise -- The Arcade Fire
28 Obstacle 1 -- Interpol
29 21 -- The Cranberries
30 One Country -- Midnight Oil

Bonus track: St Jarna -- Depeche Mode

Wednesday, May 28, 2008

La noche plácida


Cuando uno escucha el sonido terso de un oboe fugado del resto del pelotón instrumental, las palabras se hacen burdas. Quise evitar las lágrimas, pero mirando alrededor y captando el suspiro colectivo, a mis ojos les dio epilepsia.

Ennio nos obsequió anoche un buen bocado de estrellas, una merienda genuina. Vi muchos besos en las sienes, algunas narices congestionadas, gente con la mirada perdida hacia el techo del auditorio y manos tomadas con más fuerza que costumbre. Con acordes así, se repavimenta el pasado y el presente se hace menos tóxico. Las notas eran azúcar y nosotros una fila de 10,000 hormigas.

No hay duda. Es más plácido dormir luego de un par de horas de escuchar a este italiano de espalda recta, mirada agradecida y piernas cortas.

Monday, May 19, 2008

Roger y David


Conectado a la red en una sala de espera del Aeropuerto de Barajas, en junio del año pasado, encontré un video cuyas imágenes no han cesado de provocarme una desesperante variante de silencio. Dura muy poco, una nimiedad para mí en esa mañana de 2007; una eternidad para dos individuos en aquella tarde de 1973.

Aclaración pertinente: Roger Williamson y David Purley nunca fueron amigos, pero seguro se despidieron como hermanos entrañables... después de dos minutos.

http://www.youtube.com/watch?v=3mz3ZzSXyWM

Thursday, May 15, 2008

Las charlas gordas a las que se les salía el ombligo por no creer en las dietas del amor


Si bien el tema de las mujeres siempre me ha fascinado, la mayor concentración de reflexiones y charlas sobre el sexo opuesto las tuve entre 1993 y 1999 al interior de un pequeño cuarto que mi abuela Carmela gozaba en su antigua casa.

A lo largo de esos seis años, por sus oídos desfilaron las historias de cinco noviazgos míos y por su mente volaron incontables imágenes de aquellas "niñas mías" que le merecieron una opinión específica. Ninguna cosechaba un concepto similar o un disparate. Mi abuela archivaba a todas y, cuando parecía inevitable compararlas, prefería dejarme en evidencia diciendo que era yo el que repetía un patrón de consumo sentimental.

Todo se asemejaba a una pasarela de alto nivel. Por más dudosa que fuese la procedencia de las susodichas, ella trataba cada caso como el sastre al tomar aguja. Todas merecían estudio, todas eran desmembradas y reconstruidas con el respeto que suscitan los instantes "de excepción" en la vida. No importaba que mi relato incluyera a una mujer de carne y hueso o a una ilusión de ciencia ficción. Si el modo de hablar de Carmelita pudiera traducirse en escritura, ninguna letra se apretaría con otra.

Dos formas de comunicar coexistían en esa habitación, al amparo de los cuadros de los nietos que ella tenía como tesoro mudo. Yo abanderaba la era del manoteo al hablar y ella rendía culto a la época del buen escucha. Por ello, nuestra posición siempre fue la misma. Yo, sentado en el sillón grande moviendo tanto la boca como las manos, mientras ella, inmóvil, me miraba con serenidad desde su mecedora, con la punta de sus pantuflas rozando la alfombra y escuchando mis relatos sin interrumpir. A diferencia de la mayoría, mi abuela no anticipaba respuestas en su mente ni se apresuraba a refutar. Sólo contestaba tras recibir la totalidad de mis palabras y, entonces sí, ya cubiertos por silencio, me regalaba sabiduría con frases cortas de largo alcance.

Eran charlas gordas, tan gordas que se les salía el ombligo. Y cuando quedaba clara la estrategia de "cacería", me marchaba a casa, normalmente a deshoras. Aquellas pláticas servían de prótesis cuando alguna ausencia se hacía presente y atormentaba mi cabeza.

En resumen, había dos clases de mujeres: las que me añoraban y a las que yo me les postraba. Y aquellas "niñas mías" eran, según mi abuela, exactamente lo mismo. Así que todo se reducía a mí, a saber maniobrar en el tiempo indicado, en la forma precisa, en el tono adecuado. Los resultados dependían del balance de estas tres premisas y sus variaciones, por ínfimas que fuesen, catapultaban diversas consecuencias. El soplido que yo soltara de un lado del oceano podía desatar un huracán en la otra orilla. Así era mi vida entre amores, desamores y meras alucinaciones.

Cuando por fin estabilicé un noviazgo de años, la fuente de aquellas conversaciones con Carmela se fue secando hasta quedar en un lento goteo. Luego quebró esa relación y seguí mi camino con el sexo opuesto, dando tumbos, hasta casarme, ya sin muchas indicaciones de la damisela de la mecedora, quien hace poco cumplió años.

En su festejo número 85, mientras los nietos que oyeron nuestras pláticas colgados en los cuadros de aquella habitación cuidaban a los bisnietos, mi abuela se acercó y me confesó su cansancio. Yo le dije que descansara, pero no mucho, porque es indispensable para todos y, especialmente, para quienes un soplido de sabiduría suyo nos desató un huracán de enseñanzas gordas que nos han hecho enseñar el ombligo... en más de un acostón con el amor.

Sunday, May 4, 2008

La roca que lloraba


Si el viejo diario no miente, fue la mañana del 16 de junio de 2000. Dejamos Zurich caminando y nos internamos en Lucerna.

Lo encontramos acostado. Nadie habló. Omitimos los sonidos y nos dedicamos a mirar. Un pequeño estanque, olor a tierra mojada y, detrás, esas patas gordas recostadas y esas costillas con una flecha clavada.

Única vez en la vida en que vi a una roca llorar. Y con aquella imagen del león en agonía, siempre ha habido un buen motivo para recapitular.

En aquel instante, en aquel estanque, vi mi vida cambiar.

Thursday, April 24, 2008

Mandilito Pussy


Dicen que uno le canta a la suerte cuando anciano o en la tumba, pero yo me acabo de dar cuenta de que nada funciona sin actitud.

El lunes fui al "Péndulo" de la Condesa. Ver películas, comer rico y echar café representa una delicia en un día caluroso. Invertí una hora ahí, y con panza llena abordé mi auto para volver al trabajo. Siempre pongo 105.7 FM (Reactor) y, en esta ocasión, Rulo, uno de los pesados de la estación, hablaba con "El Jergas", individuo que más que gordo es terrateniente, y quien suele rondar la ciudad y detenerse en una calle cualquiera para repatir premios al primero que llegue.

Me quedé oyendo la promoción: "Hoy estamos en San Jerónimo, en la esquina de Luis Cabrera y Presa. Quien llegue y me diga 'Jergas, eres más feo que Rulo', se llevará un muy buen premio", retó "El Jergas". Sólo para dar el dato, ese lugar está exactamente 90 metros al sur de mi hogar, así que al encontrarme yo en la Condesa, llamé a Mara, quien estaba en casa.

Me contestó la flojera, ésta me comunicó con el bostezo y luego me pasaron a Mara. Le expliqué todo y le aclaré que, si bien jamás he sido fan de los concursos de la radio patrocinados por "El Bombón Asesino", no perdíamos nada. Una casualidad puede llevar a algo más, pensaba yo. Sin embargo, Mara me volvió a comunicar con el bostezo, éste le pasó el auricular a la lagaña y al final la pereza me mandó besitos, antes de colgar. Le cambié de estación y acabé el día sin contratiempos.

Hoy me levanté y me fui temprano a una sesión de consejo en el trabajo. En el camino, prendí el radio. Misma estación que el lunes, distinto locutor. Hablaba "Sopitas", un zipizapo (saludos, Roque) que empezó a hablar de los premios de esta semana en la cual "El Jergas" había ido a diversos puntos de la ciudad. Y, entonces, la voz del "Sopitas" retumbó: "Ya lo saben, quienes estuvieron con 'El Jergas', pueden pasar a la de ya a la estación a recoger sus boletos dobles para el festival de Coachella. Todo gasto corre a cargo de nosotros".

No, no era el Aguacero Fest ni un show de Tijuana Sound Machine para 12 fulanos. Es el festival al que que más anhelo ir y en cuya tarima se presentarán adicciones y vicios míos como The Verve, Roger Waters y The National. No, no frené, no choqué, no me fui contra el parabrisas, sólo me mordí la mano y quise arrancarme el meñique. Si mi memoria muscular es amplia, entonces entiendo el seguir entumido de coraje hasta estos momentos (el maldito meñique sí que resiste). Nunca una esquina me ha causado tanta calentura y decepción como en este caso Luis Cabrera y Presa, esa que se ubica 90 metros al sur de mi casa.

Al avisarle a mi mujer de las consecuencias de sus no actos, todo me quedó claro: "Ni modo, amor. Oye, ¿te marco en un rato? Besitos".

Simple. Si yo tuviera una banda y tocara en Coachella, me presentaría ante el público y diría: "Hola California, somos Mandilito Pussy y hacemos música para mandiles que suena más o menos así...".

Sunday, April 20, 2008

La quema del mundo en 80 vueltas


Ninguno estaba loco por el automovilismo, mucho menos por la Nascar. Digamos simplemente que mi padre nos consiguió entradas privilegiadas para la carrera de hoy y, así, poco después de festejar mis 30 en una fiesta ochentena de 9 horas, llegamos Luisma, Gabs, Mara y yo al Autódromo Hermanos Rodríguez.

Intenso calor, 30 grados y sin idea de dónde dejar el carro para ingresar al lugar. Estacionamos mi bólido en una calle lejana, le di la bendición y caminamos en busca del acceso 12. Tardamos media hora y, finalmente, tomamos asiento en un comal de cemento que nos hizo recodar que sí tenemos pompas, al menos desde la perspectiva de las sensaciones.

Brutal exactitud. La arrancada se dio cuando pedíamos la primera ronda de cervezas y después… a iniciar el empanizado. Mara repartió bloqueador y Gabs nos presumió su manga larga recordando que en el desierto se sobrevive haciendo prosperar el sudor. Si habríamos de chorrear en las 4 horas de carrera, ella marcaría el ritmo del goteo epidérmico. Nunca fuimos tan fraternalmente apestosos.

Como a los cinco minutos, vino la primera pausa debido a un fuerte choque. Nosotros no lo vimos, pero sí atestiguamos el arrastre del carro chicharrón y, con esto, inició la sesión de preguntas de Gabs: “¿Por qué le echan arena a la zona de pits?”. Yo, con una ignorancia tan dilatada como el reinicio de la carrera, demostré que lo primero que se me estaba fundiendo era el cerebelo. “Es para el agarre de las llantas”. Como buena mujer a la que no le satisface un argumento así de descafeinado, mi amiga embistió de nuevo: “¿Pero con la arena una llanta tiene más agarre?”. “Luisma, ¿otra cerveza?”, retorció mi lengua, permitiéndome escapar por el hueco más pequeño y dejando que el silencio de Gabs fumigara cualquier duda sobre el romance entre un neumático y una capa de arena.

El freído de nuestros cocos continuó mientras brotaba una interrogante unánime: ¿quiénes eran los pilotos mexicanos y con qué número competían? Como la respuesta no nos cautivaba tanto como el ronroneo de los motores, conseguimos dicha información hasta la tercera hora del asado de vertebrados, llamando por teléfono al buen Mike, quien amablemente nos informó todo.

Para evitar que su pelvis se hiciera boligoma, por ahí de la vuelta 40 Luisma bajó para sacar fotografías más cercanas a la pista. Por ello, cuando el mexicano Adrián Fernández se embarró con un gringo de coche amarillo justo frente a su lente, supusimos que tendríamos “la foto”. Al revisar el archivo reciente de la cámara, comprobamos algo: Luisma es un excelente vendedor dentro del ramo del turismo. Era como si a Indiana Jones se le hubiese enredado el látigo en el instante catártico. Por fortuna, el desconsuelo duró poco, ya que el piloto tenochca recobró el ánimo y decidió continuar la carrera aun con la parte trasera destrozada. Los que tenemos pompas cóncavas sonreímos con esta metáfora de la vida. Y con esta muestra de valor espartano, dijimos al unísono: “Me cae que mañana llegamos 2 horas más temprano a la chamba”. Casi chillamos de la emoción.

Para la vuelta 55 de 80 no sabíamos qué estaba más rojo: si el cráneo de Luisma, las mejillas de Mara o los antebrazos de Gabs. Yo no me incluyo en la terna porque nunca he podido bautizar el punto de soldadura entre la pompa derecha y la izquierda. A esas alturas mi trasero era un waffle aguado con forma de mapamundi.

Tan guisado teníamos el cerebro que se nos ocurrió pedirle al vecino de butaca su periódico para saber más sobre los pilotos que nos hacían echar porras al aire. 45 segundos después, el rotativo yacía en el pasto, 8 metros debajo de nuestros asientos. Luisma bajó a buscarlo y, al no rescatarlo, consiguió un diario de repuesto en el que toda la información era de futbol. Muy útil para el que está en una carrera de coches saber cómo quedó Monarcas Morelia.

Como sea, el final fue emocionante y, al ver la bandera a cuadros, rematamos una tarde que fue inolvidable porque no éramos expertos en automovilismo.

Nada tan intenso como sentir algo por primera vez. Nada tan placentero como iniciar los 30 con tal nivel de adrenalina. Y nada tan surrealista como salir de una pista de carreras preguntándote no quién ganó, sino si los pilotos usan pañal durante una competencia, por aquello de que el punto de soldadura entre la pompa derecha y la izquierda puede fallar en cualquier momento… y fragmentar el mapamundi.

Monday, April 14, 2008

Retroactivo


"¿Crees que te pegue cumplir 30?", me preguntó hace poco mi amiga Elianne. Mi cabeza empezó a exhumar recuerdos.

En la niñez:
- Dejaba los fruti lupis de color rojo al final.
- Me inflamaba de ganas para que mi padre me dejara quedarme los fines de semana en casa de mi primo Fer.
- Añoraba el '7' como número de lista (siempre fui el 8).
- Escogía la URSS para cualquier juego en la calle.
- Veía con detenimiento las boobies de las niñas de secundaria.
- Convertía la pared del jardín en el "Monstruo Verde" de Boston y era campeón cada miércoles con un atrapadón (que nadie festejaba).
- Intentaba hacer la "e" diferente a los demás.
- Protegía la reja de la casa de los balonazos de mis amigos con el nombre de Héctor Miguel Zelada.
- Comprendía los años basado en el cabello de mi padre, en el armazón de sus lentes y en la evolución de los nudos de sus corbatas.
- Cumplía el balance de amor y desamor, sufriendo por Cristina e ignorando a Noemí.
- Me creía súperheroe en mi bici. Nunca rescaté a nadie.
- Coleccionaba latas de refresco. "Shasta" era mi predilecta.
- Ansiaba crecer y tener un coche que me permitiera bajar de él al llegar del trabajo, abrir la reja y entrar. Y después, con un jalón deshacerme el nudo de la corbata.
- Intentaba comprender un "bip" que le sonaba cada cinco segundos a mi abuela Esther.

En la adolescencia:
- Empecé mi historia de conciertos con Guns N' Roses.
- Practicaba una dieta rica en añoranzas.
- Veía mil veces "Rocky IV" y regresaba las secuencias de Stallone entrenando en Rusia.
- Iniciaba mi fascinación por Depeche Mode.
- Salía a las 6 AM a ver a Vanessa, una vecina cuyos bucles negros me hacían tener un instante fantástico. Cuando desaparecía su carro me regresaba a dormir, conservando ese tipo de romance que sólo es perfecto porque es distante.
- Comenzaba a colocar a las mujeres en mis variantes de apetito.
- Planeaba ser banquero. La idea era iniciar como ejecutivo de cuenta y copiarle a mi padre la ruta para lograr lo mismo que él.
- Cargaba a mi hermano Alex y trataba de ver si tenía los mismos remolinos en el cabello que yo.
- Perdía a mi abuelo Ramón y a mi amigo Alfredo.
- Escribía por vez primera. Era un poema titulado "Alguien".
- Besaba a mi primera novia en la recámara de otra amiga, mientras sonaba "River Of Dreams".
- Se acrecentaba mi incompresión sobre el "bip" que le sonaba a mi abuela.

En la juventud:
- Le he comentado a mi padre que el nudo de la corbata ya no se hace tan chico. Él me dice que la impunidad del periodista no debe ser tan grande.
- Mi madre me sigue dando la bendición, pero ahora en la versión corta.
- He aglutinado 6 noviazgos y un matrimonio de 3 años.
- He mirado en aquel león moribundo de Lucerna lo más fregón de mi vida.
- He intentado ser más cómplice que marido, y menos amigo que esposo.
- He visto en la maternidad de mi hermana la noción más vívida de lo que significa cambiar al mundo.
- He confirmado que soy "boobívoro".
- He repetido la llegada del coche al hogar (sólo que mi puerta es eléctrica, lo que me impide cristalizar el deseo de aquel niño). Si acaso, cumplo con el jalón de la corbata.
- He dado gracias a Dios por estos 29 años lejos de los pantanos.
- He digerido que aquel "bip" que le sonaba a mi abue era una válvula que le fue colocada en el corazón días antes de que yo naciera y que comprendí instantes después de que ella falleciera.

Al volver al presente, Elianne ya no estaba. Tal vez fue a ver si en el mundo al que hoy le damos pequeños sorbos puede encontrarse todavía una lata de la marca "Shasta", símbolo de aquella época que nos bebimos sin parar.

Ironía de los 30, a los que llegaré en unos días: mientras más lentos somos, más rápido se pasa el tiempo.

Monday, April 7, 2008

Una catarata roja en el paraíso


Semana Santa, 1994. Vacaciones en Acapulco. Mi hermana Lawrence está tostada, mi primo Fer le huye al sol, Lucha organiza la salida nocturna y yo, fiel a mi costumbre, espero escuchar buena música en el antro que elijan.

Mañana es el regreso a la realidad y las mujeres están empeñadas en no destender la cama hoy, en volver al hotel sólo para el checkout y en tomar el avión mañana a las 9 AM.

El consejo mujeril ha decidido que en el "Paradise" venga el bailongo. Se anuncia un concurso de botas y se espera que el lugar esté a reventar. Mi hermana y Lucha tienen como propósito pegarle al ritmo del antro en compañía de dos hombres: Jean Paul (el clásico que quiere "afrancesarse" siendo un vil Juan Pablo) y "Lamas", un tipo de ojo verde, arracada, con mangas cortas dobladas (dizque muy mamey) y jeans rotos con su respectivo calcetín en la entrepierna. Testimonio indeleble de la época en que están en boga los fortachones con sonrisa de Bon Jovi y los mil rumores en torno a la muerte de Kurt Cobain.

Es de noche y estamos en el antro. Los dos mamertos están robando cámara, y Lawrence y Lucha están en el mood fresoide, ese que es inexorablemente opuesto a como hablan en la cocina. Nada de lagañas domingueras o bostezos de "te trago de un bocado". Aquí se actúa con feminidad. Ambas están en esa cadenita de 15 risas por chiste con Jean Paul y "Lamas", aunque estos vertebrados tengan la gracia de un koala entumido. Ha de ser lo "sexy" de los jeans rotos porque, de verdad, cuando el afrancesado de la colonia Guerrero se ríe, parece que está sufriendo convulsiones, pero sólo en el esternón.

Las muecas de Lawrence y Lucha seguro serán criticadas la siguiente semana en "El Calabozo" (aún no existe Facundo). Sí, mi belicosa hermana, con la que me agarro a zapes, anda soberbia. Se tostó los hombros y los presume cual pavorreal. Usa lipstick pálido para apuntalar el bronceado. Lucha no se queda atrás. Es el otro frijol ligador.

"Lamas" toma el micrófono y anuncia el concurso de botas (a tragar chupe sin meter mano; gana el que más tiempo aguante). La combinación es letal: vodka, ron, menta, tequila y granadina. El greñudo inunda gargantas. Se van formando y comienzan a caer los tiempos. 7 segundos, 10, 18. Lawrence y Lucha suman, entre ambas, algo así como 15 segundos.

De pronto, viene mi primo Fer. 10, 20, 35... 45 segundos. Parece que el premio (un Reposado) será suyo. Unos segundos después, le toca al chaparro del grupo (o sea... yo). Arqueo la nuca y "Lamas" arroja la cascada. Miro al infinito. 5 segundos, 10, 20, 25... 45, 50. Raro, pero no siento el "diajjj" que se necesita para abortar la misión. La chusma apoya, las pupilas de "Lamas" se dilatan y, de pronto, quedo suspendido con la boca abierta y la jarra... goteando.

El mamonsete no puede quedar mal y toma otra jarra. Reanuda la cuenta, y yo, aún con signos vitales, recibo este Niágara color rojo. No siento nada. Pasan 40 segundos y, cual réferi de box, "Lamas" baja la bota a medio llenar y me declara vencedor por intoxicación unánime. El problema no es que me lleve el premio, sino que sobreviva para gozarlo.

El greñudo se marcha a reanudar el bailongo en la tarima y Fer se acerca a colocar mi nuca en descanso. La única reacción que tengo, por instinto, es ir al baño a cambiar la decoración del mismo. "Lorena, tu hermano está muy mal, vámonos al hotel". La petición es un chiste. Ni siquiera mi estado comatoso hará que Lawrence y Lucha abandonen a las 3 AM al chilanguito francés y a "Lamas". Es más, para que mi muerte esté certificada, ¿por qué no salirnos del "Paradise", cruzar la calle y seguirla en "Atrium"? Era broma, pero muy en serio. Mi primo me carga y despierto en un sillón rojizo gracias a un mesero: "Joven, no puede dormir aquí". No comprende que soy una tarántula moribunda.

En un acto de compasión, mi primo me saca a las 5 AM, pide un taxi y me deposita en la cama del hotel (si escribiera un libro de esta noche él sería mi prologuista). Empaca mis cosas y, una hora después, vuelve a cargarme para esperar en el lobby a las fans de "Lamas" y Jean Paul. Es ahí cuando llega Lawrence: "Güey, cuando lleguemos al DF no vayas a chismearle a mi papá lo de hoy, ¿eh?".

Nunca antes hubo tal empate de argumentos entre mi hermana y este servidor, pues mientras yo pienso restregarle que ha llegado a este punto por "no tener llenadera", me doy cuenta a la vez que ella puede decirme... exacta y precisamente... lo mismo.

Monday, March 31, 2008

La cuchara filipina


Recuerdo que, al abandonar la cancha, mi papá me recibió con un abrazo entrañable y achaparrado (mi estatura era indivisible). No era para menos. De los 6 años que le invirtió a mi educación futbolera en la escuelita del Club América, éste fue el único en que salimos campeones.

Nuestro equipo se llamaba Titanes, a las órdenes del temible Aguayo y nuestro uniforme era horripilante: verde con un blanco funesto (como el de la crema Los Volcanes). Sin afán de presunción, éramos un trabuco y, en mi caso, gozaba por vez primera de un entorno privilegiado, con Paco que desbordaba como ratero, con Carlo que le pegaba como la primera bala de un batallón de fusilamiento y con Hugo que dirigía a todos como el pez más orientado del cardumen. Montero en la zaga era garantía, Juan Jorge era el equivalente a Beckham (posaba más y evitaba que el equipo fuera llamado "el de los morenitos"), y yo era volante por izquierda.

Pero en este universo de 16 "titánicos", había un compadre de pata flaca, callado, tímido y con el cuerpo más parecido a un flamingo, además de tener los ojos estirados de un filipino. No recuerdo su nombre, pero era la burla de todos. Corría con tal esfuerzo que parecía trotar en agua. Para dar un paso, primero corría el riesgo de que la rodilla le pegara en la barbilla. Por todo esto, Aguayo lo metía los 15 minutos que marcaba como mínimo el reglamento.

Con todo y "Filipino", quien era como la Groenlandia del equipo, nuestro torneo fue impresionante. Ganamos 10 y perdimos uno. Entramos a Liguilla y en la Final debimos enfrentar a Astros, un cuadro cuya combinación en el uniforme también era lastimosa: naranja con negro. Así pues, todo se pactó para un sábado a las 7 AM. Duelazo. Momentos antes del silbatazo, Aguayo nos hablaba como perro rabioso. Nos dijo que nuestro éxito en la vida dependía de los siguientes 70 minutos (años después comprendí que la vida se puede perder en lo que uno reclama un fuera de lugar).

Empezó la guerra bajo un inclemente frío, y mientras pensábamos en las apocalípticas advertencias de nuestro entrenador (quien por cierto parecía vendedor de choripanes), el rival nos madrugó con un disparo que todavía recuerdo como el más maravillosamente doloroso. Hasta me dieron ganas de ir al baño, así que empecé a trotar con las rodillas pegadas. En el medio tiempo brindé desahogo a mi esfínter y, ya fresquito, regresé al campo con dos litros de leche Alpura menos ("no puedes irte a jugar sin un vaso de leche en el estómago"). Mi madre, cómo la quiero.

En el segundo tiempo, "Filipino" seguía dormido en la banca y todo se reducía a: 1) perder con el 1-0 en ese momento, o 2) caer por default por no meter al flacucho durante los 15 minutos reglamentarios. Por fortuna, nuestros enemigos volvieron a la cancha pajareando y en menos de cinco minutos les llenamos de tomate su portería. Carlo y Hugo, con dos golazos, nos dieron ventaja. Pero la historia señala que a los troyanos los agarraron dormidos, a los romanos fornicando y a los nosotros festejando antes de tiempo. Un rival tomó la pelota y usó la cancha como pista de hielo hasta dejar el balón en las redes.

Llegó el tiempo extra y, ni modo, a meter a "Filipino". Juan Jorge fue el sacrificado y quien seguramente pensó que no valía la pena seguir viviendo. ¿Cuál era la táctica con el recién ingresado? La obvia: "Vas de cazagoles, no se te ocurra bajar de la media cancha, vas arriba". Traducción: "Lo más lejos que estés de un autogol, mejor".

Sentimos que jugábamos con uno menos, sentimos que éramos cucharas contra un ejército de tenedores. Pese al 2-2, salimos como derrotados. Por supuesto, nos apedrearon el rancho y los postes rebotaron las esperanzas de Astros. Y de pronto.... entre la pierna de un verde/crema y el muslo de un naranja/negro... se escapó un rebote justo a los pies de "Filipino". El balón botando semilento y acercándose a la guarida del portero rival. Nadie frente a él, no hay fuera de lugar, todo para anotar el del campeonato.

El tipo empieza a correr cual largo es, casi se fractura la barbilla con las rodillas y, ante la salida del portero, mete el empeine perfectamente mal. El balón hace un extraño en su zapato y se da lo que técnicamente se conoce como "cucharón". El esférico vuela, le pega a San Pedro en la barba y vuelve a tierra para entrar botando al arco enemigo. Desde los tiempos de Cristo, nunca veneramos tanto una "parábola".

Al abandonar la cancha, mi papá me recibió con un abrazo entrañable y achaparrado. No era para menos. De los 6 años que le invirtió a mi educación futbolera en la escuelita del Club América, éste fue el único en el que aprendí que para ser el mejor equipo se necesita tenerlo todo, incluso a un tipo malísimo que tenga una cuchara en el pie y que pique como tenedor.

Monday, March 24, 2008

1983


Uno de los grandes recuerdos en mis casi 30 años le pertenece a mi abuelo y a la vez se liga con una faceta desconocida de la niñez: yo fui director de orquesta a los 5 años.

El concierto constaba de dos piezas de tres minutos cada una y fue organziado por el glorioso Jardín de Niños Sol, mi primera escuela. No sé a quién se le ocurrió distinguirme del resto de mis amiguitos para manejar la batuta desde lo alto de un banquito, pero desde días antes mis padres, en su versión de casados, se encargaron de comprarme el mejor gel y un esmoquin impecable para convertirme, por vez primera, en pingüino.

Lo que a continuación se escribe fue sacado del testimonio de ciertos evangelistas de la familia, pues es obvio que mis recuerdos de 1983 son vagos.

Al llegar el día del recital, mis padres me tomaron una fotografía (ya ataviado con el traje y el moño) en nuestro entonces departamento. La amarillenta copia de esa imagen duerme en uno de los cuadros con que mi madre decoró la pared que da a su recámara, y forma parte del tesoro de una familia que, sin estar, sigue siendo.

Tomada la foto, partimos en el VW naranja de mi padre rumbo a una calle junto a un parque, donde se levantaba imponente mi jardín de niños. Años después, esa estructura de colores equivaldría al tamaño de un aula magna de mi universidad. Signo del abatimiento de "los años viejos" y del éxito de mi padre en beneficio de nosotros, sus hijos.

Llegamos al kínder y me despedí momentáneamente de mis padres, consciente de que en nuestro próximo encuentro los miraría desde lo alto de un banquito de 30 centímetros, en el centro de una rueda de pequeños músicos y empuñando la batuta al estilo de Luis Herrera de la Fuente, director predilecto de mi papá.

Cumplida la hora, salí a escena e hice la caravana a los cuatro puntos cardinales que la maestra me encargó una y otra vez. Además de mis antecesores, mis abuelas Esther y Carmela, mi hermana Lawrence, mi tía Laura, mi abuelo Ramón (el mejor peinado que he visto en mi vida) y mi tío Ernesto, entre otros familiares, aplaudieron con ese ahínco con el que al aludido se le acumula el nerviosismo.

Hay instantes en la vida cuyo grado de perfección es tal que sólo están destinados a la catástrofe y fue justo esa dimensión de ironía la que me hizo dar un manotazo al aire en la segunda pieza y sufrir un desbalance. Al momento de decidir con qué parte del cuerpo caer, preferí salvar la nariz y me fui hacia atrás. La nuca primero, luego las piernas, finalmente... la mofa.

Lo seco del golpe ayudó a evitar la humedad del llanto, y así me disfracé de valiente adolorido (los evangelistas cuentan que no hice mueca alguna). Esos segundos de rodillas parecen ser eternos y uno desea ser un trozo de pavimento y no brotar otra vez, pero entonces sentí un jalón en el brazo derecho y ahí estaba él. No sé cómo, pero mi abuelo Ramón, al tiempo que me puso en pie, lanzó a todos una mirada suficiente para que cesaran las risas. Sin dejar de amenazar a la multitud con las pupilas, acomodó el banquito y me ayudó a subir en él. Mi único recuerdo firme de aquella tarde es lo que me dijo: "Ya estás arriba; empieza otra vez".

Cinco años después del recital, mi abuelo fue operado sin éxito por un cáncer de colon y los evangelistas que lo acompañaron en la última noche aseguran que ni siquiera en la cama de muerte perdió los surcos precisos de su peinado. Al parecer, tenía dominados los momentos difíciles, especialmente aquellos en los que uno se derrumba en medio de una multitud, ya fuera sobre un banquito en un concierto para niños... o bajo las sábanas en la última noche de su vida.