Friday, December 29, 2006

Cuando los dañados se encuentran


Jamás fui metiche, celoso o un pain in the ass con los galanes de mi hermana. Jamás (quitando la noche de este jueves).

No fue intencional, pero contadísimas ocasiones sucede el que te encuentres con un compadre cuyos gustos y/o locuras son copia al carbón de las tuyas. Es el clásico individuo que te hace ver que no estás tan tarado en algo o que, ya de perdis, entiende tus manías/obsesiones/colecciones/clavadeces.

Ante tal escasez de compatibilidad, había que aprovechar un encuentro de "dañados" en La Borboleta, mi bar favorito y al cual asistimos ayer mi hermana Lawrence, Mario (amo de los pensamientos de mi sisterna), mi amadísima Mara y este servidor.

Yo no había visto al buen Mario como desde el '95. Sólo me acordaba que usaba chamarra de cuero negra para ir a que mi sister le explicara matemáticas, que era alto y bastante alivianado. Buen mozo.

Antes de Navidad, Lawrence me contó que él vendría unos días (vive en Atlanta) y que estaría bien que armáramos un plan tranquilón los 4, así que yo accedí y me tomé la libertad de recomendar lugar. "Me late una salidita a La Borbo, la música de ahí le va a latir cañón. Cerremos el año agusto", pensé.

Ya instalados en el bar, traté de ser decente. Eché las clásicas y aburridísimas de: "¿Y cómo te va en Atlanta, qué tal la chamba?", "Si vamos un día por allá nos damos una vuelta", "¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? No has cambiado nada, ¿eh?". En fin, las de rigor.

Pero los genes son los genes y, cual lobitos que se huelen para ir haciendo manadas (dije ma-na-das), no hubo poder humano, ni femenino, que evitara el despegue de dos enfermos musicales.

"Si no existiera The Cure, Depeche sería mi grupo favorito", dijo el susodicho de mi hermana quien sabe en qué momento de la chorcha.

Hagan de cuenta que yo ahí me quedé, estático, hipnotizado. El Atlanta-Boy acababa de expresar lo que yo hubiera dicho, pero al revés. Me sentí un galgo al que le acaban de abrir la rejita de la pensión después de un mes.

Creo que volteé a ver a mi hermana y, como no me echó ojos particularmente ardientes, pues... a la goma. "Si no fuese Depeche mi máximo, sería The Cure", reviré.

Hasta eso Mario se vio medido. No hizo tanto alboroto, aunque sí se le llegó a notar el gusto por romper la noche con un tema fregón, de esos que le llegan a los huesos. Se contuvo, siguió la plática narrando sus locuras estudiantiles y el robo de algunos exámenes. Todo normal.

Pasaron como 10 minutos y cayó de nuevo. "El concierto de mi vida fue el de The Cure en Monterrey. Fue el 16 de junio del '92 en el Estadio Universitario, abrieron con 'Open' y cerraron con 'A Forest'. Yo estaba hasta pintado como Robert Smith", dijo mientras mi hermana y Mara pensaban que éste no era un clavado promedio. Éste era de los auténticos enfermos musicales. Uno como yo.

"Ese ha sido el show de mi vida, lo tengo en KCT, pero cada vez se oye peor", confesó.

Preparé sutilmente mi respuesta. Sabía que provocaría una vorágine de palpitaciones y que sería algo así como decir: "Mesero, tráiganos la cuenta... pero la de mi hermana".

"Yo tengo ese concierto de Monterrey en CD y se oye increíble", susurré con cinismo y con completa seguridad de que me acababa de quedar sin hermana. Hagan de cuenta Hussein a punto de ser ahorcado.

Lawrence esbozó una sonrisita diplomáticamente panista de "Viva la vida", pero por dentro seguro quiso agarrarme a trancazos como cuando ella era más alta que yo hace no mucho.

Estuve a nada de proponer que nos fuéramos los 4 a ver conciertos para estrenar el "Home Theather" que me regaló mi mujer en Navidad, pero no fue necesario. Ahí mismo me fue informado que el día anterior, Mario y mi sister habían pasado 5 horas y media viendo conciertos de The Cure y de DM.

La noche se fue haciendo Ping-Pong de dos sin reta y, mientras Mario presumía la exclusivísima foto que le tomó a Robert Smith con una línea de coca enfrente, y yo hablaba de los 82 Cd's de Depeche que tengo en mis repisas (no es choro), Mara volteaba a ver a su cuñada tratando de transmitirle paciencia.

Para colmo, la selección musical borboletesca rotó rolas de The Cure y de Depeche.

"Bueno, está bien, vamos a hablar del legado de Intocable o del mítico Valentín Elizalde que se fue al cielo como John Lennon", me atreví a decirle a Lawrence cuando vi que ya de plano ella platicaba con el segundo jitomate de su ensalada. Ella respondió con la clásica sonrisita de "Cáeme bien, jocosito".

Mara dijo que pidiéramos la cuenta (no sé si porque se sentía mal del estómago o por noblísima misericordia hacia mi hermana)y nos despedimos.

Mario y yo quedamos en traficar, a partir de ya, tesoros electrodarketopoperos, mientras que mi hermana, en el beso de despedida, seguro pactó secretamente con Mara sedarme apenas llegáramos a la casa. No fuera a ser que a mí se me ocurriera llamar a media noche y estropear la segunda parte de la velada.

Moraleja: Aunque todos seamos de la familia de los paquidermos, nunca juntes a dos elefantes, si tú eres rinoceronte. Bien lo dijo Martin Gore: "We're damaged people".

Saturday, December 16, 2006

El señor de los cerillos


"Fuimos Diego y yo a ver un depa, pero el problema es que tiene un baño y no nos late eso", me dijo mi amiga Ceci esta semana con respecto a sus planes de convivencia matrimonial con Diego, otro buen amigo.

Yo, casado desde hace 741 días, contesté muy sabiondo: "Híjole, es que imagínate que un día estés en el baño peinándote y de pronto veas cómo sale volando un Q-Tip de tu galán directo al bote de basura del mismo baño. Mi querida amiga, te entiendo perfecto".

"Diego no usa Q-Tips para los oídos; usa cerillos", respondió ella.

Un espasmo estomacal me impidió contestar inmediatamente. O me estaban choreando big time o estaba yo ante un caso extremo de un tipo ambientalista, de esos que de pronto creen que un Q-Tip deja radiactividad en las orejas para manifestar el daño 25 años después (el algodoncito del cotonete se convierte eventualmente en ácido nomaméico que hace añicos la capa de ozono).

La propia risa de Ceci me hizo pensar que era la broma del momento. "No manches, ¿me estás choreando verdad?". Su respuesta fue aún más inquietante: "No, en serio, usa cerillos".

"¡Te marco enseguida!", corté de tajo, a sabiendas de que Diego estaba en el mismo sitio que yo, a unos cuantos metros de mi lugar en la chamba. Para qué hablar con la acusadora si puedo hablar con el mismísimo culpable de esta fumadísima jalada.

Me acerqué a él con una angustia tipo María Sorté en una novela ochentera. Hagan de cuenta que le iba a preguntar con tono de latigazo verbal si él era "el asesino".

"¿Es cierto que.... que... que no usas cotonetes para los oídos, y que usas cerillos?".

Diego, como Rogelio Guerra en la misma novela, colgó el teléfono que en ese momento usaba para obsequiarme completa atención.

"Ceci me dijo que usabas cerillos", insistí, mientras Omar y Sandrita (otros amigos de la chamba) volteaban a ver a Diego como especie bizarra del reino de los artrópodos.

"¡Claro que no uso cerillos!, ¿cómo te dijo eso Ceci?, ¡claro que no!" (recobré el aliento). "Uso pasadores de pelo" (lo volví a perder).

Me sentí como si los dos tortolitos me estuvieran adelantando el 28 de diciembre, pero lo peor de todo es que no.

"Ya nomás falta que me digas que fabricas tu propio alimento, que le entras a la fotosíntesis, que tienes enzimas reductoras en el páncreas y que se te quitan las ganas de aparearte cuando cae en año bisiesto".

Cuando Diego vio que yo lo catalogaba como una nueva especie de terrícola vertebrado por sus costumbres caseras, decidió explicarme todo.

"A ver, lo que pasa es que cuando yo era niño y nadaba, se me metió el agua a las orejas y...". Lo interrumpí y le solicité amablemente que no me soltara esas mamucadas porque seguro me iba a salir con que el cloro del agua le provocó un brote de escamas en el tímpano.

Él, reconsiderando su speech, me dijo que hace tiempo un doctor le había recomendado usar Q-Tips tres veces por semana y únicamente para limpiar la parte externa del oído. Del resto se encargaría el dichoso pasador de pelo.

"Menos mal que ya no hay riesgo de que se incendie las orejas con el cerillo", pensé. "Ahora este güey sólo se arriesga a que el pasador se le quede incrustado en la trompa de Eustaquio o en el pabellón auditivo".

Aclarado el punto, regresé a mi lugar y le marqué de nuevo a Ceci. Más allá de explicarle todo, le recomendé (como buen amigo suyo):

1) Que cuando comience su vida con Diego bajo el mismo techo, siga comprando cotonetes al igual que los millones de individuos normales que lo hacen.

2) Que cuando éste se duerma y empiece a soñar, ella le limpie sus conductos auditivos por aquello de que el pasador no funcione bien.

3) Que observe detenidamente el comportamiento cotidiano de su esposo, cuidando que no utilice las naranjas del tianguis como esponjas para la espalda, la crema anti-arrugas como lubricante sexual o la fibra "Scotch" como zacate para la mascota.

4) Que quiera mucho a su galán, con sus defectos, sus virtudes y sus orejas.

5) Que ella no use pasadores. No vaya a ser que a los 5 días se le empiece a caer el cabello.

6) Que investigue si Diego no ideó todo este rollo para utilizar el mentado Q-Tip como otra cosa. No subestimemos el might be.

Monday, December 11, 2006

El Grial de la tía Juana


1998. Fiesta en casa de Mónica, una antigua amiga. Ya se extendió el relajo que comenzó en comida. Los invitados chupando tranquilos y sin novedad hasta las 11:51 P.M.

A las 11:52 P.M. la anfitriona Moniquita interrumpe una provechosa conversación que tenía yo con mis dos amigos v-boyistas, Roque y Paul:

"Si nos disculpan, las pepinas (como se hacían llamar) nos ausentamos un ratito de la fiesta. Vamos al cuarto de tele a ver un vídeo que grabamos en nuestra cena de Navidad pasada, donde salimos haciendo striptease. Sorry, pero los hombres no pueden verlo, con permisito y tomen lo que gusten de la cocina".

Roque, Paul y yo (los celebérrimos V-Boys) nos acabamos de quedar absortos, estupefactos, petrificados. Al instante, a los tres se nos evapora el chupe que sosteníamos, al igual que el hipotálamo y las papilas gustativas.

"Luis, ¿tú sabes algo de ese video pseudo-porn de las comadres pepinas?", me pregunta Roque al ser el primero en salir del trance.

"Según yo, en diciembre ellas se juntaron para su cena de Navidad, pero solo eso", respondo balbuceando. Paul todavía no reacciona y empezamos a creer que ha muerto de pie y que no tuvo tiempo, en vida, de caerse. Es una momia sin sarcófago.

Cuando comprendemos todo, las pepinas ya se han metido al cuarto de TV. Han introducido la cinta V-8, ya que han grabado la totalidad de su cena navideña y el episodio de semidesnudos alrededor de una lámpara habilitada como tubo. Este hecho tuvo también como sede la casa de Mónica, específicamente la sala, donde los tres imbéciles seguimos de pie, intercalando respiraciones.

Paul vuelve en sí y los V-Boys estamos completos. Comienza la improvisación de una estafa justo cuando el grupo Molotov reza uno de sus himnos de 1998: "¡Puto el que no brinque, el que no salte, puto!".

Con el deber de darle "matarile al maricón” que llevamos dentro, establecemos las posibles opciones de ataque:
1. La pacífica.- Aprovechar que Roque y yo somos (en ese entonces) los respectivos de Paty y Erika (componentes pepinas), para valernos del lazo y pedirles las cintas cuando acabe la fiesta.
2. La perredista.- Irrumpir salvajemente en el cuarto de la asamblea femenina.
3. La quirúrgica.- Esperar a que las provocadoras salgan y, de algún modo, hacernos de ambas cintas con sigilo, sin dejar rastro. APROBADA.

Valga decir que Paul primero intenta una cosa medio extraña, al trepar (afuera de la casa) un arbolito aledaño al cuarto de TV. Las pepinas se tardan menos de 5 segundos en sorprenderlo y el chaparrón casi muere por segunda vez en la noche. Una rama le queda en la axila y otra en la entrepierna.

"Creo que sí hay un tubo en esa grabación, pero no vi más", es el reporte del elemento de avanzada. Con eso basta para continuar.

Mientras tomamos valor con una maxi cuba "deli-deliciosa", algo inesperado: las pepinas, muertas de la risa, abren y nos invitan a pasar a ver el video.

No lo creemos, no puede ser. Nos están timando. Pero a las féminas no se les niega nada, así que cruzamos la puerta rumbo a lo desconocido.

Ilesos y hasta chiqueados por las pepinas, nos acomodamos. Todos en un sillón cual bolsa de panadería, más amontonados que nada. "¿Nos irán a violar?", pienso. "Dios así lo quiera, hermano", contesta Roque con la mirada. Paul sólo se alista a lo que venga y como venga.

Ya aplatanados, somos testigos de una aburridísima sesión de video, donde lo único que se ve son las pepinas cenando y platicando con un arbolito de Navidad al fondo. Ningún indicio de caderas al descubierto ni de lanzamientos de sostenes. Nos empezamos a desesperar, y ellas lo saben. Despiadadas.

De pronto, la escena cambia y en la imagen aparece una lámpara adaptada como tubo. Ahí mismo, Tatiana, la pepina con voz de presentadora, hace el anuncio de lo que tanto hemos esperado: el inicio del lanzamiento de prendas.

Miramos como zombies cuando, sin aviso, Mónica se levanta del sillón y detiene la cinta. "Lo que sigue no pueden verlo". Toma una segunda cinta que tiene una etiqueta que dice "Video de la tía Juana" y nos conmina a abandonar el cuarto. Roque la quiere ahorcar. Yo la quiero desollar. Paul, galante como siempre, dice que se conforma con un pedacito de ella para perdonarla.

Nos dicen "adiosito hermosos" y cierran la puerta. Estamos encolerizados, nos queremos desollar entre nosotros.

"Ok, calmémonos, lo bueno está en la primera cinta, es la que tenemos que conseguir porque por algo la detuvo Mónica; la segunda es de una tía, una vil pantalla", explica con tono científico Roque.

Media hora después, las mujeres han salido del cuarto y, sin que se percaten, Roque encuentra una de las cintas. Me la entrega y entro al baño. No hay de otra. La guardo en la bolsa de atrás de mis jeans. Mi entonces novia me quiere abrazar, pero me hago güey. Dice que ando distante. Tiene razón.

Nos despedimos, dejamos a las respectivas y Roque y yo pactamos una sesión extraordinaria al día siguiente en mi casa.

Pasan 18 horas. Roque y yo estamos instalados en mi cuarto frente a mi tele. Nos fletamos de nuez toda la cena navideña y llegamos al punto donde Mónica interrumpió todo.

Estoy perplejo. Entre 8 pepinas, es justo mi entonces novia la que va a comenzar el show en el tubo. Roque no parpadea y yo no sé si patear la tele o quitarme una agujeta para ahorcar a mi amigo, cuyas pupilas están dilatadas.

Por fortuna, el show no pasa de un baile cachubi con ropa. Resoplo. Turno de la solterísima Mónica. Estamos de vuelta en el juego... y Roque y yo tan amigos como siempre.

La damisela toma el "bra" por debajo de la blusa. Está por mostrarse al mundo entero y, justo ahí, justo ahí… ¡se acaba la cinta!. Ambos pensamos en quitarnos las agujetas, mientras el casetito se "ejectea" graciosamente del reproductor.

Craso error. Aquella desdeñada cinta de la famosa tía Juanita era la buena. Nos queremos desollar otra vez.

¿Qué había ahí?, ¿quién hacía su show y con qué rola de fondo? No lo supimos nunca. Roque fue absuelto y yo, como Mario Aburto, fui llevado a juicio por las pepinas como el gran culpable.

Al cumplir mi castigo, intenté readaptarme a la sociedad, pero no sirvió de mucho. Gracias a nuestra mente perversa, Roque y yo maquinamos organizar otra fiesta en casa de Mónica con tal de buscar el mentado "Grial" de la tía Juana, pero al final, desistimos. Todo misterio, todo baile y todo "striptease" engendra su encanto en lo que no se vio, no se ve y nunca se verá. He ahí nuestro motivo.

Sunday, December 3, 2006

The Ripper vs. J. Riggins


Mi amiga me golpeó en la parte más básica de mi ego y lo hizo enfrente de mis cuates. Conclusión: acaba de iniciar una guerra.

Jamás lo esperé. Estaba yo muy tranquis dando la bienvenida, cual valet parking, a los invitados de la posada que ayer, 2 de diciembre, tuvo a bien organizar mi querida hermana Lawrence en su casa, ubicada en la ondulante calle de Tekax (uno sube y baja por ahí y se imagina en la Feria de Chapultepec).

Pasada la media moche, y mientras yo me servía un chupe en la cocina, ingresaron al lugar mi amiguísima Gaby y mi hermano de diferente apellido, Luisma (por si no lo han visto, es el que anuncia Movistar con todo y barbita de mosquetero).

De manera extraña, la damisela se acercó y me saludó más expresiva que nunca. Abrazo, otro abrazo, la frase de "Cuánto tiempo sin vernos" y toda la cosa (parecía yo niño Teletón en brazos de Lucerito). Una onda enternecedora y digna de echar bombitas de shampoo al lado del refri.

Debí intuir algo, pero me fié estúpidamente de los abrazos pre-navideños y del esponjoso espíritu fraternal de la posada de mi "sisterna". Y con esta actitud, Gabriela tenía todo justo donde quería. Me acordé de las formas de proceder de Jack "The Ripper" antes de acabar con su presa. Ni quien se imaginara nada.

Y así nadaba yo en las aguas de la inocencia, brinde y brinde feliz de la vida con mi hermosa Mara, con Lawrence, con Paul y su respectiva, con Miguel, con Diego, con Ceci, o sea, con toda la tribu.

De manera inesperada y hacia la 1 de la mañana, Gaby "The Ripper" dio el golpe letal. Se acercó otra vez toda mona y me dijo que me traía un regalito. "¿Se habrá lucido con el FIFA 2007 para PSP?", me pregunté a mí mismo.

"Mí mismo" me contestó: "No seas imbécil, 'ta bien que sean muy cuates, pero ¿como porqué o debido a qué te va a traer algo hoy?". De nuevo... debí intuir algo, pero la aurora boreal de la fraternidad me volvió a faulear y aguardé, ilusionado y con los deditos entrelazados, al FIFA 2007.

De una bolsa sacó un paquete donde definitivamente no cabía ni medio kilo de tortillas y entonces... ¡shazzam!.

"Les presento las fotos de Luisito en prepa, vistiendo su elegante chaleco de tela; el mismo que él dijo que jamás usó en sus tiempos de estudiante", dijo la chilanga con suave tono de Laura Zapata, haciéndose la inocentota.

Yo efectivamente había negado haber usado chalecos de tela cuando adolescente, pero ella, desde el 27 de octubre, se había dado a la minuciosa tarea de encontrar entre sus curiosidades pruebas y vestigios fotográficos que pulverizaran mi reputación. Y así, con ese atributo perseverante (terco) de toda mujer que no se va a quedar con las ganas, Gabriela "The Ripper" colocó y empujó tres estacas en mi ego (80% de mí).

"Uno puede perder todo, menos el estilo", era la frase de mi mentor Ariel que siempre intenté seguir. Ahora, sentí haberlo traicionado. "Hermano, te fallé, pero de que me la cobro, me la cobro", murmuré con una ardidez irreductible.

Estaba yo a punto de solicitarle permiso a Luisma para echarle encima a su querida esposa el ponche de tecojote-jamaica-caña-tamarindo, pero Miguel, otro fiel cuate de mi gabinete de confianza, me hizo recapacitar: "Güey, te fregaron, pero aguanta, no es buen momento para vengarte", me dijo mientras mis ojos en blanco y temblando me hacían parecer protagonista de un exorcismo pirata hecho por un sacerdote chafa.

Accedí, tomé aire y saqué mis nervios fundiendo las luces de bengala en los jeans de Paul y molestando a Diego sin cesar, mientras Gaby se regodeaba enseñando mis chalecos "J. Riggins" a los demás. Cada que uno opinaba al respecto, mi rabia le pedía permiso a mi ego para salir al quite, pero de nuevo, Miguel se interponía como secretario de Gobernación para pedir diálogo antes que repartición de cates (yo seguía viendo a la olla de ponche como potencial arma).

A las tres dichosas fotitos de mi desgracia les quedaron impregnadas 452 huellas de mi cuadrilla de amigos, quienes comenzaron a retirarse más temprano que de costumbre. "Me voy a vengar, con el permiso de Luisma, pero la próxima la voy a acabar", dije en medio de mi viacrusis pre-navideño.

Cuando Gabrielita "The Ripper" (mi ex amiga) se despidió con un abrazo de este aporrado servidor, me dijo que esperaba verme antes de Navidad para darme una última felicitación decembrina, a lo que yo respondí con un elegante "Feliz Año Nuevo; acabas de declararme la guerra".

De aquí a la próxima batalla espero que mi ego (convertido hoy en hormiguita Banamex) esté recuperado y hecho un monstruo. De no ser así, yo mismo reconstruiré mi orgullo con tela "J. Riggins" porque, como decía el eslogan en 1994: "J. Riggins jamás pasará de moda. Vive con estilo, muere con estilo".

Y hasta para soportar la burla, uno tiene que mantener el estilo.