Sunday, February 13, 2011

Goulash y Apfelwein


Muchas veces gritón, tantas veces desprendido, siempre incondicional.

Compartí con mi gran amigo Mou un par de días bajo el cielo alemán, haciéndonos paletas en el invierno de Frankfurt. Nos encontramos en tan insospechadas coordenadas por una combinación de oportunidad y cercanía. Los amigos, tarde o temprano, siempre vuelven a reunirse.

Y así sucedió.

Mi hermano apareció flaco y un poco más canoso. Sonrió y desató sus faroladas muy pronto, pero también rápido transformó la distancia encapsulada en los últimos meses en updates que suelen ser sencillos cuando dos forasteros se conocen hasta los decibeles del ronquido.

Mientras caminábamos por las calles con el frío en el culo o mientras rompíamos el paseo a razón de cafés sin azúcar, el tipo no ocultó sus tristezas ni escondió sus preocupaciones actuales. Pero Mou es de un hierro peculiar y bien sabido es que solamente conserva los defectos que lo fortalecen. Le sobran anticuerpos para los males del alma.

El encuentro en Frankfurt se coronó en una taberna 200% alemana que hallamos la noche del sábado. Nos dieron barra y cada quien a lo suyo. Uno a devorar Goulash, el otro a paladear el mítico Apfelwein. Con dos platos y cuatro vasos tuvimos, además de la cálida amabilidad de don José, un veterano mostachón que abandonó las Canarias hace 30 años para perpetuarse al servicio de germanos detrás de una barra. Lo tratan bien y las propinas son pachonas. No se queja ni bebe cerveza. Paradojas espumosas.

La estancia en Frankfurt ha sido fantástica. Ratifico que Alemania no se admira, se experimenta.

En contraste, a mi hermano, con sus muchos anticuerpos, sí lo admiro y lo echo de menos.

Tuesday, February 8, 2011

Ansiedad


¿Alcanzaré a llevar a mi hermoso hijo a un concierto de Depeche Mode?

¿O tendré que narrarle aquellas muchas peripecias entre butacas, eufórico y a unos metros de la banda de mis amores, a la que he visto en al menos 10 ocasiones?

Soy padre debutante. Soy un esqueleto de ansiedad. Soy víctima de esas patadas que llegan desde el vientre. Soy un cómplice a la espera de mayo.

Sobre la foto: Horas antes del concierto más grande en la carrera de Depeche Mode, en el Rose Bowl de Pasadena, el fotógrafo Anton Corbijn capturó un momento de tranquilidad entre Dave Gahan y su pequeño hijo, Jack. Junio de 1988.

Friday, February 4, 2011

El jamás y el siempre


¿Qué contarle a mi hijo acerca de este mundo? Una infinidad...

En la vida arriesgas tanto al hacer como al esperar. Te arriesgas al ser el capitán del equipo. Te arriesgas a partirte la cara aventándote por los dulces de la piñata, aunque el reconocimiento de la victoria dure 5 minutos. Te arriesgas al ocultar las calificaciones. Te arriesgas a cruzar la calle en amarillo. Te arriesgas a besar a alguien. Te arriesgas a quedarte sin molares por mirar un escote. Te arriesgas a vivir, según tus motivos.

Te arriesgas a nadar sin auxilio. Te arriesgas a presumir tu no respiración bajo el agua. Te arriesgas a perder un amigo por irte de farra con ella. Arriesgas el trabajo por contemplar un lunes sin corbata. Te arriesgas a las rupturas parciales o definitivas al bailar en los límites. Te arriesgas al ser tentón.

Te arriesgas a caminar por vez primera. Arriesgas ilusamente el cuerpo con tal de evitar un pelotazo en la nariz. Te arriesgas a caer al quitarte un zapatos con las dos manos. Te arriesgas a sufrir por una mujer. Te arriesgas a que un perro te muerda mientras lo acaricias. Te arriesgas a escuchar sólo la mitad de tu canción favorita por culpa de la ineptitud de tus tímpanos. Te arriesgas a escribir cartas que nunca nadie lea. Arriesgas al hablar. Arriesgas al callar.

Te arriesgas a perder demasiados amaneceres durmiendo. Arriesgas la burla con tal de defender a tu madre con dientes de sierra. Te arriesgas al buscar un sueño. Te arriesgas a una fractura en el más frenético de los conciertos. Te arriesgas a hacer un cambio. Te arriesgas al no hacer cambios. Te arriesgas a aprender hasta viejo.

Pero en lo único en que jamás arriesgarás... es en tratar con respeto y amor a la gente. Ante ello, quizá sólo te arriesgues a ser respetado y amado por siempre.

Sí, en este mundo de riesgos... a veces un jamás nos premia con un siempre.

Tuesday, February 1, 2011

Un tipo de sol


Como padre, la primera experiencia de imaginar a tu hijo con tal o cual prenda es algo indescriptible hasta para el más escéptico de los escépticos en cuestiones de paternidad. Y es especial porque por primera vez eliges "para él", sin despegarte demasiado de tus gustos.

Mi favorita es la playerita de E.T. y la de "Lock up your daughters". Ambas de prenda doble e increíbles, para edades de 6 y 9 meses, respectivamente. Hemos pensado su madre y yo que nuestro astronauta ha de lucir picarón en dichas playeritas, las cuales se confunden entre las varias que adquirimos durante el fin de semana que pasamos en San Diego, cobijados por Paola, Lourdes, don Tito, Fer y toda una pandilla de excepcionales personas cuyo principal distintivo es una sonrisa de 24 horas.

Mi mujer tiene otras favoritas e, incluso, se ha atrevido a comprar un traje para la primera Navidad del astronauta. Todo calculado para cada momento que atraviese el bebé cuando vaya creciendo. A este placer indoor se suma el sol de San Diego, porque estoy convencido que Dios le asignó a esta ciudad un tipo de sol único. Y la brisa y el viento y las calles del centro y el olor a mar....

Pero de Tijuana digo que tiene los mejores churros del mundo (los venden a pocos metros de llegar a Estados Unidos, en la línea de la garita por el equivalente a 23 pesos), además de unos inolvidables tacos de asada y una lonja de pescado que con indiscutible sabiduría culinaria me recomendó exitosamente Tito.

Un viaje redondo para nosotros, culichi y chilango, que detonamos la idea hace tiempo, pensando única y exclusivamente en nuestro astronauta, quien, primero Dios, nos obsequiará el primer balbuceo en mayo.

Estas imágenes, estas sonrisas que dibujamos casi a cada momento acompañados de quienes nos recibieron y nos pasearon con afecto, cuidado, preocupación y desprendimiento, han edificado un final de enero fantástico. Lo que se llevaron los ladrones pocas horas antes de regresar a México no mancha el concepto de la felicidad y la vida en familia, como ahora llamo a mi muy afortunada vida.

Ya lo dijo don Tito antes de darnos una muy cálida despedida en la que tuvo a bien comprarme una botella de vodka: "Éxito en su empresa como padres y la tarea es simple... sean felices".

Y la felicidad no se lleva en camionetas ni maletas. Cabe en el equipaje de mano.