Thursday, April 24, 2008

Mandilito Pussy


Dicen que uno le canta a la suerte cuando anciano o en la tumba, pero yo me acabo de dar cuenta de que nada funciona sin actitud.

El lunes fui al "Péndulo" de la Condesa. Ver películas, comer rico y echar café representa una delicia en un día caluroso. Invertí una hora ahí, y con panza llena abordé mi auto para volver al trabajo. Siempre pongo 105.7 FM (Reactor) y, en esta ocasión, Rulo, uno de los pesados de la estación, hablaba con "El Jergas", individuo que más que gordo es terrateniente, y quien suele rondar la ciudad y detenerse en una calle cualquiera para repatir premios al primero que llegue.

Me quedé oyendo la promoción: "Hoy estamos en San Jerónimo, en la esquina de Luis Cabrera y Presa. Quien llegue y me diga 'Jergas, eres más feo que Rulo', se llevará un muy buen premio", retó "El Jergas". Sólo para dar el dato, ese lugar está exactamente 90 metros al sur de mi hogar, así que al encontrarme yo en la Condesa, llamé a Mara, quien estaba en casa.

Me contestó la flojera, ésta me comunicó con el bostezo y luego me pasaron a Mara. Le expliqué todo y le aclaré que, si bien jamás he sido fan de los concursos de la radio patrocinados por "El Bombón Asesino", no perdíamos nada. Una casualidad puede llevar a algo más, pensaba yo. Sin embargo, Mara me volvió a comunicar con el bostezo, éste le pasó el auricular a la lagaña y al final la pereza me mandó besitos, antes de colgar. Le cambié de estación y acabé el día sin contratiempos.

Hoy me levanté y me fui temprano a una sesión de consejo en el trabajo. En el camino, prendí el radio. Misma estación que el lunes, distinto locutor. Hablaba "Sopitas", un zipizapo (saludos, Roque) que empezó a hablar de los premios de esta semana en la cual "El Jergas" había ido a diversos puntos de la ciudad. Y, entonces, la voz del "Sopitas" retumbó: "Ya lo saben, quienes estuvieron con 'El Jergas', pueden pasar a la de ya a la estación a recoger sus boletos dobles para el festival de Coachella. Todo gasto corre a cargo de nosotros".

No, no era el Aguacero Fest ni un show de Tijuana Sound Machine para 12 fulanos. Es el festival al que que más anhelo ir y en cuya tarima se presentarán adicciones y vicios míos como The Verve, Roger Waters y The National. No, no frené, no choqué, no me fui contra el parabrisas, sólo me mordí la mano y quise arrancarme el meñique. Si mi memoria muscular es amplia, entonces entiendo el seguir entumido de coraje hasta estos momentos (el maldito meñique sí que resiste). Nunca una esquina me ha causado tanta calentura y decepción como en este caso Luis Cabrera y Presa, esa que se ubica 90 metros al sur de mi casa.

Al avisarle a mi mujer de las consecuencias de sus no actos, todo me quedó claro: "Ni modo, amor. Oye, ¿te marco en un rato? Besitos".

Simple. Si yo tuviera una banda y tocara en Coachella, me presentaría ante el público y diría: "Hola California, somos Mandilito Pussy y hacemos música para mandiles que suena más o menos así...".

Sunday, April 20, 2008

La quema del mundo en 80 vueltas


Ninguno estaba loco por el automovilismo, mucho menos por la Nascar. Digamos simplemente que mi padre nos consiguió entradas privilegiadas para la carrera de hoy y, así, poco después de festejar mis 30 en una fiesta ochentena de 9 horas, llegamos Luisma, Gabs, Mara y yo al Autódromo Hermanos Rodríguez.

Intenso calor, 30 grados y sin idea de dónde dejar el carro para ingresar al lugar. Estacionamos mi bólido en una calle lejana, le di la bendición y caminamos en busca del acceso 12. Tardamos media hora y, finalmente, tomamos asiento en un comal de cemento que nos hizo recodar que sí tenemos pompas, al menos desde la perspectiva de las sensaciones.

Brutal exactitud. La arrancada se dio cuando pedíamos la primera ronda de cervezas y después… a iniciar el empanizado. Mara repartió bloqueador y Gabs nos presumió su manga larga recordando que en el desierto se sobrevive haciendo prosperar el sudor. Si habríamos de chorrear en las 4 horas de carrera, ella marcaría el ritmo del goteo epidérmico. Nunca fuimos tan fraternalmente apestosos.

Como a los cinco minutos, vino la primera pausa debido a un fuerte choque. Nosotros no lo vimos, pero sí atestiguamos el arrastre del carro chicharrón y, con esto, inició la sesión de preguntas de Gabs: “¿Por qué le echan arena a la zona de pits?”. Yo, con una ignorancia tan dilatada como el reinicio de la carrera, demostré que lo primero que se me estaba fundiendo era el cerebelo. “Es para el agarre de las llantas”. Como buena mujer a la que no le satisface un argumento así de descafeinado, mi amiga embistió de nuevo: “¿Pero con la arena una llanta tiene más agarre?”. “Luisma, ¿otra cerveza?”, retorció mi lengua, permitiéndome escapar por el hueco más pequeño y dejando que el silencio de Gabs fumigara cualquier duda sobre el romance entre un neumático y una capa de arena.

El freído de nuestros cocos continuó mientras brotaba una interrogante unánime: ¿quiénes eran los pilotos mexicanos y con qué número competían? Como la respuesta no nos cautivaba tanto como el ronroneo de los motores, conseguimos dicha información hasta la tercera hora del asado de vertebrados, llamando por teléfono al buen Mike, quien amablemente nos informó todo.

Para evitar que su pelvis se hiciera boligoma, por ahí de la vuelta 40 Luisma bajó para sacar fotografías más cercanas a la pista. Por ello, cuando el mexicano Adrián Fernández se embarró con un gringo de coche amarillo justo frente a su lente, supusimos que tendríamos “la foto”. Al revisar el archivo reciente de la cámara, comprobamos algo: Luisma es un excelente vendedor dentro del ramo del turismo. Era como si a Indiana Jones se le hubiese enredado el látigo en el instante catártico. Por fortuna, el desconsuelo duró poco, ya que el piloto tenochca recobró el ánimo y decidió continuar la carrera aun con la parte trasera destrozada. Los que tenemos pompas cóncavas sonreímos con esta metáfora de la vida. Y con esta muestra de valor espartano, dijimos al unísono: “Me cae que mañana llegamos 2 horas más temprano a la chamba”. Casi chillamos de la emoción.

Para la vuelta 55 de 80 no sabíamos qué estaba más rojo: si el cráneo de Luisma, las mejillas de Mara o los antebrazos de Gabs. Yo no me incluyo en la terna porque nunca he podido bautizar el punto de soldadura entre la pompa derecha y la izquierda. A esas alturas mi trasero era un waffle aguado con forma de mapamundi.

Tan guisado teníamos el cerebro que se nos ocurrió pedirle al vecino de butaca su periódico para saber más sobre los pilotos que nos hacían echar porras al aire. 45 segundos después, el rotativo yacía en el pasto, 8 metros debajo de nuestros asientos. Luisma bajó a buscarlo y, al no rescatarlo, consiguió un diario de repuesto en el que toda la información era de futbol. Muy útil para el que está en una carrera de coches saber cómo quedó Monarcas Morelia.

Como sea, el final fue emocionante y, al ver la bandera a cuadros, rematamos una tarde que fue inolvidable porque no éramos expertos en automovilismo.

Nada tan intenso como sentir algo por primera vez. Nada tan placentero como iniciar los 30 con tal nivel de adrenalina. Y nada tan surrealista como salir de una pista de carreras preguntándote no quién ganó, sino si los pilotos usan pañal durante una competencia, por aquello de que el punto de soldadura entre la pompa derecha y la izquierda puede fallar en cualquier momento… y fragmentar el mapamundi.

Monday, April 14, 2008

Retroactivo


"¿Crees que te pegue cumplir 30?", me preguntó hace poco mi amiga Elianne. Mi cabeza empezó a exhumar recuerdos.

En la niñez:
- Dejaba los fruti lupis de color rojo al final.
- Me inflamaba de ganas para que mi padre me dejara quedarme los fines de semana en casa de mi primo Fer.
- Añoraba el '7' como número de lista (siempre fui el 8).
- Escogía la URSS para cualquier juego en la calle.
- Veía con detenimiento las boobies de las niñas de secundaria.
- Convertía la pared del jardín en el "Monstruo Verde" de Boston y era campeón cada miércoles con un atrapadón (que nadie festejaba).
- Intentaba hacer la "e" diferente a los demás.
- Protegía la reja de la casa de los balonazos de mis amigos con el nombre de Héctor Miguel Zelada.
- Comprendía los años basado en el cabello de mi padre, en el armazón de sus lentes y en la evolución de los nudos de sus corbatas.
- Cumplía el balance de amor y desamor, sufriendo por Cristina e ignorando a Noemí.
- Me creía súperheroe en mi bici. Nunca rescaté a nadie.
- Coleccionaba latas de refresco. "Shasta" era mi predilecta.
- Ansiaba crecer y tener un coche que me permitiera bajar de él al llegar del trabajo, abrir la reja y entrar. Y después, con un jalón deshacerme el nudo de la corbata.
- Intentaba comprender un "bip" que le sonaba cada cinco segundos a mi abuela Esther.

En la adolescencia:
- Empecé mi historia de conciertos con Guns N' Roses.
- Practicaba una dieta rica en añoranzas.
- Veía mil veces "Rocky IV" y regresaba las secuencias de Stallone entrenando en Rusia.
- Iniciaba mi fascinación por Depeche Mode.
- Salía a las 6 AM a ver a Vanessa, una vecina cuyos bucles negros me hacían tener un instante fantástico. Cuando desaparecía su carro me regresaba a dormir, conservando ese tipo de romance que sólo es perfecto porque es distante.
- Comenzaba a colocar a las mujeres en mis variantes de apetito.
- Planeaba ser banquero. La idea era iniciar como ejecutivo de cuenta y copiarle a mi padre la ruta para lograr lo mismo que él.
- Cargaba a mi hermano Alex y trataba de ver si tenía los mismos remolinos en el cabello que yo.
- Perdía a mi abuelo Ramón y a mi amigo Alfredo.
- Escribía por vez primera. Era un poema titulado "Alguien".
- Besaba a mi primera novia en la recámara de otra amiga, mientras sonaba "River Of Dreams".
- Se acrecentaba mi incompresión sobre el "bip" que le sonaba a mi abuela.

En la juventud:
- Le he comentado a mi padre que el nudo de la corbata ya no se hace tan chico. Él me dice que la impunidad del periodista no debe ser tan grande.
- Mi madre me sigue dando la bendición, pero ahora en la versión corta.
- He aglutinado 6 noviazgos y un matrimonio de 3 años.
- He mirado en aquel león moribundo de Lucerna lo más fregón de mi vida.
- He intentado ser más cómplice que marido, y menos amigo que esposo.
- He visto en la maternidad de mi hermana la noción más vívida de lo que significa cambiar al mundo.
- He confirmado que soy "boobívoro".
- He repetido la llegada del coche al hogar (sólo que mi puerta es eléctrica, lo que me impide cristalizar el deseo de aquel niño). Si acaso, cumplo con el jalón de la corbata.
- He dado gracias a Dios por estos 29 años lejos de los pantanos.
- He digerido que aquel "bip" que le sonaba a mi abue era una válvula que le fue colocada en el corazón días antes de que yo naciera y que comprendí instantes después de que ella falleciera.

Al volver al presente, Elianne ya no estaba. Tal vez fue a ver si en el mundo al que hoy le damos pequeños sorbos puede encontrarse todavía una lata de la marca "Shasta", símbolo de aquella época que nos bebimos sin parar.

Ironía de los 30, a los que llegaré en unos días: mientras más lentos somos, más rápido se pasa el tiempo.

Monday, April 7, 2008

Una catarata roja en el paraíso


Semana Santa, 1994. Vacaciones en Acapulco. Mi hermana Lawrence está tostada, mi primo Fer le huye al sol, Lucha organiza la salida nocturna y yo, fiel a mi costumbre, espero escuchar buena música en el antro que elijan.

Mañana es el regreso a la realidad y las mujeres están empeñadas en no destender la cama hoy, en volver al hotel sólo para el checkout y en tomar el avión mañana a las 9 AM.

El consejo mujeril ha decidido que en el "Paradise" venga el bailongo. Se anuncia un concurso de botas y se espera que el lugar esté a reventar. Mi hermana y Lucha tienen como propósito pegarle al ritmo del antro en compañía de dos hombres: Jean Paul (el clásico que quiere "afrancesarse" siendo un vil Juan Pablo) y "Lamas", un tipo de ojo verde, arracada, con mangas cortas dobladas (dizque muy mamey) y jeans rotos con su respectivo calcetín en la entrepierna. Testimonio indeleble de la época en que están en boga los fortachones con sonrisa de Bon Jovi y los mil rumores en torno a la muerte de Kurt Cobain.

Es de noche y estamos en el antro. Los dos mamertos están robando cámara, y Lawrence y Lucha están en el mood fresoide, ese que es inexorablemente opuesto a como hablan en la cocina. Nada de lagañas domingueras o bostezos de "te trago de un bocado". Aquí se actúa con feminidad. Ambas están en esa cadenita de 15 risas por chiste con Jean Paul y "Lamas", aunque estos vertebrados tengan la gracia de un koala entumido. Ha de ser lo "sexy" de los jeans rotos porque, de verdad, cuando el afrancesado de la colonia Guerrero se ríe, parece que está sufriendo convulsiones, pero sólo en el esternón.

Las muecas de Lawrence y Lucha seguro serán criticadas la siguiente semana en "El Calabozo" (aún no existe Facundo). Sí, mi belicosa hermana, con la que me agarro a zapes, anda soberbia. Se tostó los hombros y los presume cual pavorreal. Usa lipstick pálido para apuntalar el bronceado. Lucha no se queda atrás. Es el otro frijol ligador.

"Lamas" toma el micrófono y anuncia el concurso de botas (a tragar chupe sin meter mano; gana el que más tiempo aguante). La combinación es letal: vodka, ron, menta, tequila y granadina. El greñudo inunda gargantas. Se van formando y comienzan a caer los tiempos. 7 segundos, 10, 18. Lawrence y Lucha suman, entre ambas, algo así como 15 segundos.

De pronto, viene mi primo Fer. 10, 20, 35... 45 segundos. Parece que el premio (un Reposado) será suyo. Unos segundos después, le toca al chaparro del grupo (o sea... yo). Arqueo la nuca y "Lamas" arroja la cascada. Miro al infinito. 5 segundos, 10, 20, 25... 45, 50. Raro, pero no siento el "diajjj" que se necesita para abortar la misión. La chusma apoya, las pupilas de "Lamas" se dilatan y, de pronto, quedo suspendido con la boca abierta y la jarra... goteando.

El mamonsete no puede quedar mal y toma otra jarra. Reanuda la cuenta, y yo, aún con signos vitales, recibo este Niágara color rojo. No siento nada. Pasan 40 segundos y, cual réferi de box, "Lamas" baja la bota a medio llenar y me declara vencedor por intoxicación unánime. El problema no es que me lleve el premio, sino que sobreviva para gozarlo.

El greñudo se marcha a reanudar el bailongo en la tarima y Fer se acerca a colocar mi nuca en descanso. La única reacción que tengo, por instinto, es ir al baño a cambiar la decoración del mismo. "Lorena, tu hermano está muy mal, vámonos al hotel". La petición es un chiste. Ni siquiera mi estado comatoso hará que Lawrence y Lucha abandonen a las 3 AM al chilanguito francés y a "Lamas". Es más, para que mi muerte esté certificada, ¿por qué no salirnos del "Paradise", cruzar la calle y seguirla en "Atrium"? Era broma, pero muy en serio. Mi primo me carga y despierto en un sillón rojizo gracias a un mesero: "Joven, no puede dormir aquí". No comprende que soy una tarántula moribunda.

En un acto de compasión, mi primo me saca a las 5 AM, pide un taxi y me deposita en la cama del hotel (si escribiera un libro de esta noche él sería mi prologuista). Empaca mis cosas y, una hora después, vuelve a cargarme para esperar en el lobby a las fans de "Lamas" y Jean Paul. Es ahí cuando llega Lawrence: "Güey, cuando lleguemos al DF no vayas a chismearle a mi papá lo de hoy, ¿eh?".

Nunca antes hubo tal empate de argumentos entre mi hermana y este servidor, pues mientras yo pienso restregarle que ha llegado a este punto por "no tener llenadera", me doy cuenta a la vez que ella puede decirme... exacta y precisamente... lo mismo.