Friday, September 21, 2007

Diez años... sin llorar


Le agarré su mano y traté de hablarle, pero estaba completamente entubada y eso me hizo flaquear. Si ella casi no podía mirarme, yo apenas era capaz de susurrar algo, así que ese día, como nunca antes, nuestra conversación fue particularmente complicada. Aquel día que se convirtió con las horas... en el último.

Ese 21 de septiembre de hace 10 años cayó en domingo y tanto mi hermana Lawrence como yo fuimos de los afortunados en todavía ver a mi abuelita Esther llenando de aire flácido el tubo que entraba por su boca, cuyo tamaño y grosor me hacía que el solo mirarla me causara dolor físico. Difícil creer que ese monstruoso conducto que se empañaba y se aclaraba fuera su única forma de seguir aquí, con nosotros, mirando en tandas interrumpidas a mi hermana, luego a mí y, después, al techo. Cuando volteaba para arriba, hacía un gesto. El cáncer golpeando y golpeando. Las muecas eran la voz de los espasmos.

Tomé la mano de mi abue y le dije algunas cosas. Seguramente quise darle ánimo. Si ella soltó una lágrima, eso no lo supe y no lo sabré. Tal vez esa gota que resbaló y mojó el tubo por fuera era eso, una lágrima, tal vez no. Según yo, ella no podía escucharme bien, pero igual apretujé con cuidado su mano izquierda, la de las venas saltonas. Si en el resto de su cuerpo había rigidez a causa de los espasmos, al menos a esa mano se aferraba la última dosis de suavidad de alguien que siempre me dijo "Luigi, te quiero mucho".

Nos marchamos cerca del mediodía y hacia las 4 de la tarde vino la funesta llamada. Mi padre supo todo de este lado del auricular. Mi madre tan sólo supo que mi abue había empeorado. Entendible mentira. Siempre hemos pensado que es mejor decir "media muerte" que "muerte". Uno se hace a la idea y creemos que postergando mitigaremos un poco el dolor.

Al llegar a la clínica, todo estaba más oscuro que en la mañana. Con el sol se habían marchado mi abue Esther y mi entendimiento. A mis 19, ya bastante crecidito, apenas contemplaba la partida de un ser querido de una forma vivencial. Ocho años antes mi abuelo Ramón se había ido, pero el golpe lo canalizó de un modo raro mi niñez, sin que eso significara que no hubiese llorado como escuintle que era.

Todavía pude mirarla y, sin duda, se veía mucho más tranquila que en la mañana. Dormida, sin calor, sin tensión, sin espasmos en el esternón, sin tener que estar soplándose mis caricias sobre las venas saltonas de la mano izquierda, la mano suave a la que el cáncer no pudo ni quiso invadir. Le dejó al menos un rincón sin sufrimiento por dónde respirar.

La miré y no lloré. La estudié y traté de comprender la relación de los temores y de lo que de pronto se convierte en la nueva realidad. Pero ante todo, agradecí eternamente a Dios verla una última vez sin ese tubo en la boca y sin los ojos vidriosos que le pedían ayuda al techo.

Hoy,10 años después de la partida de mi abue, sigo sin llorar por aquella tarde. Cierto que algo me golpea por dentro, pero para eso, prefiero pensar que mi mano izquierda es fuerte y es la que siempre me hace respirar y recordar los grandes instantes con ella. Los que no tienen techo.

20 comments:

Anonymous said...

No hay mejor alivio que la memoria y no hay mejor persona que la que te hace crecer.

Un beso grande

Anonymous said...

No sé qué decir. Me trajo recuerdos semejantes.

Te mando un abrazo.

Anonymous said...

Lloré de leerte...

Anonymous said...

Guey, no mames, no soy meloso y lloré. Hay muertes que tienen mucho qué ver con nosotros y ésta suena y resuena como algo determinante en tí.

Abrazo fuerte hermano.

Ricardo Otero said...

Hace diez años menos un mes y medio no lloré... Hace tres me vengué y lloré al doble.

Gabriela Carajo said...

Las despedidas siempre son difíciles, pero para las definitivas nunca estaremos preparados ni sabremos cómo reaccionar, aún cuando son inminentes.
Son vacíos que no llena nadie, tristezas indefinibles, extrañamientos eternos...
¡Ánimo! Son ángeles que nos cuidan a cada momento. ¿Qué haríamos sin ellos?
Un abrazo!

Anonymous said...

Luis, por lo que leí creo que le diste todo lo que le podías dar a tu abuelita, por eso ese sentimiento de llorar no surgió. Considero que mucha gente llora las muertes precisamente porque se quedó con algo. Claro, no es en todos los casos.

Anonymous said...

yo no llore, creo que jamas me cayo el 20 de que mi abuelita paso a otra vida, como que en ese entocne sno lo entendi, tenia 9 creo, ya desde el 2000 fue cuando si me empezo a afectar y a extrañarla, aun no he llorado pero si extraño mucho los momentos cuando ibamos a su casa y comiamos, cuando festejabamos con ella los cumpleaños y todas esas reuniones familires que eran mucho ams frecuentes cuando ella vivia, yo creo q si nos reencontramos despue de morir y espero que asi sea porq de veras quisiera q asi fuera.
Siempre la recordare como mucho respto,nostalgia y amor a mi abuelita Maria Esther
tqm

Anonymous said...

Luigi escribiste muy bonito acerca de tu abuelita Ma. Esther siempre recuerdala porque ella te queria mucho. Dream.

Anonymous said...

Definitivamente, son momentos que marcanla vida y nos enseñan que vivir es un momento y que hay que disfrutar los instantes que Dios nospermite conpartir con los que estàn en la tierra.
Aunque al recordar a Ma. Esther, su energìa està presente de uno u otro modo entre nosotros.
Gracias por compartirparte de lo que ella marco en la vida de cada uno de los que conforman tù familia, asì puedo conocerla y recordarla por lo que representaba para cada uno de ustedes.
Te adoro!
Te Amo!

Anonymous said...

ANDAS CHIPI VERDAD?

Anonymous said...

la gente que muere no se va del todo...

si te miras al espejo puedes darte cuenta de que mucho de ella vive en ti y contigo.

xosean said...

Me tardé 26 años en llorarle a Don Juan, mi abuelo, el sastre que me enseñó lo que era tener clase y lo que era un periódico, entre muchas cosas. No lo vi morir porque él no quiso, por lo que para mí hasta hace 15 días no había muerto. Ahora que lo lloré estoy más cerca de él. Te comprendo perfecto.

Lucas Carrabias said...

La muerte no debería ser dolorosa, creo que ese paso podría ser más sencillo si nos preocupáramos por haceer que los momentos en vida sean los que queden grabados.
No llorar no es malo, la muerte tampoco debe ser triste. Cada quien sabe como lidiar con esas ausencias.
Un abrazo

Anonymous said...

Ya fue la misa de mi abue, la verdad no me gustó, hubiera querido que le dedicaran la misa a ella sola y habalran en su memoria, la verdad!.

Y por cierto qué bueno q vi a gaby lalo y luisma, no los veia desde hace como 3 años y a lalo sí el mes pasado en la expo, jeje, pero fue bueno verlos.

tqm

Anonymous said...

Nada como la muerte de un hijo.

Anonymous said...

Alguien que inspira un texto tan intenso y con tanto cariño como el que escribiste debe haber sido muy grande y muy especial.
Creo que el cariño que sentimos por alguien que amamos y que se nos adelanta en el viaje no se mide por las lágrimas que derramamos sino por los recuerdos que nos dejaron.
Estoy seguro que tu abue te dejó cientos de recuerdos campeón. Un abrazo.

Anonymous said...

Como bien comentan varios, yo no sé si llorar es bueno o malo, sólo sé que hoy puedes acariciar aquel sueño en el que tu abuelita te tenía junto a su lecho y puedes hacerlo con la grata certidumbre de que nadie podrá despojarte de tan plácida realidad. Y así irás avanzando por la vida y cuando sientas la tristeza por lo que se va desvaneciendo, la vida te despierta a otras realidades para las que nunca se está preparado.
Las proporciones de la dicha son infinitas si aprendemos a verlas y algunas están a nuestro lado y con cierta frecuencia desestimamos su presencia. Así que pidamos a esos angeles que siempre estaran al pendiente de nosotros, que aprendamos a querernos aquí, en vida.
Yo estoy segura que tienes muchos angeles Luigi y que siempre cuidarán de ti. Besos.

Anonymous said...

Es difícil enfrentar la pérdida de un ser querido, por más que aparezcan disciplinas que te ayuden para lavarte el cerebro...la verdad es que en el momento duele igual.

Yo no tuve la fortuna de conocer a mis abuelos, así que niño, considero que eres un chico muy afortunado por tener recuerdos y porque seguramente llevas un poco o un mucho de ellos al convertirte en la persona que hoy eres.

Dicen que el cielo siempre está solicitando ángeles...algunos llegan primero que otros...

UN BESO

Anonymous said...

Ufff que dificil, mi Tio Ariel murió en situación similar y creo que hay algo en tu interior que se desgarra cada vez que lo "revives". Es como una herida que ya no sangra pero sigue abierta y arde cuando la ves.