Thursday, October 31, 2013

Carta a mi hija recién nacida (o carta a mi Canaria tras haber estado enjaulada dos veces en un hospital)


Hija adorada:

Te cuento un poco de la noche previa.

Antes de entrar a verte, me pidieron que me colgara una bata y me colocara un tapabocas, que me lavara las manos y que fuera respetuoso de las reglas de terapia neonatal en la que te internaron. Me dieron sólo 30 minutos para estar contigo y decidí entrar en segundo lugar, después de que tu madre te visitara la primera media hora.

Entramos sólo dos padres a ver a sus respectivas nenas.
 
Habré dado cinco pasos para encontrarte acostada en una superficie rígida de 70 centímetros. Te vi en perfecto estado de sueño, en plácida siesta, de esas que te hacen viajar muy lejos de papá y muy cerca de Dios. Tenías tu boquita abierta, con la calma de un ángel que se burla de las tensiones del mundo y las preocupaciones de los hombres, de madres y padres, de hijos y abuelos, de todos los que en un hospital pasamos por muertes pequeñas.

Ayer... tu madre y yo morimos un poco. No soltamos peso, pero sí vida. "Metan ya a esta canaria, 24 horas y esperemos que mañana sus niveles de bilirrubina bajen, pero métanla ya", dijo el doctor tras ver tu color amarillento, en el afán de evitar riesgos mayores.

La orden fue cumplida por un staff de jóvenes médicos, quienes te trasladaron a otro piso, inmóvil, en un carrito. Te dimos un beso antes de que te ingresaran en una habitación especial. Ahí comenzó un episodio ruidosamente silencioso de drama para mamá y papá. El mundo rodando afuera y nuestra esencia detenida aquí.

Nos ubicamos en un pasillo aledaño y guardamos tanto silencio como angustia en las siguientes horas. Inexpertos en el tema de las preocupaciones de padres que esperan en una silla de hospital, convertimos nuestras conversaciones en pimienta verbal, en palabras que cayeron en dosis cortísimas. Tu madre no dejó de mirar un cuadro chueco y yo no dejé de observar a una empleada del hospital que tarareaba una canción. "Ironías", pensé yo. Ella feliz y yo parcialmente demolido por mi hija. Dicen que así se equilibra el mundo. Verano de unos, inviernos de otros.

En fin.

Volviendo a los 30 minutos que me permitieron estar contigo, debo decir que hiciste dos pucheros, varias muecas como queriendo llorar (nunca lloraste) y un extraño molido de labios que me hizo reír. Enternecedora manera de sacar baba y seguir luciendo divina. Te di un beso en la frente y luego recé unos minutos. Mis batallas mentales frente a tu calma llena de siesta. Algún día serás madre y comprenderás...

Julia, mi canaria de la piel preocupante, te dediqué unas pocas frases al oído, te pedí fuerza para salir avante de tu segundo episodio de hospital en 12 días y te abracé con el cuidado de quien expresa amores con brazos torpes. Apenas el fin de semana pasado fuiste operada y venciste. En tan corto tiempo te hemos gozado tanto como te hemos sufrido. Nos has arrancado sonrisas y lágrimas. Subibajas del corazón y vaivenes del alma. Mujer tenías que ser.

Con frases descompuestas que Dios deberá comprender, te prometí y te juré, te pedí y te imploré. Como devoción, te equiparé a tu hermano en la plegaria y los envolví en el anhelo de bienaventura y bienestar por siempre. Lo que sea, con tal de que florezcan por años y décadas. Lo que sea, con tal de dejarlos en ruta de vuelo pleno, aunque no me toque verlos envejecer.

Te susurré mi deseo, nuestro deseo, nuestro propósito como papá y mamá de que consientas al mundo y el mundo te pague en bendiciones que no se extingan. Que seas leal a tu pureza de estos primeros y difíciles días, que la vida te abrace y Dios te permita narrarle a tus hijos las anécdotas de amor y grandeza, de dolor y entereza que desde ya has experimentado con nosotros como impotentes espectadores. Líos de la salud que nos ha costado entender.

Después de un rato... un médico me indicó que el tiempo se había acabado. Te di un último beso en la frente, de esos que quieren abarcar una vida en un tris, y te recosté en la superficie de 70 centímetros para que continuara tu fototerapia. Seguías durmiendo con la boquita abierta.

Antes de salir, eché un vistazo al papá que visitó a su hija como yo a ti. Lo vi darle la bendición y las buenas noches. Ella, a diferencia de ti, sumó su novena noche internada, completamente entubada. Tuvo una cirugía de corazón y su reto hoy es respirar sin apoyo artificial.

No te miento. Robé una plegaria por mi hija para obsequiarla a esa pequeña que ni siquiera pudo ser cargada por su papá a causa de tanto tubo. No te faltará esa plegaria, ya pronto sabrás que cuando das un roce a la vida, la vida te regresa dos caricias.

Esta tarde saliste del hospital con la bilirrubina baja y la piel de canaria pintando mejor. Esta tarde renacimos y, como tú, recuperamos color. Esta tarde te demostraste que jamás debes dejar de pelear.
 
Esta tarde la vida nos dio a tu madre, a tu hermano y a mí… dos caricias.

Papá.

4 comments:

Anonymous said...

Una belleza de texto.

LIZ said...

Conmovedor!

MOU said...

Eres un ser humano excepcional. Estoy infinitamente agradecido con la vida por tenerte como hermano y me siento muy orgulloso de serlo al mismo tiempo. Te abrazo

Alexati said...

Mi pequeñita Julia, las ganas que tengo de cargarle y juguetear con ella como lo hago con mis adorados Reni y Rodrigo
Me da mucho gusto que todo esté saliendo mejor, aunque sea poco a poco pero que vaya mejorando todo, por que significa que dentro de poco, conforme vaya creciendo la pequeñita, también podré juguetear y consentirla al máximo, que bueno que Julia está mucho mejor

Los amo
tqmmmmm hermano!!!!