Friday, September 20, 2013

Llegué tarde

Llegué a casa hace minutos, pero no alcancé a ver despierto a mi hijo.

Al entrar a su cuarto, ya todo estaba quieto, en calma, oscuro, y quizá lo que más dolió fue ver que llevaba escasos minutos dormido. No había pasado tanto porque su carrusel de música estaba encendido y girando. El barco acababa de zarpar.

Su siempre ritmo sereno, su pecho elevándose en la más completa tranquilidad, la pureza del alma reflejada en su respirar sin pena, sin culpa, sin polvo, sin maldad, sin mundos hostiles, sin rencores del ayer ni amenazas del mañana. Un ángel viajando sobre la siesta, dentro de la fantasía, por fuera de este universo. Y yo... ahí al lado, mudo, impotente, cercano pero lejano.

Me sentí derrotado.

Me venció la "responsabilidad" y rompí la promesa que le hice de llegar a jugar futbol en el pequeño pasillo con piso en el que él ve un estadio con pasto y portería. Fallé.

Llegué tarde y, aunque no es la primera vez que sus ojos se cierran antes de que yo abra la puerta, sí ha sido la demora más dolorosa. Tenía unas ganas inmensas de abrazar a mi hijo. No sé el motivo. Supongo que no hay que saberlo. Quería timbrar y escuchar su grito desde el otro lado de la puerta, como siempre, con su corazón listo para el abrazo y sus manos prestas para colgarse de mis hombros. Mide menos de la mitad que yo, pero es el doble de emotivo.

Noche normal de viernes, pero estoy abatido, partido. Miré hace minutos su postura y quise despertarlo, pero no me atreví. Era tarde. Es.

Me acerqué, le di un beso en la frente y le pedí perdón en un susurro casi imperceptible, pero dentro de mí sonó un trueno. La culpa.

Los juguetes no mienten. Hoy hubo mucho juego en este pasillo y yo no estuve aquí. Supongo que soy el enésimo padre al que le pasa lo mismo. La espada es el trabajo y la pared la idea de que no falte nada en casa. Y en ese breve espacio, se gana algo y se pierde otro tanto. Cliché de siglos, pero real y vigente.

Se ganan minutos dinero, se pierden horas amor.

Cambio esta larga noche por ser mejor padre, por no fallar. Por no volver a quebrar una promesa que para mi hijo es tan poderosa como mi contrato con el mundo que me hace creer que soy más "importante". Cambio la noche por no errar de nuevo y por darle todo, pero conmigo, aquí, con él, como él quiere.

Hoy me sobran horas de noche, hoy me sobra culpa. Hoy me falta ser mejor, hoy me falta estar. Y ser, ser, ser....

1 comment:

Janett said...

Si algo tiene claro Rodrigo es que tiene un gran papá que si fuera por él, nunca en la vida le fallaría ni faltaría a sus promesas. Esta vez él entendió perfecto que estabas trabajando y se durmió tranquilo sabiendo lo que le esperaría el fin de semana... como todos los demás.. mucho amor, diversión y compañía de sus padres :D

Te amamos