Thursday, April 21, 2011

Decir adiós


Me voy con los deberes hechos, me marcho con la lengua de fuera (dicen que es signo de felicidad) y con el corazón muy clavado en el esternón (dicen que es reflejo de intensas vivencias).

En esta etapa que termina... he de confesar que me largué tarde en ocasiones, llegué antes en otras, triunfé y fracasé, gané y perdí, pero al final del sendero... me hospedo en un estado de pertenencia que, como decía aquella canción, hace que me sienta acolchonado, contento, casi en estado vacacional y, sí, acaso consentido también. Me veo al espejo, lejos de hienas y cerca de animales bonachones que podría comparar con mis amigos, quienes me visitaron el viernes pasado para celebrar uno más de mis cumpleaños.

Es momento de decir adiós a la etapa vieja de la infancia y de nacer a la paternidad inocente. Viene Rodrigo a la vida y yo voy a ser papá. No es que sea menos hijo, es solo que seré más padre. De esos seres raros que imploran no rugirle en exceso a sus cachorros y, a la vez, no demeritar en la enseñanza. Eso me preocupa como a todos, pero, también como a todos, el instinto me guiará.

Ahora se trata de decir adiós al cuidado recibido y dar pie al cuidado dado. Quemé mis naves amorosas, artificiales o reales, mi pasado es un coctel de colores y sabores, y es momento de hacer tierra, de besar la arena continental y de vivir como esos nativos que conquistan la jungla, se postran en ella y construyen su hogar, con piedras y más piedras, por décadas y más décadas. Dios me brinde vida para ello.

Como cachorro que fui, le pido a Él me conceda años, salud y magnificencia para proteger a mi cachorro. Ser salomónico y dulce, ser justo y ser más terso aunque, paradójicamente, la vida me arrugue hasta hacerme anciano.

Que el viento no me doble ni me rompa, por la vida que me queda y el hijo que me necesita, desde el primer cargón hasta que deba despedirse el padre del hijo. Espero, para entonces, sus alas sean poderosas y largas para planear en la vida, para planear por los aires.

He sido bendecido en todos los años en que he sido hijo. Pero, ahora, digo adiós a mi infancia y hola a su infancia. Una toda mía, la otra a mi cargo únicamente. La última vez que nací no me di cuenta; la próxima vez que lo haga, seguro lo sabré a través de él.

Algún día le diré a Rodrigo: "No traigas a un cachorro que pienses dejar solo". Pero mientras tanto, comienza la cuenta regresiva para mirarlo y mirarlo, mimarlo y mimarlo, amarlo y amarlo.

Ha crecido la melena.