
Hoy en día ando insoportable y me pavoneo presumiendo a mi mujer por doquier. Me encanta todo de ella, incluso sus calcetines de puerquitos. Que se murmure, de frente o a mis espaldas, que soy oficialmente un mandilón de quinta.. me vale un cacahuate.
Pero para alcanzar esta cima de amor consumado, las estrellas debieron alinearse y algunas féminas debieron salir de mi vida. No hablo de mis ex novias, sino de aquellas nenorras que pudieron ser y no fueron, esas con las que me apliqué alguna vez y con quienes salí (a algunas me cae que les queda más el término de "las saqué a pasear" o "a orearse"), pero digamos que son con las que el arroz no agarró sabor.
Mencionaré sólo 3 ejemplos, pero contundentes:
1) Marlene: Yo tenía 16 (un pubertazo). La verdad, su cara era poco agraciada, su estatura era de gnomo, era blanquita y medio güerita, pero eso sí, las boobies muy bien (debilidad #1).
Salimos dos veces, pero desde que me pidió con voz así medio melosona que fuéramos por un helado a "Baskin Robbins" porque en su anterior ciudad no había, pensé: "Chale, esta provinciana acaba de llegar al D.F. y quiere probar helados que no sean de carrito con campanitas. Me quiere agarrar de su guía en Chilangolandia".
Cuando dejé a la microscópica Marlene en su casa, mi motivo para no buscarla nunca más fue el modo en que se despidió: "Gracias, hasta la vista y que tengas bonita noche". Perdón, pero... ¡¡¡¿¿¿¿Quién dice "hasta la vista" en este mundo, aparte de Terminator????!!!
Y entonces... ¿dónde estuvo la segunda salida con ella si yo había mencionado dos "dates"?. En sus sueños es la respuesta, porque por ahí un amigo me chismeó que la lunetita se había quedado esperando mi llamada, pero yo, por aquello del elegantísimo y potencial "hasta la vista" en una futura comida familiar, preferí dejar a mis padres ajenos al osote.
2) Ana Mary: Ya desde el nombre había problema. Yo tenía 17 años y acababa de tronar, así que estaba desolado y anímicamente amputado. La niña era ducha en la onda escolar, traía un "Shadow" verde botella turbo que presumía por todos lados y, como señas particulares, estaba muy chapeteada y era zzipi-zzapa.
Esta fémina tampoco me encantaba, pero para mí esa época era como llegar a Acapulco sin equipaje y que te alojaran gratis en la suite del Hotel Elcano. No dices que no, si de antemano no esperas nada de nada.
Salimos varias veces y no fuimos por ningún helado. La pasamos bien y para mí era glorioso que no me dijera "hasta la vista". Con el "bye, regrésate con cuidado" yo me sentía progresista, además de que me plantaba los besos entre mejilla y labios. Aventadona y decidida. Bien por ella.
Iba todo bien hasta el día de su cumpleaños 18. Enfrente de sus papás, la señorita se echó un soberbio "speech", donde se tomó la molestia de incluirme afectuosamente. Su padre pasó a abrazarla y, unos segundos después, entró a escena la mamá (suspiro extra large). Hija del mal. La señorona traía un escote del tamaño de las chapotas de su hija y activó, ipso facto, mis sensores. Alguien chocó su copa conmigo y yo no reaccioné, seguro algún tío se dio cuenta de mi estado comatoso y de mis venas saltarinas. Desde entonces tengo una vena en la sien que nomás no se desfinflama.
"A ver güey, ¿sí alcanzas a captar que la mamá de la niña con la que sales está impresionante y que las chapitas las trae en otro lado... y a la intemperie?", me reté a mí mismo.
"Mí mismo" respondió de inmediato y enjauló a la fiera. Momento de abortar la misión de tajo para evitar un lamentabilísimo episodio tipo "El graduado". Es que no era que la suegra estuviera poquito mejor que la galana; es que en verdad el cósmico escote estaba para que yo ahorcara a la galana con tal de que me hiciera palancas con su mamá. No, no y no. Eso se piensa, pero no se hace. Adiós para siempre, suegra fatal.
3) Isabel (Chabela): "Luisitoooo, ¿a qué hora vas a bailar conmigo?".
La frase parece perfectamente normal, pero si pensamos que la vociferó Isabel con micrófono en mano en un tono tan potente como cachondo como etílico, enfrente de todos y en plena fiesta de graduación en el 2001 (con papás, nanas y hermanitos presentes), ya se imaginarán la reacción de mi familia y de mi entonces novia.
Pero así era Chabelita a sus 24 (y yo a mis 22). Una devoradora de hombres cuyo propósito era echarme al plato como a algunos otros (un tal Chihuaz sí cayó). El que se dejara… ¡sopas!, dos boobies 32B de avanzada y la pompa firme como primeras armas de seducción. Una micro señora Robinson, ya que andamos en el tema de "El Graduado".
Una noche (y con esta anécdota basta) a un amigo al que llamaremos "X" (por su seguridad) se le ocurrió decirle a Isabel que yo estaba solapa en casa y que porqué no venían a mi morada después de una fiesta a la que habíamos ido los 3. Yo entendí que mi amigo "X" quería un escondite para llevar a cabo la actividad física vigorosa con ella, así que le apoyé en lo que a un nido se refería.
Llegamos a mi casa ella, "X" y yo. Les serví un trago como buen anfitrión y, luego, como distinguido patrocinador y mecenas del guayabo, les dije que podían ir a checar mis cd's a mi cuarto. Mi amigo casi me besa los pies. Acto seguido, subió con la Chabelois mientras yo me quedaba en el sillón de la sala medio dormido y con un cojín entre mis brazos. Provechito.
60 segundos después, me despertó un apretón. De pronto, yo era la tapa del pan, el cojín era la lechuga, Chabela era el jamón fresquecito y mi amigo fungía ¡como la otra tapa de pan!. Sí, algo había salido mal.
No estaba soñando, y al ver que mi compadre no había durado ni un minuto con ella en mi cuarto, entendí que esto se trataba del "haz sándwich".
La devoradora y extasiada amazona me exigía que quitara el cojín que la separaba de mí, al tiempo que mi cuate la secundaba. A éste le había valido todo... con tal de echarse el emparedado como fuese, y a ella... también. Tantos años de amistad se nos iban de pronto en un mordisco.
Cada quien peleaba por su causa y luchaba fragorosamente por su meta, pero yo no soltaba el cojín, al cual, hoy venero tanto como al Sagrado Corazón.
Digan lo que quieran, pero no cedí. Esa lucha encarnizada, que parecía la urraca-rana hecha por tres rudos, culminó con el desdén de Chabelita y el enfriamiento crónico, pausado y doloroso de los fluidos de mi amigo "X", ese que sin mi permiso se quiso volver "XXX".
Con el tiempo, ambos me perdonaron y cultivamos la amistad sin episodios secretorios del tercer tipo. Me cae que si yo hubiese tenido algo que ver con Isabel, (toco madera) y si se hubiese embarazado y hubiese salido niña, ésta, apenas brotando del parto, me hubiera visto y, antes de decirme papá, se me hubiera lanzado encima para iniciarse en la actividad física vigorosa.
Con 3 ejemplos basta. Está claro que cuando una pareja no es para ti, no es para ti. Y a veces, sin darse uno cuenta, ese "hubiera" no sólo NO existe, sino que es lo mejor que te pudo NO HABER PASADO EN LA VIDA.