
Domingo. 4:35 de la tarde: Sigo acostado. No tengo voz, no puedo mover más que los deditos (meñiques). De la boca me está saliendo un líquido extraño (creo que es baba) y Camila me ladra en el oído porque no le he dado de "desayunar". Tengo un ojo semiabierto, soy antimateria. Parezco apache porque sólo puedo decir "ao", "aaao"... "aaaao".
Sábado. 4:35 de la tarde: Manejo rumbo al Foro Sol para ver a Metallica. Charlie es mi copiloto, Luisma viene atrás poseído por el demonio del metal y mi hermana Lawrence considera seriamente pedir un taxi. Se espantó especialmente cuando vio que un camión de carga nos pasó rozando la defensa por venir pajareando y pidiendo a nuestro vecino de carro que cantara rabiosamente con nosotros "Seek And Destroy". Se dice (y se dice bien) que todo hombre es un metalero frustrado, dedicado a otra cosa.
Hemos llegado al recinto y Lawrence ya se vengó y nos regresó el susto. Sí, la señorita (fan de Benny el tontito) nos ha tomado la primera de muchas fotos y luego ha dicho: "Quedó padre, déjenme voy por los boletos que los dejé sobre la cajuela". Inenarrables segundos de angustia tras los cuales casi se viene el primer slam de trompadas entre hermanos, en plena terracería. Por fortuna, todos los cromagnones melenudos vienen con los ojos cerrados invocando a Satán y ninguno ha hurtado nuestros boletos.
Apenas nos acomodamos en los asientos y el radar de Luisma ha detectado la presencia de cubas (¿¿??) en las gradas, siendo que en las tiendas del foro se vende únicamente cerveza. Así pues, con su característico encanto y su carisma de mamador rascacolas, ya se hizo amigo de unos jalisquillos que, para colmo, son los clásicos folclóricos de provincia que se ríen con cualquier chiste y que nomás conocen un inmueble de más de 30,000 asientos y creen que todos los que estamos ahí somos dioses del Olimpo. Quieren que seamos hiper amigos ya desde hoy y por siempre. Así que Luisma aprovecha y se colude en la clandestinidad del tráfico de ron. “¡Al rato intercambiamos teléfonos!”, nos dicen los charritos estos. Ajá, sí.
Se apagan las luces y aparece en las pantallas la escena del panteón de The Good The Bad and The Ugly, con "The Ecstasy Of Gold" de Morricone, catártico prólogo que Metallica usa desde 1983 para abrir sus conciertos.
Justo le estoy platicando a Charlie que mi disco favorito de la banda es Ride The Lightning, del ya lejano 1984, cuando suena la primera de la noche "Creeping Death", lo que me hace pegar el primero de los 2000 brincos que un idiota necesita para hacerse polvo los talones, sin darse cuenta. Le siguen "For Whom The Bell Tolls" y "Ride The Lightning" (del mismo álbum) y ya para entonces yo ando metaleando cerca del barandal de la sección. Mi acrofobia anda en la lela y mi hermana muy preocupada por mí. Me ve raro.
Luisma también tira sus hachazos coléricos y Charlie es, en todo caso, el único muchachito que no sucumbe al edípico regazo de la madre de todas las bandas del metal. Él canta, pero guarda la compostura.
¿En qué momento pasó? No sé, pero repentinamente me quedo sin playera (siendo ésta rescatada por mi querida hermanita). Lo juro. De los más de 100 conciertos a los que he ido en 31 años, jamás había dejado mi torso de Aquiles (Pérez) al aire, lo que refleja mi grado de euforia por volver a un concierto de este cuarteto 16 años después de haberlos visto en el Palacio de los Deportes.
Se arman cuadrillas de slam en "Master Of Puppets" y "Fight Fire With Fire" y acá seguimos saltando con vehemencia y riesgo de acomodarnos un severo tarugazo. La noche de luna llena avanza, los detenidos aumentan y el alcohol se acaba.
Una locura, una catarsis que hace mucho no experimentaba y un concierto cuyo momento más memorable se da en la tranquilidad. Suena la apacible "Nothing Else Matters" y yo me encuentro con mi hermana, recargado en un barandal, abrazándola como nunca lo he hecho y depositando en su cabeza un beso que, quienes nos conocen bien, saben que jamás le he dado. Al menos no así, al menos no sin este motivo que es el mejor de todos los motivos: el no tenerlo.
Domingo. 5:22 de la tarde. Camila ya está "desayunando" y yo, todavía a ras de sábana, empiezo a mover algo más que el meñique.