
"¿Crees que te pegue cumplir 30?", me preguntó hace poco mi amiga Elianne. Mi cabeza empezó a exhumar recuerdos.
En la niñez:
- Dejaba los fruti lupis de color rojo al final.
- Me inflamaba de ganas para que mi padre me dejara quedarme los fines de semana en casa de mi primo Fer.
- Añoraba el '7' como número de lista (siempre fui el 8).
- Escogía la URSS para cualquier juego en la calle.
- Veía con detenimiento las boobies de las niñas de secundaria.
- Convertía la pared del jardín en el "Monstruo Verde" de Boston y era campeón cada miércoles con un atrapadón (que nadie festejaba).
- Intentaba hacer la "e" diferente a los demás.
- Protegía la reja de la casa de los balonazos de mis amigos con el nombre de Héctor Miguel Zelada.
- Comprendía los años basado en el cabello de mi padre, en el armazón de sus lentes y en la evolución de los nudos de sus corbatas.
- Cumplía el balance de amor y desamor, sufriendo por Cristina e ignorando a Noemí.
- Me creía súperheroe en mi bici. Nunca rescaté a nadie.
- Coleccionaba latas de refresco. "Shasta" era mi predilecta.
- Ansiaba crecer y tener un coche que me permitiera bajar de él al llegar del trabajo, abrir la reja y entrar. Y después, con un jalón deshacerme el nudo de la corbata.
- Intentaba comprender un "bip" que le sonaba cada cinco segundos a mi abuela Esther.
En la adolescencia:
- Empecé mi historia de conciertos con Guns N' Roses.
- Practicaba una dieta rica en añoranzas.
- Veía mil veces "Rocky IV" y regresaba las secuencias de Stallone entrenando en Rusia.
- Iniciaba mi fascinación por Depeche Mode.
- Salía a las 6 AM a ver a Vanessa, una vecina cuyos bucles negros me hacían tener un instante fantástico. Cuando desaparecía su carro me regresaba a dormir, conservando ese tipo de romance que sólo es perfecto porque es distante.
- Comenzaba a colocar a las mujeres en mis variantes de apetito.
- Planeaba ser banquero. La idea era iniciar como ejecutivo de cuenta y copiarle a mi padre la ruta para lograr lo mismo que él.
- Cargaba a mi hermano Alex y trataba de ver si tenía los mismos remolinos en el cabello que yo.
- Perdía a mi abuelo Ramón y a mi amigo Alfredo.
- Escribía por vez primera. Era un poema titulado "Alguien".
- Besaba a mi primera novia en la recámara de otra amiga, mientras sonaba "River Of Dreams".
- Se acrecentaba mi incompresión sobre el "bip" que le sonaba a mi abuela.
En la juventud:
- Le he comentado a mi padre que el nudo de la corbata ya no se hace tan chico. Él me dice que la impunidad del periodista no debe ser tan grande.
- Mi madre me sigue dando la bendición, pero ahora en la versión corta.
- He aglutinado 6 noviazgos y un matrimonio de 3 años.
- He mirado en aquel león moribundo de Lucerna lo más fregón de mi vida.
- He intentado ser más cómplice que marido, y menos amigo que esposo.
- He visto en la maternidad de mi hermana la noción más vívida de lo que significa cambiar al mundo.
- He confirmado que soy "boobívoro".
- He repetido la llegada del coche al hogar (sólo que mi puerta es eléctrica, lo que me impide cristalizar el deseo de aquel niño). Si acaso, cumplo con el jalón de la corbata.
- He dado gracias a Dios por estos 29 años lejos de los pantanos.
- He digerido que aquel "bip" que le sonaba a mi abue era una válvula que le fue colocada en el corazón días antes de que yo naciera y que comprendí instantes después de que ella falleciera.
Al volver al presente, Elianne ya no estaba. Tal vez fue a ver si en el mundo al que hoy le damos pequeños sorbos puede encontrarse todavía una lata de la marca "Shasta", símbolo de aquella época que nos bebimos sin parar.
Ironía de los 30, a los que llegaré en unos días: mientras más lentos somos, más rápido se pasa el tiempo.