
Hoy desperté temprano para platicar con mi astronauta, quien flotaba dormido dentro de esa cápsula que cada vez se le ha hecho más angosta porque aún no tiene noción de que es él quien crece a medida que el tiempo transcurre. Seis meses cumplidos el fin de semana y, gracias a Dios, todo viento en popa. Latidos constantes, mañas adquiridas desde ya, y la convicción absoluta de que no le gusta que su madre se acueste. Tal vez el mundo horizontal le resulta aburrido.
Noches nada fáciles, mucho movimiento y mucho calor especialmente para mis amores (ignoro si la temperatura es distinta para las embarazadas). Aun así, decidí despertar a mi hijo. Mover un poco mi mano sobre la panza fue suficiente y, de pronto, la respuesta. Un chipotazo casi imperceptible que traduje arbitrariamente como "Papá, aquí ando" de un ángel sin lengua definida ni fisonomía concluida. Pero ahí estábamos, al amparo del sueño de su madre, los dos hombrecitos. Mañana que anuncia un calor insoportable en pocas horas y otra jornada laboral intensa, frenética, cambiante.
Plática de aproximadamente media hora en la que el silencio intercaló momentos de introspección y patadas de reflexión. Yo le hablaba, él se movía. Seguro mi astronauta ha de haber pensado "Qué le pasa a mi papá que me hunde la barbilla". No importa, las quejas son como el hipo. En cualquier momento, por cualquier cosa, en cualquier día.
Echando un ojo al calendario, me quedan poco más de dos meses de ser un padre potencial o, al menos, un padre que sólo puede usar la mente, la voz, la mano y la barbilla para conectar con esa manita escondida detrás de la cápsula espacial que cada vez es menos amniótica y menos espaciosa.
Según entendí, mi astronauta tiene hoy en día un horizonte rojizo, y una mancha redonda al frente que, supongo yo, es el ombligo de su madre. Se parece a un eclipse, o a un amanecer o a un botón incandescente. Difícil describirlo. Él intentó, pero yo entendí como pude.
Limitantes de una comunicación preferentemente táctil, en la que él añora mi mundo exterior y yo, a veces, busco paz en su mundo interior.