
Ceci y yo basamos nuestra amistad pura en un principio elemental: repulsión mutua.
Y, así, con esa aversión cariñosa y leal, este par de mamíferos nos pusimos de acuerdo para ir al concierto sabatino de The Killers, previa escala en su casa para robar un poco de gel y una Coca. Mi amiga no es de conciertos, es más bien de fresez mal entendida y de cafecitos pirruris, pero no importa. En cuanto supo que estaría a pocos metros de Brandon "Flores", como que las glándulas sudoriparas se le pusieron saltonas y aceptó con gusto. Ofertón por ir a las sección de piso del Palacio de los Deportes y echarle malvavisco a las 6 canciones que conocía.
Llegamos a la cochinilla de cobre y muy pronto nos encontramos a Chanfle II, a Anaid, a Hadi y a otros miembros de la cuadrilla libanesa (esos que protagonizan la serie "La Hora de la Ceja"). Sin embargo, pronto nos sofocamos y decidí, junto con mi amiga, ir metros atrás, a un lado de la consola. Buena vista, barandal de por medio y menos riesgo de empujones. Y justo a las 10:09 PM, que se apagan las luces y que empezamos a brincar (para escribir el presente post le pedí a mi amiga que me dijera de qué color eran los tenis con los que pegó 780 brincos, y me sale con la mafufada fresoide de "Negros, marca Coach, por supuesto"). El "por supuesto" me ha hecho el día. Una obviedad digna de las fresas de Irapuato.
Decir que iniciar el show con "Human" es lo más palomero del mundo... queda corto. Flowers, un
frontman en evolución, ha aprendido a ser tribunero. Y le funciona. Es el último de la banda en salir a escena, saluda en ese castellano de resortes flojos que estimula a las chavitas, brinca como diablito durante todo el recital, se avienta un par de rolas detrás del piano (Axl Rose y "November Rain" permanecen influyentes), incluye frecuentemente la palabra "México" en los estribillos, se sube en las bocinas, baja a los pasillos y pide que la gente lo toque, sabe exactamente en qué momento el contraluz lo mitifica y posa en consciencia plena de que lo que importa es su silueta. Por momentos, me recuerda a Bono, por momentos me hace temerle a la versión "Vegas" de Chris Martin, pero Flowers confesó en abril pasado a su ídolo y molde:
"Before I ever thought of myself as a musician, I was personally affected by Depeche Mode and, particulary, by Dave Gahan. Some Great Reward and Songs of Faith and Devotion shaped me before I even wrote a song".
Clichés más, clichés menos (el lanzamiento de papelitos al final de "All These Things That I've Done" me recordó al festival Acapulco '94 cuando cerraba Mijares con "Soldado del amor"), el concierto ha sido macabro. Tanto, que mi amiga pura se ha desgañitado. Se quitó la dona del cabello muy pronto, arrojó un vaso de cerveza en "Somebody Told Me" (una carrera en el Tec no extirpa los instintos cavernícolas) y luego creyó que estaba en el cine y aventó las palomitas en los coros de "Mr. Brightside". De paso, impidió que una mañosa que decía sentirse mal, nos robara los lugares de privilegio. "Si te sientes muy mal, mejor vete". Una lindura.
Yo, mientras tanto, me histericé cuando el cover de "Shadowplay" incluyó un tributo visual a Ian Curtis y a sus bailes epilépticos de 1979. Mandé mensajes por celular y encontré catarsis mientras la cruz en mi cuello me golpeaba frenéticamente la clavícula... y algo más. Un sábado redondo, de principio a fin.
Y para cerrar, había que hacer algo más. A un lado de la consola siempre hay dos opciones: mirar como imbéciles al ingeniero de sonido, o pedirle con aires de ruego el
setlist oficial de la noche. Se prenden las luces y con mi inglés tlalpeño le pido al gordinflón que se acerque (le digo a Ceci que me tenga lista su cara de mártir). "Hermano, ¿tienes el setlist?". "Sí". ¿Nos lo regalas? (El mamador se queda pensando como pa' hacerla cardiaca). "Ándale, es que es el cumple de mi amiga y es ultra fan". El tipo es vacunado por la versión más chantajista de Ceci... y accede. ¡¿Qué te tomas panzón?! Sabíamos que
tonight was gonna be a good night, that tonight was gonna be a good-good night... Lo guardamos, salimos y nos fuimos a otra fiesta a seguirla.
Lo dicho: Ceci y yo basamos nuestra amistad en un principio elemental: repulsión mutua. Pero se compensa con 10 años de largas pláticas y 2 horas de momentos matadores.
Larga vida a mi amiga de los tenis Coach... "por supuesto".