
"Tienes cara de mamón; te me hacías de lo más mamón".
Aunque El Corredor jamás se ha caracterizado por incrustar en sus textos palabras que desarticulen el "Jogo Bonito" del lenguaje de Guanajuato (correctísimo como el Cristo de Silao), en esta ocasión no tuve opción y puse las palabritas que me han repetido últimamemente muchos amigos, conocidos y quienes brindan conmigo hasta en el desayuno.
Sí. Percibo una cruzada en mi contra (particularmente contra mis gestos, muecas, facciones y no sé qué diablos más) organizada por Dios sabe quién, pero que ha derivado recientemente en un ataque frontal, persistente y sistemático en el que se me dice que quienes me conocen pensaban que era mamón al principio y quienes no me conocen seguro me lo dirán cuando me conozcan. En resumen: soy un maldito mamón a sus ojos.
En mi defensa diré lo siguiente: ciertamente no me interesa conocer y tratar con toda la humanidad, pero eso tampoco significa que sea el Scrooge de la Asociación de Colonos de San Bernabé esquina con Cruz Blanca, al cual los demás entes le valen una soberana sardina. No. De hecho, cuando llego a quitar el parabrisas, dejo que la lluvia me empape... y rico.
Hace algún tiempo, estábamos mi amigo Mike, mi cara de mamón y yo platicando (los tres bien bolsones) a pleno rayo del sol en un estacionamiento del sur de la ciudad. Ningún tema en particular, así que todavía más a gusto la plática. No recuerdo el motivo por el que en algún momento dije algo en voz alta que alcanzó a escuchar un metiche (llamado Polo), quien de pronto irrumpió en la conversación sin previa invitación.
"¡No lo critiqueees, instrúyeeeloo!" (tono de voz de cabecilla naquete de la última butaca de la Barra Monumental un domingo en el Azteca). Mike y yo nos quedamos callados, pero quien sí respondió fue mi cara de mamón: "Ah. Qué onda güey" (tono de sepulturero consumado, que lo único que está solicitando en ese preciso instante es que el tal Polo se evapore, se esfume y se haga inmaterial con todo y sus dientotes de tiburón martillo a medio morir, de esos molares que se ven por más que el pedazo de metiche intente cerrar la boca).
No, no es mamonada. Simplemente hay gente que no puede conquistarte si viene vestido con playera del tucán de Poco-Loco, pantalones beige de vestir, calcetines de Adidas y mocasines a los que el güey cree que les tiene que conseguir unas agujetas bonitas. Ni qué decir de los lentes de Beto el Boticario. ¡¿Qué en su familia nadie le avisa?! Este compadre no la libra ni con un trabajo integral de hojalatería y pintura.
Mi amigo Mike me apoya, pero él es buena onda, no tiene cara de mamón y cuida la forma, la forma y después la forma, a pesar de que el objeto de estudio sea "amorfo", como Polo.
Sí, lo admito. Con el tal Polo no sólo no quité el parabrisas. De hecho lo centré, aceleré, me lo llevé, metí reversa, le subí al radio, lo volví a centrar, lo volví a arrollar y, ya después, le pedí una disculpa, pero pues... ya no reaccionó.
Por lo demás y con los demás, suelo ser... ¿cómo decirlo?... meramente precavido. Tal vez porque sé que, una vez nadando en aguas abiertas, me dejo hacer cosquillas hasta por el más pequeño de los ajolotes. Y todos los ajolotes que me rodean, incluyendo a quienes leen la presente "carta del mamón", me resultan indispensables, aunque pocas veces se los haya dicho.