Monday, May 31, 2010

Garantía


Estuve a punto de matarlo, pero vi lo que había detrás y sostuve el dedo temblando en el gatillo. Lo rocé, lo acaricié, estuve a punto, pero no jalé de él.

Creo que fue en 2009 cuando vi Into The Wild, una película que ha marcado gran parte de mi vida reciente. Las montañas y los lagos, la soledad y la compañía, el abandono y las ganas de enfrentar al silencio. Todo ha servido, de piedras se saca agua.

En muy pocos meses, mi vida cambió drástica y fundamentalmente. El color de la ventana al amanecer fue otro, la almohada, los gestos y el café mañanero, el camión del gas, el ángulo del sol y la vista de las noches. Pero permanezco en esencia, soy el que fui cuando niño. Sonrío con los ojos, compacto imágenes particulares y mi memoria, aunque gastada, se mantiene eficaz a lo entrañable.

La línea 17 de "No Ceiling", uno de los temas del soundtrack de Into The Wild, es posiblemente el resumen más preciso de los últimos meses de mi vida, frenéticos ellos, intensos, inverosímiles:

I've been wounded and I've been healed.

Según los pesimistas, el dolor es el último paso. Según los optimistas, el primero. La coquetería es una promesa de costo sin garantía. El amor auténtico, en cambio, es lo único que se ve, se toma y se lleva gratuitamente. Entonces... abrir los ojos y elegir bien es la única y más importante encomienda.

El amor real no tiene ni requiere garantía.

Porque no falla...

Friday, May 28, 2010

Tubo


Se dice que está en boga la clase de tubo. Al menos yo escucho cada vez con mayor frecuencia que las féminas están siguiendo esta disciplina del bien bailar y el bien sudar.

Como nunca antes, novias y esposas se enfocan en aprender el arte de resbalar por la vertical y contonearse para beneplácito de sus "hombres" (como se dice en el norte) y me pareció interesante consignarlo en el corredor.

¿Esto significa que la recomendación de "unirse al enemigo" aplica de cierto modo?, ¿tener un tubo en casa merma la posibilidad de que tu pareja vaya y busque un tubo fuera de ella?, ¿esto es como si se legalizara la droga para mitigar su efecto y costo?, ¿estamos ante una venganza de las mujeres de casa en contra de las míticas teiboleras?

Busco respuestas.

Thursday, May 13, 2010

Los 62 cadáveres de la casa de mi abuela


Muchas veces bajé en silencio a la sala a media noche para husmear en la pila de libros que mi abuela tenía tan ordenados y cuidados como dentadura de modelo veinteañera. Pero estaba lejos de encontrar ahí mi objetivo.

Su colección de Agatha Christie, incluidos 62 libros seriados de las ediciones de los años 30, 40 y 50, es decir los originales, estaba ni más ni menos que en el cuarto de Carmela, atrincherada en el buró que se situaba entre la cama y la ventana ahumada. Tras la apertura de sus dos puertitas aparecían empastados en blanco y en fila vertical los motivos de fortuna de mi escritora predilecta, la creadora de los únicos asesinatos humorísticos de la historia, la amante de Poirot (¿habrá existido este hombre bajo otra identidad?), la autora más leída después de La Biblia y Shakespeare.

Una vez que mi abuela comprendió mis intenciones y la obsesión con la cual tropezaba aquellas noches, puso fin a mis búsquedas a hurtadillas y decidió prestarme los ejemplares de Agatha para leerlos, digamos, a cucharadas, uno a uno, sin prisa y con la estricta encomienda de que, una vez resuelto el crimen, le devolviese cada libro en la mano. Ella se encargaría de colocar la muela en el lugar correcto de la dentadura. Nada de abrir yo la boca del buró.

Consumir los relatos en aquellos años de mi niñez resultó casi una intoxicación. La penúltima página siempre fue la mejor porque el sabor de Agatha radicaba en el misterio, dejando que la resolución fuese mero condimento. Los besos y los finales de los libros se parecen mucho: los puedes saborear poco antes de que se concreten.

En el comedor de mi abuela vi a la joven artista estrangulada, en su sala quise saber quién hundió el cuchillo en el cuello de Lord Edgware, sentado en la escalera traté de entender la relación entre la ouija y el asesinato de Joseph Trevelyan al interior de una pequeña ciudadela de la campiña inglesa. En ciertas noches, cené rápido para regresar a la cama y saber quién mató a John Christow. No menos urgencia me causó comprobar si Rosemary Barton en verdad se suicidó o si alguien la envenenó con cianuro.

Pasé mis 10, 11 y 12 años cumpliendo la regla de no empalmar historias, y a Carmela la hice prometerme que, el día que quisiera deshacerse de Agatha, me convertiría en beneficiario de esta herencia literaria, la única firmada con sangre, mucha sangre, demasiada sangre, chorreado de sangre.

Por desgracia, a la abuela se le olvidó mi encargo, y hace no mucho me confesó que, en un arranque de desesperación por la mudanza, decidió regalar todas esas ediciones añejas de mi autora predilecta.

Entonces sí... sentí que alguien, súbitamente, me había asesinado. De noche, lejos de quien pudiera escuchar, un golpe ahogado, sin que la sangre se notara. Sin rastro y con la orquesta tocando.

Friday, May 7, 2010

El amor de madre


Desde hace casi 2 años me volví no fan, sino adicto a la Fórmula 1 para, ahora sí, seguir durante cada carrera a la escudería de mis amores, Mclaren, y en particular a Lewis Hamilton. Quienes me conocen saben que he dedicado varias desveladas domingueras a seguir la flecha plateada de la escudería británica y al morenazo que andaba con una de las Pussycat Dolls.

Bueno, el punto es que mi señora madre, aka Chabelo-Dream, viajó hace poco a Inglaterra (tierra de Mclaren) y, como su consen que soy, tuvo a bien buscarme mi anhelada camisa oficial de Fórmula 1. Ni siquiera se la pedí, ella misma fue a buscarla de corazón bonachón de algodón. Y así, esta semana en que nos volvimos a ver, caí en la casa de Mantúa:

- Mi vida, mi cielo, mi rey: ve a mi cuarto y sobre la cama verás algo que te traje. Te va a gustar mucho y te vas a ver muy bien.

Subo, entro, abro, y sí, ahí está, una camisa negra oficial de... ¡¡¡¡¡Ferrari!!!!!! (pa' los que no lo sepan, se trata del acérrimo enemigo de Mclaren).

Definitivo. El amor de madre no conoce fronteras... ni colores, ni nada. Es amor simple, espumoso, total y puro. No pregunta, no supone ni espera. Da en cascada y punto.

Y así lo tomo.... y así la amo.