Sunday, May 24, 2009

En sus licras, listos... ¡fuera!


Elia me dio su dirección en un papelito doblado, en algún momento de 1992. Recuerdo que su letra era bonita, pero difícil de leer, ya que el color de la tinta era verde migraña. En aquellos tiempos, MC Hammer y Technotronic habían puesto de moda este tonito para ciegos.

Aunque yo no contaba aún con coche, la suerte hizo que esta fémina y yo viviéramos a escasas cuadras de distancia, lo que me hizo construir horizontes de ingenuidad, creyendo que el destino estaba de mi lado.

Así pues, en la primera visita que le hice, se me ocurrió preguntarle la cajonera: sus hobbies.

Me he saltado al siguiente párrafo porque, a diferencia de las clásicas respuestas mujeriles de "me gusta antrear" o "me gusta salir con mis amigos", la de ojos verde olivo me salió con la única que no anticipé: "Amo ir a correr".

Benedetti declamó: "No hay alegría más alegre que el mismo prólogo de la alegría". Así que bien alegrote le salí a esta fémina con que yo corría todas las mañanas. Supuse que sería un "gancho" y un recurso favorable.

"Luis, hagamos algo...", dijo (mi mente perversa se pintó de rojo pasión). "Ya que nos encanta correr, echemos un café, nos vamos a dormir (pensé que me estaba sugiriendo el sabanazo) y mañana te veo a las 6 AM en Cuemanco para correr y medir tus tiempos y mis tiempos". De pronto, se abrió el cielo y salió de entre las nubes una voz que decía: "¡Tómala pto!".

Bueno, "mis tiempos" no eran de bonanza. Lo máximo que había hecho previamente, en cuanto a movimiento constante de extremidades inferiores se refiere, era rodar 3 pisos por las escaleras en un edificio de Viaducto. Difícilmente mis 6 años en el futbol me habrían de ayudar porque sumaba al menos 15 meses sin entrenar más de cinco minutos.

Pero el amor es el amor y la reverendísima pendejez es la reverendísima pendejez, y más hermoso es cuando estas dos variantes de la vida confluyen en un objetivo: lograr un primer apretón de boobies. Así que, tirado todo este choro, le contesté a Elvia con el entusiasmo de un flamingo en pleno trote: "¡Excelente!"

Al día siguiente, la fémina llegó muy mona a la pista a las 5:55 AM. Llevaba sudadera, licras de "squezzeame, squezzeame", tobilleras, tenis blancos y esa cola de caballo que hace que cuelguen unos cuantos caireles sobre la frente. Un efecto muy coquetón.

Este servidor, en tanto, arribó con sus pants de dormir, acondicionados para el reto sabatino y sin ensayo general. Preparadísimo para tragarme los kilómetros del circuito, y por dentro mis músculos igualmente listos para convertirse en espasmos feroces y calambres atroces. Yo pensé: "Cuando acabe esto, el amor empezará a hacer de las suyas". Menuda ingenuidad la que habitaba en mí.

Y, pese al amanecer rojizo y cautivante, que empieza el recorrido de modo brusco. Elia se quita la sudadera y... ¡azummmaa!. ¿Por qué me pasa esto antes de arrancar? Ya estaba agitado y todavía no venía la primer zancada. "¿Listo?, ¡a correr!", gritó la de ojos verdes. Y que se empiezan a mover sus licras solitas. Puuum, puum, puum, "¡Vamos Luis, no te me atrases!". Y el pum, pum, pum con ese ritmo de gelatina bien cuajada. Chale.

Reaccioné y quité los ojos de las licras sonrientes como a los 200 metros. Y eso porque un ciclista en sentido opuesto al mío casi me plancha. Elia me jaló hacia ella, pidiendo que no me separara. Y pues... así… imposible negarme.

El trote y la plática compaginaron a la perfección en el inicio, con anécdotas y relatos de los tiempos idos, con tantos temas brotando que hacían pensar que la pista sería insuficiente para albergar la totalidad de las palabras. Parecíamos conversadores de años, burlones de un mismo tipo de presa y hablantines de cualesquiera síntomas de complicidad. Buen saldo para ser nuestro primer encuentro distendido.

El problema vino como a los 700 metros por una simple razón: todo hombre no deportivo empieza a cocinar saliva gelatinosa en la garganta más pronto de lo esperado. Eso sucedió. Elia platique y platique sin que se le doblara una sola sílaba, y yo empezando a ladear la cabeza. Mejor dicho: todas mis anécdotas empezaron a quedar atrapadas en el consomé de gallo que se tejía en mi esófago (y que, obvio, no debía echar a la pista frente a esta mujer de los ojos verdes y las licras rítmicas).

Así pues, los siguientes tramos los recorrí en tinieblas. Mientras ella hablaba, yo hacía dominadas con mis pulmones. Un poco más adelante, que se apaga mi turbina derecha, pero bien dicen que se puede subsistir con un pulmón, así que continué como si nada, alejado años luz de mi centro de sinceridad.

De pronto, cuando mi cara estaba morada y mis jadeos eran peores que los de una rumana con dos negros en plena película porno... Elia reconoció en los corredores de ruta opuesta un rostro familiar, frenó y comenzó con él una plática de 5 minutos, lo que me hizo elevar mi más adolorido agradecimiento al santísimo cielo. Tiempo suficiente para que yo me perdiera en los arbustos aledaños y me acostara en el pasto con brazos y piernas en forma de "X".

Volví a la acción con mejores pulmones, pero mi "target" me recibió con un latigazo equivalente a correr 20 kilómetros más: "Ya podemos seguir. Era Alfonso, un niño que me encanta; andamos saliendo". Se abrió de nuevo el cielo y salió de entre las nubes una voz que decía: "¡Tómala otra vez ptoooooo!".

El amor es el amor y la reverendísima pendejez es la reverendísima pendejez... y todo por lograr un p… apretón de boobies. En fin.

Benedetti declamó alguna vez: "La muerte es síntoma de que había vida". Yo simplemente diría que el pum pum de unas licras rítmicas es síntoma de que había... y mucho. Pero no para mí.

17 años después de nuestra última plática, Elia y yo contactamos hace unas semanas vía Facebook. Ambos ya casados, ella viviendo en Puerto Vallarta y yo en la ciudad que le tapó la boca a la influenza. Lo primero que me preguntó fue: "¿Qué ha sido de tu vida, sigues corriendo?".

Han pasado 10 días. Todavía no le contesto.

Wednesday, May 13, 2009

Sin título


- Alex, aprovechemos que no hay luz. Ve este video en mi laptop. Creo que te moverá.
- ¿De qué es, Luis?
- Es la escena final de "Cinema Paradiso". A las mujeres les encanta y no porque eso me pase a mí también, soy vieja.
- A ver, pues...

Pasan 4 minutos.

Mi hermano Alex está conmovido. Y yo, aunque ya había visto la escena de los miles de besos con los que concluye la película, estoy peor.

Me asomo a la ventana con los flashazos de la vorágine de besos y la música de Ennio. Tengo ganas de berrear. Se siente lo de siempre, parece que la nariz inhala piquín. Te raspa por dentro mientras te resistes a llorar. Vaya momento.

Sin palabras, sin luz, sin título.

Tuesday, May 5, 2009

El rey ha muerto


Yace muerto, y su trono y su mujer están libres.

Esférico y cíclico. Así es el mundo. Y a las vueltas nos atenemos. A veces carne, a veces zopilote, a veces ladrón, a veces estafado. Es cuestión de posición, de lugar y de tiempo. De aspirante a rey, de esclavo a señor, de presente a pasado. Todo es cíclico y nada perpetuo.

Dicen que cuando el rey muere, su mujer queda libre. También su trono y su corona.

¿Cuántos tronos poseemos?... ¿y por cuánto tiempo?