Friday, March 27, 2009

Ciego


He decidido que pronto iré a un concierto sin pagar entradas. Me ubicaré afuera del inmueble y consumiré de principio a fin el repertorio. No habrá que mirar nada, evitaré los codazos en la nariz y me ahorraré a quienes, sólo por sentirse parte de, te preguntan el título de una canción que jamás han escuchado ni volverán a escuchar.

Sólo meteré oído y a gritar lo que haya que gritar. Experiencia distinta. Una empanada mental. Similar a comer un sandwich con el puro pan o a besar a alguien del otro lado de un vidrio. Similar a un suicidio en el que el insulso termina en el hospital y no en la morgue.

Pero considerando que un concierto es para mí un punto catártico en la vida, será entonces más parecido a un escote prohibido.

A ver a qué sabe.

Monday, March 23, 2009

Las pingüineras, 2004


Date: Tue, 12 Jul 2005, 13:48:41
From: robpiccini@yahoo.es
Subject: Desde Canarias

Queridos amigos:
Nos causó gran alegría recibir noticias de ustedes y saber que todo sigue siendo "miel". Así debe ser para siempre.
Tuvimos que adelantar nuestros planes de vacaciones, ya que en julio y agosto ¡nos convertiremos en abuelos!, así que nos fuimos a un crucero por el mar Adriático, desde Atenas hasta Venecia, visitanto las islas griegas y Dubrovnic. Una maravilla, muy recomendable.
Ya para octubre, viajaré a Argentina para ver a mi madre. La ida a vuestro querido México lo tendremos que dejar para más adelante, pero como le digo a Viviana, tampoco mucho más. Así que esperamos que ustedes se decidan antes a hacer ese periplo por Europa y Canarias, o por lo menos Canarias, y así poder vernos finalmente.


Con nuestros mejores deseos, los abrazamos.
Roberto y Viviana


Como indica la fecha, recibimos este correo hace casi 4 años, tiempo que he conservado a salvo el texto en uno de mis folders extrañamente titulado "No arrumbar".

Conocimos a esta pareja de argentino y española durante nuestra luna de miel, en diciembre de 2004. Fue en el hotel "Del Glaciar" de Ushuaia, mientras un grupo de vacacionistas aguardábamos en el lobby un trayecto en barco de seis horas que nos llevaría a descubrir una isla de pingüinos, una de las atracciones más célebres de la también llamada "Tierra del Fuego".

"¿De dónde son?". Roberto rompió el silencio tras un rato de mirarnos desde uno de los sillones. Mara, con su particular facilidad para charlar, requirió no más de 5 minutos para explicar nuestra procedencia, apellidos, edades, signos zodiacales, pérdida de nuestro equipaje cortesía de Varig, familias, trabajos y motivos generales que nos llevaron a casarnos y a desembarcar en la Patagonia (previamente Calafate y en puerta Bariloche).

Media hora más tarde, abordamos el barco en compañía de estos dos, quienes celebraban algo así como 40 años de casados. Sí, una extraña especie en extinción que no concebía su longevidad matrimonial ni como una cadena perpetua cuyos números de preso están tallados en los anillos, ni como un tipo de envejecimiento asistido. Ellos lucían felices, así que había que mirarlos bien, olerlos bien y escucharlos todavía mejor. Él... un tipo de anchos anteojos, peinado hacia atrás, fajado con simetría y dando esa idea de ser impecable en todos los sentidos. Ella... con aparente carácter fuerte, pero risueña, de espalda firme, ojos pequeños, piel pálida y dientes alineados.

Dicen que las caricias corrigen, mitigan y arropan, así que, a lo largo del viaje rumbo a las heladas pingüineras, la mano de Roberto no dejó de calentar las mejillas de su mujer, menos expresiva, pero nunca indiferente. Ella esbozaba una sonrisa lo suficientemente elocuente como para confirmar que cada quien tiene sus métodos y unidades de medida. Cotizando, 25 caricias de Roberto equivalían a un beso de Viviana. Y así se entendían.

Al llegar a la isla de los pingüinos, comprendí que aquel día, además de apreciar a mi animal favorito, sería de enseñanza pura. La explicación de un guía sobre la forma en que estos animales conciben a su pareja empató con los consejos que me daba Roberto, enfatizando que una relación tiene algo de farmacéutica. El "oficio" permite conocer las dolencias y los secretos del cónyuge, y ensayar remedios. Las lágrimas recrean las antiguas "gotas cordiales" del boticario, destinadas a incidir en el corazón y a repararlo para seguir adelante. Si un pingüino extravía a su pareja, la buscará de por vida. Una digna encomienda, especialmente en los tiempos en que tener éxito en pareja está en desuso.

En el retorno a Ushuaia, sentí el habitual mareo porque mi estómago suele pagar caro mis sugestiones al viajar sobre agua. Roberto me distrajo hablándome aún más sobre sus 40 años al lado de la mujer de los dientes alineados. Mientras, en la proa, Mara y Viviana desmenuzaban a su estilo el otro lado de la ecuación.

Al llegar, y con esa paradoja de helarnos en plena "Tierra del Fuego", la noche inspiró una invitación a cenar. Roberto nos pidió ignorar el menú y garantizó la mejor merluza negra del mundo. "Si me permiten...", dijo. Y le permitimos.

Promesa cumplida, delicioso manjar y una plática que no por ser la última fue menos nutritiva. Mi mejor forma de responder a las palabras de aquella veterana pareja fue soltar el tenedor por impulso y tomar la mano de Mara. Luego le apretujé los dedos, como expresándole vía epidérmica: "Tenemos cenando frente a nosotros 'la meta', aunque esté en desuso llegar a ella". Me contestó con un beso en la mejilla que no he olvidado.

A la mañana siguiente, minutos antes de dejar el hotel, nos tomamos la única foto que tenemos con Roberto y Viviana... justo en la orilla del continente. Después mantuvimos comunicación binaria México-Canarias durante meses, pero desde aquel martes de julio de 2005 no hemos tenido noticias de los distantes abuelos.

Tal vez sea conveniente ir a buscarlos algún día. Al fin y al cabo, tras haberlos hallado en el fin del mundo, no debiera ser difícil la segunda expedición.

¿Será que Roberto extravió a Viviana y, cual pingüino, no responderá hasta que la haya encontrado?

Wednesday, March 18, 2009

Cómo desaparecer completamente y jamás ser encontrado


Antes se descolgaba el teléfono, ahora basta con ponerse offline. Quedar sordo, ciego, mudo y sin calcetines.

Cerrar los ojos, meter las palabras al microondas dos minutos (siempre sin papel aluminio) y ver qué resulta. Pronunciar en voz alta que esto no está sucediendo, liberar a los últimos rehenes o de plano masticarlos, devorarlos y olvidarlos. Hacer mofa del presente, salir de él, extirpar el ruido del mundo, agacharme y cambiar de estación. Luego despertar y hacerme el dormido cinco minutos.

Ser paciente, observar sin ser visto y oir sin ser escuchado. A veces, por más que uno arrulla al dolor con el "shh, shh, shh", el maldito no se duerme y permanece en vela. Darle una última oportunidad a las nueces de gustarle a mi paladar, sin olvidar mis alergias a la penicilina, al jugo de zanahoria... y a la espera.

Pagar en plazos el desdén y hacer efectivo el disfrute. Mirar desde lejos y pedir servicio al cuarto. No salir no significa enclaustrarse. Comer sano y disfrutar un trago, tal vez dos, tal vez tres. No perder de vista que demasiada luz también es oscuridad. El amor no lo puede todo; la complicidad sí.

Si hace falta tiempo es que algo está sobrando, así que a identificarlo. Y, por favor, no engañarse: no hay noches eternas. Todas acaban con un rayo de sol, con un mañanero, con una amarga despedida o con un despertador. Pero acaban.

Pedirle a la sinceridad un desnudo y un privado... y ver qué resulta. Después recoger el sudor y partir a casa. Dormir sin paranoia, sin soñar y sin almohadas de plumas. Todo eso distrae. ¡Ah!... (importante)... amar sin estar enamorado... es estéril.

A los viejos les brotan en la piel ronchas de sabiduría, así que a contagiarse. Quitar el pie del pedal y bajar la velocidad para hacer del tiempo un secuaz. Cuidar el peso y departir con Dios sin permitirle que pague la cuenta. Luego despertar y hacerme el dormido... otros cinco minutos.

La nube es un buen escondite porque siempre, en el momento indicado, se descarga solita y llueve. Tomar del cuello al despecho y ahorcarlo con fuerza hasta que el cabrón saque espuma por la boca y deje de mover las manos. Después sepultarlo sin honores. Ciertos finales son inicios.

En caso de dudar, repetir el procedimiento cuantas veces sea necesario (al cabo nadie te está viendo).

Sunday, March 15, 2009

El ventilador


Ie, ie, ie, ie, ie.

El ruido de ventilador que dejé prendido toda la noche se parece a un robot tartamudo, jodiéndome desde el techo.

Muy pocas veces despierto en estas condiciones de sábanas enredadas y babas largas. He dormido como elefante y al abrir los ojos soy un esperpento sin una pizca de elegancia. Si mis boxers no se aferraran a mí, no sé qué pasaría.

La tele se quedó prendida y en un canal de cable un par de incautos ofrecen una bomba de vacío para los días de penumbra sexual. Bomba de vacío, bomba de vacío. Estas paradojas: uno tiene que hacer vacío para llenarse un poco.

Y yo digo... ¿tener buenas erecciones o mejores elecciones en la vida?, ¿alargar pellejo o miseria?

Ie, ie, ie, ie, ie, ie, ie, ie, ieeeeeeeeeeeeeeee....

APAGAR.

Sunday, March 8, 2009

No te pongas sentimental


Para muchos, el tie break que define el pase de la adolescencia a la juventud se juega entre los 15 y los 17. A esas alturas de la vida, todo lo irrelevante es demasiado importante y lo inusual puede resultar una experiencia inolvidable. Fallas un punto y crees que has perdido el partido. Te dan un beso francés y sientes que la saliva es auténtico sexo suministrado oralmente a través de un gotero pintado con lipstick. Todo se magnifica.

Tal vez por esos acentos cortesía de la edad es que no he olvidado aquella fiesta de hace 12 años. Una carne asada en un amplísimo y bien cortado jardín de Villa Verdún.

Ahí, sobre el pasto, un amigo pronunció una de las frases más memorables en la historia de la viscosidad: “Qué discazo. Todo mundo está fascinado... parecemos 70 clítoris erguidos”. Inusuales palabras para describir un momento ciertamente peculiar. Se trató de la única fiesta a la que he ido en la que el anfitrión decidió ambientar las 11 horas de convivencia con las notas de un solo disco repetido 100 veces: el OK Computer, de Radiohead.

Desde “Airbag” hasta “The Tourist”, los 3209 segundos de esta obra fundamental remojaron nuestras orejas sin parar. Hablamos de un álbum en el que uno pasa la mitad del tiempo bajo bombas y la otra mitad entre ruinas. Un manual de supervivencia para esos suicidas noventeros que preferían la vida apagada de Yorke que la muerte ruidosa de Cobain.

Aquel sábado soleado, este disco de extrema belleza musical y de terroríficas imágenes atrapadas en las letras, tenía escasas semanas de haber salido a la venta. “Paranoid Android” había sido elegido como sencillo, pero nosotros representábamos con “No Surprises”... lo complicado.

Dedicado por completo a mirar a mi alrededor, comprobé que en aquel festín muchos bebían y pocos platicaban. Con ligeros movimientos corporales todos parecíamos nadar en líquido amniótico, con expresiones de placer mesurado y con oídos atentos al conjunto de sonidos que pocos años después serían catalogados por la crítica musical como los mejores 53 minutos de la década. En efecto, un discazo.

Supongo que por ello ninguno de los que estábamos en el jardín se quejó del repertorio cíclico conforme se despedía el día y llegaba la noche. Nadie replicó, nadie le pidió al dueño de la casa que cambiara el compacto, y nadie se hartó de la voz en espiral de Thom Yorke, esa que entre más frágil esté, suena mejor.

Recuerdo la particular fascinación que causó “Fitter Happier”, un tema breve en el que una voz distorsionada por un ordenador Mac exhortaba al individuo a no perder la capacidad de llorar en las películas y a seguir dando besos con grandes cantidades de saliva.

Con este tipo de sugerencias atípicas, en combinación con el suministro inagotable de alcohol y con una noche cuyo cielo se mantuvo inexplicablemente rojizo hasta la madrugada, ¿quién podría olvidar aquella fiesta de los muchos clítoris erectos? Ciertamente… yo no.

Jamás fui ni soy ni seré fanático de cepa de Radiohead, pero sé que en la vida de quienes sí lo son hay mucha lluvia, viento y un estado de perpetua combustión. Los días fracturados son comunes, así como una sensación diferente en las papilas que los hace saborear la melancolía y ser infelizmente dichosos. También sé que hoy en día “Creep” es tan abortable para ellos como el movimiento de cola de un french poodle.

Exactamente en una semana asistiremos al primero de dos conciertos que esta banda de Oxford ofrecerá en un inmueble gigantesco, en el que (ilusamente) espero que interpreten "Let Down".

Será una buena oportunidad para entrar en trance, para excitarse en seco y para desaparecer completamente… y nunca ser encontrado.

Wednesday, March 4, 2009

'Cucumelo' agujerado


Como el nombre de mi amigo le parecía sumamente aburrido, ella decidió apodarlo 'Cucumelo'. "Dizque por alucinógeno y adictivo", me cuenta el maltrecho David. "Pero, en fin, ya me puedo quitar el apodo", añade.

Acabamos de entrar en un bar para hablar de su rota vida amorosa. Llevo mucho tiempo de no verlo y al abrazarlo con motivo de su visita relámpago a la ciudad, palpo que su pechito está agujerado. Así vive esta noche uno de mis grandes hermanos.

"Luisito, escribe de este momento porque te lo digo: hoy será el último día en que sufriré tanto por una...", se interrumpe para evitar calificativos rasposos. Y da luz verde a la autopsia.

Zapatos de punta, camisa a rayas y chamarra de cuero. David luce desolado, su mundo está apagado y su mirada trae un foco fundido. Y es el mesero quien la paga por interferir con el brazo para limpiar la mesa. "Chiquitín, venimos no sólo a chupar, también a platicar, ¿nos dejas?". Y le enseña dientes de sierra. Ni en cinco vidas mi amigo acumularía tanto enojo como hoy. El amor le ha dejado radiación en la piel y carga desdén desde los talones. Aquel "cuadril" femenino (como solía llamar a las pompas de su ex) le sigue triturando la mente: "Se las dio a otro imbécil, ¡cómo superas eso!". No le tengo respuesta; prefiero pedir un vodka de lejos para que el mesero no vuelva a meterse en líos.

"Un cuerno es peor que un apretón de guirnaldas". Voz alta, mirada baja, y prosigue: "Hay mujeres que, de verdad, andan armadas". Llega mi vodka y el mesero huye antes de que le dibujen una mentada de madre en alta definición. David da otro largo trago a su cerveza y gesticula con el puchero de quien chupa 150 limones. Sin soltar el tarro, entrelaza los dedos y observa cómo el líquido deja de moverse. Le duele realmente. Me da tiempo de morderme las uñas.

Se ha rapado recientemente y luce una ínfima capilla de cabello, como si le hubiese caído ceniza en el cráneo. Los bucles color mostaza que recolectaban éxito... tardarán en crecer. Y aún así, este efecto skinhead le merece miradas cercanas. Mal momento: en la vida del pelón llueve fuerte y muy pocas cosas importan. Siempre que veía curvas agraciadas entonaba su "Oh la la" pegajoso, pero hoy hasta su instinto carnívoro ha quedado guardado en el locker.

"Era una relación tan, pero tan absurda como encontrar una florecita en Hiroshima después del bombazo. Pero, bueno.... qué se le va a hacer, uno rebuzna y sigue rebuznando". Yo sólo le respondo que si bien el amor muchas veces es una enfermedad que se contagia vía sexual, hay cura. Con los años uno pierde velocidad, pero gana panorama.

Aunque en su dolor podría caber una ciudad entera, al menos arroja una broma: "Ayer recibí un mail que decía 'Aumente su masculinidad y acabe con la impotencia'. Iba a escribirles para preguntar cuánto cobran por lo segundo…". Humor glacial, pero ya me basta con que sea humor. Eso sí, ha hilado varios sorbos mentirosos, su cerveza se acabó hace rato y queda claro que debajo de esa forma de sujetar el tarro vacío subyace una inconsistente introspección. Me da risa que, de tanta desesperación, quiera jalarse los cabellos que no existen.

De las bocinas del lugar sale "Guaranteed", joya de Eddie Vedder que convierte cualquier amor en ácido sulfúrico. Para el ambiente de un bar.... ninguna pieza como ésta. Tanto... que mi amigo "Cucumelo" deja de sonreir y la escucha sin pronunciar palabra. En verdad que es un torero cogido, desaliñado y sangrante (estimo que incluso con unos cuatro kilos menos). Sin embargo, con todo y esa tristeza proyectada en su rostro, un gay sin mangas ni calcetines se le ha quedado viendo a tres metros. Los malditos efectos de un cráneo fálico.

En fin. Transcurridos varios meses tras aquel cuerno, el pelón aún no se oxigena y sigue emulando la discusión final con Ariza (la culpable). Se trató de una alegata frente a frente, pero con una puerta entre ambos. Supongo que cualquier voz se oye distinta detrás de un tablón de madera y una chapa cerrada con seguro. Ella rogaba desde el otro lado; él nunca abrió.

Y esta noche... con tantos y tan amargos días detrás, simplemente le pido a David que se rinda y que deje ir al fantasma... con todo y "cuadril".

"Hermano, gracias por bajar conmigo un rato al infierno", suelta el pelón al despedirse.

"¡Bah!", tan solo le contesto, sin aclararle que en el infierno jamás nos cobrarían tres vodkas y seis cervezas. Allá los vicios son gratuitos, los amores imprevistos, y los borrachos... bien vistos.