Thursday, August 28, 2008

Elise y la noche


Dentro de mi biblioteca musical, la cual he depurado y dejado en poco menos de 2500 canciones, esta mañana quedé envuelto en dos temas que siempre he gozado como pocos: "But Not Tonight" y "A Letter To Elise".

Y se parecen en algo, aunque no sé en qué. Es como si tuvieran las mismas facciones que no sé describir. Sólo sé que tienen el poder de hacer sonreír en un momento bajo o de poner en jaque el llanto en ciertos instantes. Por ello, ambas canciones lo tienen todo, y del resto yo me encargo. Las letras son excesivamente recomendables e, incluso, descubrí un cover digno de aplauso en el caso de "But Not...", interpretado por el siempre loco Scott Weiland.

Hoy, más que escribir algo, la invitación es a husmear, escuchar e imaginar.

Monday, August 4, 2008

La resbaladilla de Lucifer


Pocas veces lo he dicho, pero soy acrofóbico. Supongo que por ello, Dios se apiadó de mí y me configuró de tal forma que todo yo cupiera en 1 metro con 71 centímetros de altura. Un poco más y hubiera pasado toda mi vida tapándome los ojos, sin mirar el suelo y sin poder amarrarme las agujetas.

Aclarada mi mayor fobia, ayer fui a Six Flags con Mara, Miguel y Mely, una buena amiga que hace años no veía. A las 10:15 AM estábamos los cuatro fraternizando en la puerta del parque de diversiones y yo tenía una convicción fija: no subir al "Superman", una especie de "montaña rusa" (lenguaje de los papás) de 67 metros de altura y 1700 metros de longitud que, para quienes no tienen intestinos, representa el máximo de los orgasmos, pero que, en mi caso, no es menos que un instrumento de pena capital que la inquisición no consideró porque entonces cualquier caída libre era sobre un palo encebado y no sobre un carrito que te fuese diciendo al oído: "yo vomito, tú vomitas, el que está a un lado de ti vomita, nosotros vomitamos y los acrofóbicos vomitan más que la suma de todos los que vomitan...".

Mientras yo analizaba esta restricción personal, Mara y Mely ya habían aplicado el madruguete y de pronto estábamos en la fila del "Superman". Empecé a balbucear horrorizado y, para colmo, Miguel (el segundo más sacate del grupo) renunció a su condición de marica y, muy acá, dio su anuencia para treparnos a este carrito que, según me informaron, te lleva al cielo haciendo escala en el infierno.

La fila avanzó rapidísimo, intenté armarme de valor con los pequeñuelos que estaban formados (ya los hacen con átomos más resistentes), y cuando estábamos por subir, al muy fregoncito de Miguel se le ocurrió decir: "Ahora sí ya me dieron nervios". ¡Ya para qué, reverendísimo mayate, ya estamos más fritos que unas adobadas y más empinados que la pendiente que vamos a trepar!... Y que empieza el tour de Lucifer.

Para quienes no lo sepan, este palo encebado del Siglo XXI inicia con una subida que da tiempo suficiente de ver el paisaje de la ciudad. Yo, más que mirar el Popo y el Izta, entré en trance cuando vi que el "Escorpión" (el juego más intenso de mi niñez) era un vil alacrancito de la mitad de estatura de esta cosa. De pronto, que se pone horizontal el carrito, que el tiempo se detiene, que veo el Valle de la Cantimplora, que encuentro a mi ángel de la guarda echándose unos nachos y hablando por cel, que miro a una paloma a punto de cagarse a alguien y que escucho a Miguel diciendo "¡No pienso ver nada!". Y con ese ánimo burbujeante en mi intestino grueso, que comienza el desplome (el desplume para quienes somos gallinas).

Pinté en mi cara la única imagen que dignifica y hace emblemática la guácara (inflar los cachetes). El gel resistió, casi le arranco el brazo a Mara y luego ya no supe nada sino hasta que abrí los ojos. Mely llevaba las manos arriba, Mara gritaba con pulmones de acero y Miguel...... parecía un integrante del Opus Dei en severa penitencia: encorvado y sin poder humano que lo hiciera levantar el coco. En ese instante me fue arrebatado el liderato del mariqueta más ilustre de Six Flags.

Pero lo peor suele llegar cuando uno se confía y cree que todo ha terminado. Como nadie me avisó que este jueguito tiene alma de negro y presume 1700 metros de longitud, al momento de entrar en una nueva horizontal anuncié la buena nueva que de buena no tenía nada: "¡Puff, ya acabó, ya acabóaaaaaayyyhhhhjjjjjjjjnoooomaaammeeeeeennn!!!!!!!!!!" (el aliento del diablo, el hongo nuclear y la cara de cereal inflado de la que hablaba Paco Stanley). Todos mis vellitos de la nariz fueron podados en tiempo récord.

Desperté con un molar donde va un incisivo y con un incisivo miedo de que mi cara hubiese quedado como en la versión treintona de Lyn May. Por fortuna no pasó de que mis pestañas quedaran enchinadas y de que mis pupilas se dilataran... pero en regresar a su lugar.

Sobreviví al "Superman", hoy soy un acrofóbico en rehabilitación y, sí, tal vez lo volveré a hacer porque cuando uno pone pie en tierra siente una paz tibetana. Al cabo Miguel, de un modo elegantísimamente mayate, dijo: "Yo sí me subo de nuevo, y ahora sí, con los ojos abiertos".

Yo igual. Me aviento otra vez el palo encebado y, ahora sí, con la mente abierta, la nariz rasurada y las piernitas cerradas.