Monday, December 17, 2007

El armadillo


"Ingeniero, buen día, ¿cómo está?".

Una manera elegantísima de entrar a la oficina de mi jefe para tratar los asuntos del changarro (macrochangarro). Normalmente así lo saludo a las 10:30 AM, apuntalando la cordialidad con un firme apretón de manos y la vista fija a sus ojos (si no ves a la persona, mejor ni saludes). Ni qué decir de revisarme en el vidrio de la puerta de su oficina el nudo de la corbata y el peinadito de ñoño que me he dejado para esta temporada navideña. "La vanidad: mi pecado favorito" fue una frase de cierta película que reposa en mi colección de dvd's. Y, carajo, cómo me gusta.

Tomo asiento, cruzo la pierna (postura diplomática, nada de verme como piruja en traje sastre) y reviso algunos documentos que me entrega. Pongo dos dedos en la sien y el pulgar sobre la mejilla, estirándome la boca estilo Guasón. Si no hago esto, no me concentro (defecto de fábrica). Guardo silencio y mi jefe se mete en su monitor.

"¿Café?", pregunta con ese estilacho sin dejar de mirar su computadora. "Le agradezco, estoy bien así", respondo. Se acerca a su altavoz: "Un cafecito, por favor". Cumplida la solicitud, el silencio y el humo de un expresso bien calibrado dominan los próximos minutos. Se escuchan el aire acondicionado, el movimiento de páginas, el click de su mouse y los sorbos que da. Ni siquiera cuando coloca la taza sobre el escritorio hace ruido. Un hombre templado de pies a cabeza.

Termino los documentos y comento tres puntos. Estamos en sintonía. Sin duda un buen día. Antes de marcharme y como es su costumbre, me pregunta un par de cosas sobre mí y tras recibir mi agradecimiento por estar al tanto, viene el segundo estrechón de manos. Me pongo de pie, camino hacia la puerta y, justo antes de abandonar la oficina de mi jefe, el ruido de mi Nextel que llevo en la mano irrumpe con volumen 8 de 8: "¡Qué pex cabrón, te dije que te marcaba hoy puto para ver cuándo chingados te doy tu Dvd por el mugre Atlante que nos ganó!"... Quedo petrificado.

- Flashback a la tarde de ayer -En una despreocupada plática por Nextel con mi amigo David, a quien apenas humillé en una apuesta de la Final de futbol, pactamos que esta semana debe regalarme el concierto de Héroes del Silencio en México en Dvd. Por problemas de recepción en los aparatejos que hacen "pi-pip", lo único que alcanzo a entender es que mi cuate me llamará en el transcurso de mañana.

- De vuelta al fatídico instante de hoy -Me quedé en que estaba petrificado a centímetros de la puerta de la oficina de mi todavía jefe, con ojos de Bart Simpson. Por mi mente pasa el fantasma de Ruvalcaba, temido gordito de Recursos Humanos que desquita su sueldo como sepulturero de los despedidos. Estoy tan tieso como el "Chómpiras" estaba cuando el "Botija" iba a "darle peine". David acaba de hacer el favor de bajarme los chones en la cara del director general del lugar en que laboro y yo ni talco traigo para mis pompitas. Quiero huir a Hawaii, quiero que me coma el "Poeta Caníbal", quiero dedicarme al Teletón, quiero ser un armadillo (quiero llorar, quiero llorar).

Mientras en un microinstante pienso en quién será el primero del que me despediré y qué motivo daré sobre mi cese, una gotita de sudor baja por mi occipucio. Mi peinadito de ñoño se transforma, y de traer un intacto look de playmovil... la cabellera se me eriza lo suficiente como para pasar por señora de Polanco en tardío celo. Del nudo de la corbata ni hablo: parece la soga con la que puedo terminar de una vez mi calamitosa realidad. Esto es el mañanero y no pedazos, la muerte en vida, algo mucho peor que tapar el baño de los suegros en la cena de Navidad. Y Ruvalcaba y Ruvalcaba y el coco... y mis pompitas rosadas.

De pronto, mi jefe habla para dictar sentencia (gulp): "Hay tres cosas importantes en este mundo, mi estimado: trabajar duro, ser agradecido y tener grandes amigos. De esto, puedo decirte que un verdadero amigo no te llama por tu nombre, me da gusto que tengas buenos cuates. Y exige que te pague porque también le aposté al Atlante y ya cobré".

Lo dije antes de cambiar de peinado: hoy, sin duda, es un buen día.

Wednesday, December 12, 2007

Z


Nunca fui tan puntual como ahora... cuando pacto verme noche a noche con mi insomnio. Siempre... a las 4 AM: despego la nariz de la almohada y volteo a la derecha. El reloj dice siempre: "No es hora, pero ya es hora". Todos roncan y babean, menos yo. Hasta el sexto parpadeo dejo de ver borroso y, entonces sí, observo esa hora. Cómo la detesto.

Veo el techo y luego la persiana. No se mueve, está dormidota. Sus agujeros son el azul más oscuro. Ni un pelo del amanecer. Ni siquiera me escucho yo, puras respiraciones y jalones de sábanas. Un despertar astillado. Sólo abrí los ojos para querer cerrarlos, como alguien que sólo se acerca para marcharse, o un hielo que de tanto enfriar por horas termina quemando.

Hay quien dice que siempre hay una razón, pero para mí el insomnio es un contramotivo: un silencio ruidoso, una calma inquietante. Todos le hablan a mi cabeza y cuando pienso contestarles, resulta que están dormidos. Sólo hay duendes para charlar. Espuma nocturna.

Y cuando me harto y quiero agarrar a golpes al insomnio, algo hace el muy escurridizo que me agota, me cansa y termino brutalmente exhausto... dormidote en sus brazos.

Friday, December 7, 2007

Otero Mac Kinney


Otero Mac Kinney. Vaya conjunción de palabras mamucas. Primera virtud: mi amigo podría presumir ese par de apellidos y todo mundo creería que es el Nobel de Química. Ahora bien. Cuando a ello le antecede un "Ricardo José" quizá debamos admitir que se devalúe el sentido de rata de laboratorio. Suena más rascuachón, menos newtoniano.

Y nada. Que el propósito de este texto es simple: se busca mujer para mi afable compañero de farras binarias y recalcitrante hincha de Pumas. Aclaro esto para que las interesadas luego no se quejen de que el restaurante para festejar cada mes de noviazgo es el carrito #45 de tacos de canasta de la explanada que da al Palomar, en C.U.

Su parte más femenina es que duerme mucho y su parte más masculina es que admite dormir mucho (si fuera mujer, diría que meramente duerme lo que debe dormir). El candado en su barbita no es semiótico porque ni es hermético ni es barbero. De hecho, suma ya seis años con ese look de espadachín que le hace ver como si viviera tiempo extra, pero la juventud en sus ojos y su voz de chupón hacen que se esfume la madurez aparente. Tiene en un reverso el ser y en el otro el parecer. Ponerle precio a su barba, pues, resultaría una entretenida subasta.

Cuando le pregunté por sus virtudes para promoverlas a las solteras, hizo una mueca. Quizá le pareció injusto el acto de segregación para con las casadas y divorciadas que también buscan jugar tiempos extra o, en su defecto, hacer gambetas con otra camiseta. Hay vegetarianas que de pronto regresan al gusto por la carne, y uno ya las daba por perdidas. Después, parece que reconsideró y me aclaró que la bola negra la llevaban las solteras, bola blanca las divorciadas y bola azul las casadas (estas últimas son casos excepcionales en que los apellidos Longoria o Love Hewitt son aceptados sin importar sus papeletas matrimoniales).

Cuando le pregunté sus medidas (ya que nunca faltan las antropófagas que miden primero el tamaño del muslo que el fósforo que circula por el cerebro del garañón), respondió sereno que de eso no iba a hablar. Reflejo de un ente político que sabe capotear y decir "¿Siguiente pregunta?". Y en cuanto a su rostro... no podría hablar mucho, pero admito que uno lo recuerda y que no es intercambiable con la masa. La cara le alcanza igual para recitar alegremente el Mío Cid que para ser ese inmutable revelador de fotos que atesora la compañía de un foco rojo.

Se habría encumbrado si al ponerlo a prueba con la parte de una mujer que más le atrae no hubiera respondido esta atrocidad: "Déjame pensarlo". Las dominatrix acaban de salirse de la fila de aspirantes.

Finalmente, cuando lo cuestioné sobre sus sectores desfavorables, dejó ver el primer defecto: tardó en contestar. Y luego salió con que "¿Defecto en qué aspecto?". Un narciso. "Mmm, defecto podría ser mi horario de trabajo...". Confirmado: narciso. Sus contras no radican en lo que es, sino en lo que hace. Defectos periféricos, no básicos. "No eres tú, no soy yo, es mi chamba".

Otero Mac Kinney no tiene amuralladas sus ideas y les permite volar distentidas. No ve una aceituna verde sin pensar en un testículo de la rana René ni concibe un América-Chivas sin relacionarlo con un ejemplo de penumbra deportiva. Su cabeza fue una sugerencia y no un mero accidente. Su tono de voz sin matices obstruye toda alteración y su expresión honra al sosiego, haciendo llevadera cualquier época de sufrimiento. Y su mirada es la de un tipo noble que sabe blindar lo que debe protegerse, ya sea por vergüenza de caballero o por pena de enamoradizo.

Un magnífico hidalgo al que le hace falta una magnífica mujer.

Sunday, December 2, 2007

Devotional... la noche 88


"¿Cuál es el concierto de tu vida?". Esto me han preguntado varios amigos al saber que he asistido a muchos recitales producto de la total apertura de nuestra tierra (casi a niveles de promiscuidad) a la invasión de bandas extranjeras que desean escenificar su propia conquista de México.

Lo más especial es que justo hoy mi respuesta cumple 14 años de ser exactamente la misma: el show de Depeche Mode en México, el 2 de diciembre del '93.

A mis 15 años, muy próximo a la ruptura de la adolescencia en la que el cerebro absorbe hasta lo que no es cerebral, mi ubiqué en la sección B2 del Palacio de los Deportes sin saber lo que sucedería en la presentación 88 del "Devotional Tour" ni en qué condiciones aparecería la banda de mis amores. Casi nunca una primera noche con un amante es la mejor, pero aquí sucedió y el "mejor de mis conciertos" aludió a la evanescente sustancia del tiempo con cada nota. Y me hizo vibrar. Y casi a mis 30... aún lo hace.

Cuando las luces se apagaron de golpe (tal como me gusta), vino la estampida de gritos y la cúpula hizo curvos los relámpagos diseñados por Anton Corbijn. Cuatro sombras se pintaron detrás de una cortina gigante que onduló lentamente, como si la empujara el aire de una ventana semiabierta. Dave Gahan, en su versión más autodestructiva que confirmaban sus 51 kilos de peso, un saco plateado y su entonces look de junkie famélico con barba, greña y tatuajes, fue el primero en aparecer para entonar "Higher Love". Su voz estaba cortada por aguijones de heroína, pero era potente. Si alguna vez este rock star fue proclive al suicidio por un pasado o un pasón, esto se dio a lo largo de este agotador tour que duró casi año y medio. Noche a noche era un careo de Dave con la muerte. Sólo había que esperar en qué show "sucedería". Quizá por ello la voz parecía traicionarle durante los ratos bajos de "Condemnation": Hand me my sentence, I'll show no repentance, I'll suffer with pride... Un adicto cínico e indefenso. Si la autoridad hubiese buscado un gran decomiso aquella noche, habría tenido que sacudir fuertemente la garganta de Gahan, y después, separar con cuidado el polvo blanco de las notas doradas.

Por fortuna, su desprendimiento en México no fue fatal. Olvidó en el camerino su deseo de morir e interpretó cada tema como si fuese el último (motivos de tumba tenía). Sudó, gritó y encapsuló a 18 mil huéspedes, logrando que gozáramos un safari colosal en el que todos fuimos a la caza del tigre blanco. El secreto de un gran concierto está en el orden del setlist. Cada que terminaba una tonada y las 11 pantallas se iban a negros, Dave aprovechaba el aplauso para jalar aire, apoyado en sus rodillas. Y al ponerse de pie, pedía más gritos, dando siempre un trago a su cerveza, el afrodisíaco de una muerte excitante... en caso de llegar.

Bien pude usar un alias para no exhibir con gritos flacuchos mi pasión por Depeche, pero no me dio pena. A fin de cuentas, todos ahí pactamos ser una apócrifa versión del prójimo. La más pedestre de mis emociones era extasiarme alrededor de gente con la que no había compartido nada. Coloqué cuádruple signo de admiración a mis emociones y si no brinqué a la primera sección en "Stripped" (mi favorita) fue porque el enrejado era imponente (en el intento hubiera dejado un batidillo de mi ADN). Siempre fui chaparro, pero a mis 15 concursaba por el gnomo de oro.

Tras dos horas fascinantes, llegué a casa con una expresión de saciedad, ataviado con la playera oficial del tour 93-94 que se ha hecho vieja en el cajón, pero en cuya tela aún se lee esa escala en México. Hoy sigo uniendo épocas dispares con aquella inolvidable velada que conserva un perpetuo estado de presente y a la que todavía no puedo bajarle el volumen.

Hay gente a la que no le da tiempo de asistir al concierto de su vida. Yo temprana y extrañamente lo viví y no dejo de volver a él una y otra vez. Una oda a mi catártica vida interior. Un fetiche mental.


SETLIST 02/12/93:
Higher Love - Policy Of Truth - World In My Eyes - Walking In My Shoes - Behind The Wheel - Halo - Stripped - Condemnation - A Question Of Lust - One Caress - Mercy In You - I Feel You - Never Let Me Down Again - Rush - In Your Room

Personal Jesus - Enjoy The Silence

Somebody - Everything Counts