Wednesday, October 24, 2007

El faro


No sé dónde caminé hoy, pero metí el pie en ese agujero donde uno se rompe. No sucede mucho, quizá tarda años, pero el momento vuelve.

Se dobla el pecho y aquí ando, resistiendo las ganas de llorar a cántaros en un miércoles en el que lo que menos debería es empapar el ambiente. De por sí está fría la tarde y la noche, los pies y la gente. Si acaso yo rompo el ritmo de pie sobre este cuadrito cuarteado. Siento muy caliente la sien, aguantando para no soltarme como hace tanto no lo hago.

Salí para echarle bronca al llanto, pero el cobardito se esconde y no me da la cara. Siento la cabeza como un faro que ni prende bien ni se apaga por completo. Tal vez no hay motivo para ninguna opción. A lo mejor es el limbo en un día raro que a todos, sin excepción, nos llega alguna vez. Pero si fuese el limbo, no debería doler.

Y algo duele...

Sunday, October 21, 2007

Kiss me kiss me kiss me


"Si te vas a pintar de negro los ojos, nomás no vayas a llorar en alguna rola tristona porque vas a terminar pareciendo Alice Cooper y se perderá la intención".

Eso me dijo mi cuate David cuando le conté que iría a ver a The Cure este fin de semana, o sea a los shows que dieron anoche y hoy en el Palacio de los Deportes. Y todo porque, efectivamente, le avisé que me iba a poner como pandita darketo hoy, dándole un poco a la facha de la que cumpliría con mis requisitos para ser mi banda favorita si no fuese porque.... existe Depeche Mode. Pero igual, Robert Smith y compañía me han hecho tantas noches melancólicamente felices que no dudé en verlos.

Ayer sábado fue el buen Héctor mi acompañante en el primer recital de este cuarteto de raritos británicos. Creo que consideró dejar de ser mi amigo o escabullirse en algún momento a hurtadillas al ver que yo estaba como poseído cuando la mayoría de los que estaban a nuestro lado preferían platicar, besuquearse o esperar a que tocaran "Friday I'm In Love" (la cual afortunadamente nunca sonó). Héctor se quedó peor (y hasta yo me espanté) cuando empecé a pronosticar qué rola seguiría en el setlist y cuando los sonidos cumplieron mis profecías. "Hermano, ¿estás tarado o qué?... ¿cómo puedes saber la que sigue?", me preguntó con un miedo comprensible. "Experiencia flaco, experiencia. The Cure es cíclico, pero mejor un día te platico bien y hoy me dejas volar a gusto".

Ya para el show de esta noche, del cual venimos llegando como estropajos Mara, mi hermana Lawrence, su galán Charly y yo, decidimos usar el make up de los oscuritos y, cuando nos vimos en el espejo, resulta que al caballero y a mí nos dio el síndrome de las viejas: Charly vio mi maquillaje de ojos y le exigió a mi sister que él quedase igual. Yo hice lo propio con Mara y la onda lady se consumó majestuosamente. Estos darketos salimos más rumberas y delicaditas que nadie al momento del pincelito de ojos y el lipstick.

"Luis, va a estar difícil que no te veas gay con la boca roja, ya que estoy viendo que cuando le haces al muah de rutina pa' que agarre el rojo, te queda la trompita de corazoncito, así la tienes", me dijo Mara muy mona. Yo, ya para entonces en mi faceta Totalmente Palacio, hice berrinche y empecé a morder una servilleta hasta que la boca me quedó un poquititito más descompuesta y más ad hoc con la línea The Cure.

Charly y yo salimos más maquillados que las féminas y, ahora sí, a correr en la calle sin que nadie nos viera rumbo al Palacio. Llegando veríamos seguro más especímenes como nosotros, así que era cuestión de aguantar mofas una media hora en Viaducto. Al llegar, nos sentimos más aclimatados. Yo, muy negro de alma, fui a comprar un churro y cuando la que atendió me vio con ojos de rareza y me preguntó que con qué rellenaba el pan, salí con mi lado lindísimo y le dije: "Con lechera, por favor". No me esperé a que la susodicha me dijera que el señor de la oscuridad se me iba a salir al probar tan dulzona mezcla de azúcar.

Ya en el concierto, una onda mucho más densa que ayer. Robert Smith se levantó deprimido y definió un repertorio de ultratumba que, no por ello, dejó de ser majestuoso y delirante. Vibré con "Disintegration" y "A Forest", brinqué con "Push" e "Inbetween Days", envié besos con dos de azúcar en "Pictures Of You" y "Lovesong" y entré en trance con "A Strange Day" y "Plainsong". Para mí no faltó nada, pero mis tres acompañantes se quedaron con ganas de menos tristeza y más dicha.

A estas horas de la noche, estoy destruido físicamente, a solas en la sala de la casa, con un acumulado de seis horas de intensidad (tres horas por noche) y casi 70 canciones en la memoria. Ya me desmaquillé con la técnica de Lupita Jones y ahora parezco Irma Serrano acabada de levantar (parpadeo cada medio segundo).

The Cure ha confirmado que yo esperaba ansiosamente este par de veladas por razones muy personales, y ha vuelto a pasarme un lengüetazo por los ojos sin que sienta asco de tanta saliva y tanta melancolía.

Un largo beso que se goza más mientras más doloroso sea.

SETLISTS:
Show 20/10/2007

Open - Fascination Street - Alt.End - Torture - The Walk - The End Of The World - Lovesong - Pictures of you - Lullaby - Maybe Someday - From The Edge Of The Deep Green Sea - Please Project - The Hanging Garden - Push - How Beautiful You Are - Inbetween Days - Just Like Heaven - If Only Tonight We Could Sleep - The Kiss - Us Or Them - Never Enough - Wrong Number - Signal To Noise - The Baby Screams - One Hundred Years - End

Let's Go To Bed - Close To Me - Why Can't I Be You?

Three Imaginary Boys - Fire In Cairo - Boys Don't Cry - Jumping Someone Else's Train - Grinding Halt - 10:15 Saturday Night - Killing An Arab

Show 21/10/2007
Plainsong - Prayers For Rain - A Night Like This - The End Of The World - Lovesong - To Wish Impossible Things - Shake Dog Shake - The Figurehead - From The Edge Of The Deep Green Sea - A Strange Day - A Boy I Never Knew - Pictures Of You - Lullaby - Catch - Hot Hot Hot - Please Project - Push - Inbetween days - Just Like Heaven - Primary - Never Enough - Wrong Number - One Hundred Years - Shiver And Shake - Disintegration

At Night - M - Play For Today - A Forest

The Holy Hour - Other Voices - Faith

Boys Don't Cry

Arriba las chancludas


Desde que llegamos a Paseo de la Reforma a las 7 de la mañana, me bajé del coche con el gallo parado, pero más que dispuesto a hacer las mejores tomas de la carrera rosada contra el cáncer en donde tomó parte Mara. Doce mil chamacas (y como mil perros, 500 de ellos labradores, 300 de ellos peludos, ninguno tan hermoso como mi Joshua) siempre inspiran a uno, así que a disfrutar.

Mientras Mara me explicaba la ruta de 10 km, por mi barriga pasaba el antojo de unos churros de azúcar que, aunque parezca jalada, de pronto aparecieron en el horizonte. 10 pesitos por tres de ellos y, ahora sí, más que listo para darle la bendición a mi corredora favorita y, posteriormente, adelantarme dos kilómetros para ocupar un sitio ideal.

Cámara en mano, me dije: "Aquí me pongo, espero a que pase y cuando la '4523' me sonría, aviento el flashazo que inmortalice esta rosada mañana". Ajá, tan fácil hubiera sido, güey.

De pronto, el cameraman ve que pasa la primera corredora como bólido (pa' mí que estaba dopada o que desayunó unas aspirinas con Squirt y un Milky Way Midnight).

Y después... que se viene el pelotón. Una nube de termitas rosas grite y grite con el "¡échele!" como alarido preferido. Yo, a media calle, prefiero salvar la vida e irme a la banqueta. Hay mujeres esbeltas galopando, pero también una que otra relinchando y dos que tres imitando a una cuadrilla de rinocerontes que, con lengua de fuera apenas a los cinco minutos, ya esperan que les acerquen la meta.

Pasan y pasan y me frustro porque no logro ver a Mara entre la multitud de piernitas correlonas. Buscar el "4523" es imposible. Es como mirar fijamente a un monitor cuando le acaba de entrar un virus y se empiezan a enredar los algoritmos. Salgo del trance y casi lloro al ver que la tribu ha pasado y yo sin aventar un mísero flashazo.

Me cruzo la calle y espero a la siguiente vuelta. Si vuelvo a fracasar con las fotos, me aviento al asfalto y que me aplaste la manada de gorditas.

Idea brillante. Encuentro un poste a la altura del Km. 4. Me subo y me agarro de él al estilo Di Caprio en "Titanic" (stay in the ship as long as you can). Y ahí viene de nuevo la nube rosa con todo y sus "¡échele!".

Para entonces, hay varias damiselas que vienen rengueando y me presentan una acción inédita: el escupitajo mujeril. Una cosa sutil el "jjjjoiiiigggg" y el posterior lance del líquido salivesco. Los hombres no estamos solos en este mundo.

Finalmente, el milagro. En lo que ando pajareando desde el mentado poste con el escupitajo masivo, se acerca Mara y me avienta su sudadera. Me desprendo de mi faceta de electricista y empiezo a correr junto a ella. "¡Vamos mujer, échale, duro, venga, tú puedes!". Presiento que no me oye porque viene feliz de la vida con su iPod.

Muy salsita yo, pero de pronto pierdo energía y antes de perder también el estilo y de unirme al concierto de escupitajos, le doy un beso en la mejilla a la "4523", le agradezco la oportunidad de correr a su lado y, tras un gran total de 335 metros recorridos, la dejo seguir sin sombra. Estoy desgarrado de ambos muslos. Empiezo a caminar como si me acabaran de inyectar contra el tétanos. Voy por un atolito de chocolate y luego a esperar por ella en la meta. Corto camino entre las plantitas (al estilo Madrazo) y llego a las gradas. Me llueven llamadas al Nextel con varios "¿Ya llegó?", y les pido que no molesten porque se me va la foto final.

A la hora con 21 minutos, aparece la norteñaza y cruza la meta, mientras yo le aplaudo como le hacía Adrian a Rocky Balboa. Estoy orgulloso, conmovido como nunca y no quiero llorar, sino berrear. Qué canijo es el cáncer, qué canija es la vida a veces, pero, para eso, hay que decirlo: qué cabronas son las mujeres. ¡Arriba las chancludas!

Thursday, October 11, 2007

El 'Aura Affair'


"Felipe cae sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo Negro que cuelga del muro de su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su Corona de brezos montada sobre la peluca enmarañada. Aura se abrirá como altar...".

Éste es un fragmento de la novela "Aura" (de Carlos Fuentes) que el entonces secretario del trabajo Carlos Abascal subrayó e hizo llegar en 2001 a la dirección del Instituto Félix Rougier, enojado porque su hija, quien cursaba tercero de secundaria, hiciera esta lectura a petición de su maestra de Español, Georgina Rábago. En pocas palabras, desde la óptica de Abascal, esta profesora "pervertía menores".

Yo me enteré porque fue uno de los escandalitos de aquel año, pero estaba más ocupado en otras cosas que en darle seguimiento al pleito de la "Miss" y al boom comercial de "Aura". Yo juraba que, para entonces, Carlos Fuentes ya debía estar echándose una copita de vino (y algo más) con la maestra para contratarla como cabeza publicitaria de sus obras subsecuentes, pues las librerías no se daban abasto. "Estoy tentado a darle el 10% de mis ganancias de 'Aura' a Abascal por ser mi mejor promotor", declaraba Fuentes.

Pues bien, el 2001 terminó. El secretario del trabajo, abucheado por la mitad del País, no logró quemar a la maestra Rábago en la hoguera, pero al menos consiguió que fuera despedida de la escuela de su hija.

Días después, ¿saben dónde apareció la profesora expulsada? En el jardín de mi casa, pues a mi buen amigo Ariel se le ocurrió llevarla a una fiesta mía.

Abrigo negro, lipstick vampiresco, cabello morado casi negro, mayor que yo por un año. De botepronto, a la señorita de lo "moralmente inadecuado" no le localicé tintes peligrosos, mucho menos pensé que era ese estandarte de la lujuria que el secretario del trabajo instauró en el inconsciente colectivo de la época. De hecho, mi inconsciente individual me dijo que debía invitarla a salir. Pero ella se me adelantó.

Ariel me aconsejó llevar el partido con ella como lo hace un abanderado de futbol (desde afuerita y en silencio) y no establecer un vínculo serio con la Rábago. A este consejo le hice caso en un 5% y, por ende, las consecuencias se reflejaron en el 95% restante.

Dos meses y medio de relación, tres problemáticas salidas al Worka (porque la fémina no entendía que no íbamos al bar del Pirulí y que por ende las dos colitas en la cabeza estaban prohibidas en el manual del cadenero del antro), una fiesta de gays-lesbianas donde ella se sentía como en comida familiar, otra fiestecita donde la mota era lo más fresón entre el coctel de alucinógenos que ahí se servían sin charola, regaños de madrugada de mis padres en los que me repetían la de "¡Esta casa no es hotel!", un escándalo vial por un choque de mi noviecita (quien negaba culpa cuando el otro afectado tenía la puerta hecha añicos... estando estacionado), y, especialmente, la gota que derramó el vaso y en la que me detengo porque merece narrarla a gallo-gallina:

Hotel Mayan Palace Acapulco. Julio de 2002. No recuerdo el día, pero eso importa menos que la penosa circunstancia. Estoy a punto de perder los estribos y también la membresía del tiempo compartido de mi señor padre. La Miss Rábago, tras un agarrón de pareja, grita despavorida al interior de la habitación, camina en reversa hacia el balcón y amenaza con tirarse si tronamos. Trae unas tijeras Mi Alegría en la mano derecha y con la izquierda se jala el cabello con ahínco (creo que está alterada). Hace ruiditos. Grrr, grrrrrr, ¡grrrrrrrrrr! Es algo así, pero más feo.

Mi amigo Ariel, ahí presente, le pide elegantemente que haga el favor de no salpicar cuando quede sembrada en el césped (cinco pisos más abajo), pero ella contesta con tales gritos que me hacen considerar llamar a un padrecito exorcista. No reacciono. Me le quedo viendo como esperando a que una hormiga le meta el pie y ella caiga con todo y el chamuco y las tijeras de punta chatita.

Al final, no lo hace y la damisela cierra muy mona la ventana, como diciendo que es hora de irnos a la camita. Ha sido puro drama y, quién sabe cómo, pero cinco minutos después mi cuate Ariel (el "Ghostbuster") la tiene encerrada en otro cuarto. Se oyen unos ruiditos y el rechinido de sus colmillos, pero sólo eso. Si la vampiresa no pudo atravesar la ventana, menos podrá con la puerta.

Pasado este encuentro cercano con Nosferatu, mi amigo me regaña: "Luis, te han quitado la paz. Es tu culpa, te lo advertí. Esta mujer que está encerrada no es para andar ¿te acuerdas que te lo dije?". Mi mente remembra al abanderado de futbol y le da la razón, esperando al día siguiente un tranquilo regreso a México, con las maletas en el asiento de atrás y la Miss Rábago bien dobladita en la cajuela.

Y hablando de dar la razón, al magnánimo Carlos Abascal le ofrezco un millar de disculpas. Es cierto, la mentada profesora es cosa seria... y, sí: pervierte menores.

Sunday, October 7, 2007

La noche en que el mundo se deshizo


Cuando tenía escasos 17 años Héroes del Silencio se convirtió en mi banda favorita (de habla hispana). Recuerdo haber ido a verlos en el '96 a un lugar tan siniestro y en el que se rendía culto a la hipnosis y a las serpientes como el Cine Ópera, donde mi padre me dejó, me dio la bendición antes de bajar del coche y, cuando vio qué tipo de gañanes con mirada de zombies entraban al mentado recinto, me preguntó si era "correcta" la dirección del "recital" no sin antes bendecirme otras siete veces por aquello de morir apuñalado entre la chusma al ritmo de "Maldito Duende".

Mi máximo había sido, justo en ese año, un apoteósico show de ellos en el Palacio de los Deportes durante la gira de Avalancha, la cual marcó el fin de la banda (nunca entendí por qué puse en riesgo a mi cuate Lalo al invitarlo al último concierto en México, sabiendo que lo más rudo que él había escuchado en su vida era Locomía). Pero bueno, ahí quedó la historia de Héroes, haciendo de mi devoción hacia ellos un huevo en hibernación durante los últimos 11 años. Largo tiempo... hasta que en febrero lo imposible se hizo posible.

Gira de reencuentro con exclusivísimos 10 conciertos alrededor del mundo, dos de ellos en el Foro Sol, donde jamás imaginé que mis heroicos zagarozanos, con todo y un monstruoso stage que incluiría 25 canciones en el repertorio, podrían congregar a más de 60 mil fans por show. Pero así fue, y el duende cumplió con un par de veladas que fueron toda, toda magia. Pocas vivencias tan entrañables como ver a tus ídolos con las arrugas que no pintaban antes y que te hacen sentir que has sido, ante todo, leal.

La primera noche ataviado de blanco, la segunda de negro. La primera cantando a todo desde las gradas, la segunda gritando a metros de Bunbury. La primera noche grandiosa, la segunda... de leyenda. En la primera un momento precioso, en la segunda... la vulgaridad. En la primera un estanque a tope, en la segunda el instante en que encontré mi alma perdida que había arrojado al mar. En la primera un oscuro derecho a la delicia, en la segunda la pregunta de si todo fue un sueño o una grandiosa mentira.

Ayer, mientras este ya no tan joven vivía la última noche con sus Héroes al saber que no habrá una próxima vez en la que hagamos de la tarde una mano que tiembla, descargué el ruido y la furia, teñí de color sangre mis sueños y le pedí a una sirena que volviera al mar... para no escaparse nunca más.

Fue cuestión de empezar porque sí. Fue cuestión de no mirar atrás porque el cielo no es mío y porque, una y otra vez, habrá que empezar despacio a deshacer y deshacer y deshacer... el mundo.

Por haber extendido el sabor del universo.... brindo el silencio.