Tuesday, February 27, 2007

Miss Lonely Heart


Es ritual. Llego del trabajo, subo a la recámara y cuelgo la corbata en el vestidor. El ángulo siempre me queda para mirar a través de la ventana a Miss Lonely Heart.

Desde que vi "Rear Window" de Alfred Hitchcock, me convencí de que en la gran mayoría de las colonias figura un personaje así: la señora veterana, solitaria, amante del tiempo y de la lectura, devota del monólogo, del café amargo y de las charlas con nadie. En nuestro feudo, ella es quien cumple la misión de ser la "desamorada", el equilibrio cósmico de alguna libertina que anda por ahí con un casanova y tantos más.

Me quedo siempre mirando con la luz apagada. Soy espectador y, acaso, un voyeur también. La pasividad de Miss Lonely Heart (Roxana es su nombre) me ha trasladado de la distracción ordinaria a la atención completa. Ya para estos tiempos, he pretendido saber cómo ha sido su vida, cómo ha llegado hasta aquí y porqué es ella y solamente ella, la vecina tímida de la casa 9, la del hijo adolescente y rebelde que la ofende cuantas veces se pueda. La huraña a la que el amor y la pasión parecen habérsele erosionado.

Cada 24 horas, mi fijación se posa en lo que pareciera la escena inicial de una obra de teatro. Siempre recostada ahí, desde la puesta del sol hasta la medianoche. Lentes a media nariz, semi encorvada, dos almohadas atrás, una cobija en las rodillas y un libro o el control del televisor en la mano. Lee mientras avanza la programación, se practica manicure, o bien, toma siestas a menudo interrumpidas por fuertes golpeteos en la puerta, cortesía de su hijo, quien no usa el timbre porque así no sonaría a reclamo.

Sí, es divorciada y, sí... el vástago parece sonreírle más al padre, aunque éste prefiera vivir lejos.

Es maestra por la mañana, no recibe invitaciones a salir porque cree haber perdido el magnetismo y está frustrada con su estacionamiento, el peor de la colonia, donde sólo caben coches pequeños que entren con extremo cuidado. Todo gracias a un poste ladeado cuyo único propósito en el mundo es propiciar que esta madura doncella reciba andanadas de mentadas por tardar en perfilar y meter su auto. Por más que intenta mejorar sus tiempos, al menos son 2 minutos de pitidos, presiones y arrancones rozando su cajuela.

Sonrisas son sus perros, su coche nuevo y las escasas visitas familiares para las que deja su salita como un palacio. No es para menos porque no hay más. Miss Lonely Heart aprovecha "los momentos" porque no alcanza los periodos de tiempo.

Hace un mes, nadie lo esperaba, pero asistió a la junta de colonos, lo que nos permitió saber cómo hablaba, qué decía, con qué ánimo y en qué circunstancia.

Nos platicó lo que era habitar la última casa, nos contó que una humedad devasta su pared, nos externó el deseo de terminar con el poste de su cochera. Y de su hijo... se calló lo mucho que sí habló de sus fieles compañeros, los perros. De sus amores... todos quisimos preguntar. Nadie se atrevió.

Es ritual y mi lado voyeur seguirá alimentándose de Miss Lonely Heart, quien, el día en que se mude, terminará con la agradable compañía que nos brinda su soledad. Vaya ironía.

Tuesday, February 20, 2007

Shampoo capuchino


Llegué esta mañana muy peinadito, trajeadito y tranquilito a trabajar. Momentos antes de la junta semanal, prendí mi computadora, depuré mi correo, se abrió la ventana de mi chat automáticamente (con la foto del recuadro) y, casi al instante, me cayó la policía binaria femenina.

Debo aclarar, antes que todo, que la dichosa imagen es la portada del disco "The Sisters" de Pulp, una de mis bandas predilectas, pero como en este mundo cada vez importa más "lo que parece" a "lo que es", fui declarado culpable. ¿El cargo?: pervertido cibernético en primer grado.

Primero fue mi amiga Alexandra, quien antes de dedicarme un saludo afectuoso en el messenger, abrió los ojitos más de la cuenta (cual tia que acaba de ver un stripper en su sala) y me preguntó: "¿Qué se supone que está haciendo la chava de tu foto?". Cuando me disponía a levantarme para ir al baño, le respondí: "No tengo idea y no me gusta explicar mis fotos". Ella y su necedad reviraron: "¿Sabes?, se ve medio asqueroso". Mi ida al baño se frustró. "A ver Ale, no sé porqué lo ves así; la chava trae shampoo y punto". La charra, de nueva cuenta, impidió mi partida: "No creo que sea shampoo, la espuma está como café. Fuchi, se ve como beige, claro que puedo estar equivocada porque soy medio daltónica"... "O medio malpensada", pensé yo.

Tras extendidos minutos de debate, Alexandrita se abalanzó directo a mi yugular: "O dime la verdad, ¿tú sacaste esa foto..?".

Ni tengo cara de que el arte fotográfico sea mi máximo ni me considero un vertebrado errante que anda flasheando, por placer, a diversas damiselas mientras toman la ducha caliente y se enjabonan el cabello. "No, Ale, no la saqué yo, es la portada de un disco, ¿me crees un pervert o qué?". Si no fuera chat, podría escuchar su siguiente acusación (oda a la oratoria manchada): "Ah pues no sé, con eso de que fuiste a la Expo Sexo. Creo que eres de mente abierta".

Me sentí un pervert.

No terminaba yo de elucubrar sobre mis sensores y sensibilidades cuando una segunda persona, apodada Tusitepo, entonaba ya la próxima estrofa en este concierto binario de opiniones sobre mi chat: "Tu foto es un poco disgusting". "¡Es shampoo!", le respondí con aniquiladora inmediatez para impedir que esto fuese el embrión de una manifestación mujeril en mi contra. "Es que, la verdad, no parece eso".

Suficiente. Convencimiento absoluto de que 1) uno ve lo que quiere ver y 2) las mujeres tienen más cochambre en el hipotálamo que nosotros, los sacro-santos prostáticos. Dios salve a Johnny Depp y a Hugh Grant.

De pronto, mi amadísima Mara ingresó al messenger. Mi salvación. Hagan de cuenta que alguien me abría la puerta del castillo cuando detrás de mí venía corriendo una tropa de bárbaros tirándome flechas, piedras y machetes.

Pero... no, no me abrió el portón, de hecho, le puso candado cuando le conté lo que había provocado mi foto. "Amor, es que no parece shampoo, es como desagradable, es algo cafesoso". Me trituró mi norteña.

Me marché a mi junta, todo muy bien, regresé a mi compu ya para la hora de la comida y por ahí vi llegar a mi amigazo Mike. Pensé en una alegre luciérnaga en medio del oscuro pantano, pero la lucecita se apagó con crudeza: "Güey, está super disgusting tu foto", me dijo el de la barbita de candado. Y todavía me abraza en el saludo, como si realmente fuéramos de la misma especie.

Demolido, engullido por la barbarie y convencido de que, aparte de las mujeres (y de Mike), soy un pervert de cinco centavos, esperé el golpe final. Pepe Toño, otro buen amigo que en ese momento hacía su presentación en el chat, formulaba una pregunta: "¿Qué es eso, es jabón?".

"Toño, ¡eres mi hermano, cab...!, que Dios te bendiga y te guarde", respondió lo que quedaba de mi ser espiritual a unas horas del Miércoles de Ceniza.

"Pues qué andan pensando los demás... gente malpensada", susurró este Arcángel de mi apostolado de cuates cuando yo ya lo interrumpía con elogios. "Es que todo mundo anda viendo cosas raras de mi foto del chat y he sido aporreado como nunca".

Él, con sus alas extendidas y con las voces de Il Divo como fondo celestial, completó el renacimiento de mi sonrisa: "Que ni piensen cosas, tu foto es como un comercial de Zest, sólo faltan los patitos chapoteando de gusto en la regadera".

No cabe duda, en el mundo hay esperanza y el buen Pepe Toño, a sus 35, sigue siendo un niño de pecho.

Friday, February 16, 2007

Esposo desesperado


Miércoles 14 de febrero. 10:45 de la noche. Mi mujer y yo estamos acostadotes en nuestro cuarto viendo a López Dóriga y bostezando cada cinco segundos.

Al primer corte comercial, pienso darle "cran" a este San Valentín en el que mi norteña me ha llenado de regalos y sonrisas. No me puedo quejar, me tiene requeteconsentido, como dicen en su tierra.

"Esta noche al terminar este Noticiero, no se pierda 'Tercer Grado', y después del corte, verá usted qué historia le presentaremos: un joven mexicano, virgen, de 27 años y llamado Miguel Ángel Gómez, incursiona en el mercado de películas porno gracias a una gran... cualidad... que vuelve loca a una actriz profesional. En un momento... los detalles", dice López Dóriga.

"Amor, ¿te parece si nomás vemos esa nota y ya luego nos dormimos?", me pregunta mi adoradísima. Yo arqueo las cejas, hago una mueca de esposo digno, me pregunto internamente si debo acceder y decido que ahora sí me mantendré firme y no daré mi brazo a torcer ante esta clase de curiosidades pseudo eróticas.

Cinco minutos después, la tele está apagada, mi mujer trae una sonrisota y me da el beso de buenas noches. Yo veo el techo. Me odio por ser un irresoluto mandilón.

Jueves 15 de febrero. 3:40 de la tarde. Mara y yo, con mi dignidad recuperada en un 95% (y subiendo), estamos echándonos unos jochos, parados en la soleada explanada central del Palacio de los Deportes. Estamos en la "Expo Sexo 2007".

Decenas de stands escabrosos y orientados al mítico arte del guayabo nos rodean. Hay de todo: películas, antifaces, chicles que ligan en lugar de uno, látigos, lencería violenta, tangas de tuti fruti, de Flash Gordon, de Don Gato, de Tarzán, de Cuauhtémoc Blanco, de Odisea Burbujas, tubitos fosforescentes cuyo color hace que parezcan armas biológicas, máscaras sado con cierres a la altura de la boca y condones sabor sandía, lima-limón, horchata y ponche navideño. No miento.

Caminamos con los vellitos estáticos gracias a los impulsos eléctricos de la variadísima raza que ha venido. Hay señores de 60 años con camisas abiertas y el peluche blanco a la intemperie, chavitos que creen que la expo es una verbena silvestre y ad hoc para el ligue, pubertas que acaban de mudar el último de leche y que ansían saber para qué sirven los colmillos, así como señoras de varias décadas con un escote tan pronunciado que si uno les ve las boobies de pronto se topa con sus tacones.

Mara va delante de mí cuando, en una tarima a la izquierda, nos topamos con una amazona en paños menores, haciendo su show con música de Son By Four (¿por qué siempre escogen esas rolas?) y rodeada por las cámaras de 30 celulares empuñados por la extasiada manada masculina.

La sudadita doncella está de buen ver, para qué lo niego. Es veterana, pero se ve que ha tomado su leche de soya, que come pura fibra y que ha cumplido religiosamente con su rutina diaria de pilates. Sus botas están altísimas, su bikini de lentejuela la coloca a la vanguardia de la moda en el teibol y la alineación de sus inferoposteriores nos indica que...

"¿Ya acabaste de verla?", me dice afectuosamente mi amada. "Yo no veo a ninguna más que a ti", responde mi hipocresía mientras mi "yo" se queda calladito, calladito, calladito.

Seguimos caminando y pasamos a un lado de una chicuela que está pidiendo informes en el departamento de vibradores. No tendría yo mayor objeción a no ser porque la dama en cuestión tiene fácil 80 años y el utensilio que está a punto de adquirir (con la tarjeta de su viejito resignado) es color chocolate y con las dimensiones propias de los cósmicos negrazos de Sierra Leona.

Por andar de metiches detrás de la ancianita golosa, de pronto nos pesca uno de los vendedores de esta boutique de vibradores.

"Mire usted, aquí le tenemos un anillo que se coloca en la circunferencia del miembro viril y que estimula tanto a usted como a su linda pareja", nos dice un vendedor mientras extrae de la cajita un objeto verdoso y gelatinoso que se parece a aquel fantasmita de la película "Ghostbusters".

Yo no sé si me habla a mí o a Mara, y por andar yo titubeando, el mentado chaparrito, con su camisa que dice Nasty Toys in Heaven, aprovecha y desempaca como 5 herramientas más con las que, me garantiza, nos acercaremos al más alucinante edén de la lujuria.

Mientras estoy en trance, Mara le da las gracias a este necio legionario del vigor y me saca de ahí antes de que yo compre todas las gelatinas y ectoplasmas del stand.

Es hora de irnos, pero antes... esa paradoja, esa contradicción, ese momento que uno busca y que no desea encontrar.

Ante nuestros ojos se alza un letrero grande que dice "Casting" y, en sus entrañas, brilla una cama morada con 4 cámaras listas para filmar una escena porno.

Hay un chavito regalando folletos e invitando a la audiencia para reclutar al nuevo gran exponente del 2007. Lo veo bien, se me hace conocido, el tipo está muy segurito de su chamba y reparte sonrisas por doquier.

Deja un momento el stand y cuando empieza a caminar, lo recuerdo. ¡Es el tilico enclenque del noticiero de López Dóriga!, ¡el naquito que ganó el casting del año pasado y que ahora es el nuevo sultán del porno de Tenochtitlán, el que se echó a una actriz porno, volviéndola loca durante dos horas!... ¡el que hizo que mi mujer se quedara "otros cinco minutos" viendo la tele la noche anterior.

"Mara, no manches, este morenito es un zotaco, está más chaparro que yo, ¡ahora resulta que es la gran esperanza de los mexicas!".

"No sé, amor, algo tendrá, pero yo te amo", me contesta la hipocresía de mi mujer, mientras su "yo" se queda calladito, calladito, calladito...

Friday, February 9, 2007

¡Grande Diego!


Antes de comenzar a leer, favor de dar click en http://www.youtube.com/watch?v=pE63cqFWYkE

Una vez musicalizado, adelante con el relato que me confirmará como un tipo transparente (y apedreado) en este espacio virtual.

Cuando alguna vez me preguntaron que cuál había sido el concierto más "extraño" al que había asistido en mi vida fui claro: Diego Verdaguer en el Crowne Plaza en 1995.

Cuando después me preguntaron la razón de tan ridículo gusto musical, fui directo y conciso: "Me laten sus rolas y qué...".

Pues bien, lo confieso. Anoche volví a las andadas y acompañé a mi madre, a mi hermana Lawrence y a mi adorada Mara al Auditorio Nacional para ver el "Diego & Amanda World Tour 2007". Así decía la playera oficial (no la compré porque no había talla "M").

Estábamos en cuarta fila y no éramos los únicos exóticos. De izquierda a derecha... Angélica María, Maribel Guardia (se necesitaban dos cámaras para tomarla completa), Fabiruchis, René Franco, el galán al que se peleaban estos dos, mi madre, yo, Mara, Lawrence, una señora dizque sexy que no dejaba de apretarse la falda pa' enseñar glúteo (fan de Amanda Miguel que seguro venía a confirmarse como solterona empedernida) y finalmente una abue arrugadita que era jovencita cuando Verdaguer arrasó con "Corazón de papel".

Los machos presentes, desperdigados en algunas butacas, nos volteábamos a ver como diciéndonos: "Ni me digas que estoy jodido por venir, imbécil, que tú también estás aquí".

Se apagaron las luces y salió la parejita a echarse una romanticona, pero no fue sino hasta que Amanda le dejó el escenario a Diego que pude echar a volar mi naquez, confirmación absoluta de mi gusto por las añejas rolas de este bigotón.

"La Ladrona" me la sé al 100%, de "Corazón de Papel" se me escapó como un 10%, de la que dice "Dame una mano, dame la otra, yo quiero que me beses en la boca" me sé todo, excepto el título. Y de "Que sufras más", me sé incluso el grito sostenido con el que le dices a la patana que no abrirás la puerta porque, si lo haces, volverás a ser el mismo blandengue de siempre.

Así siguió el show de esta especie de mediocampista de la Selección argentina en 1978 (de esos que usaban short micro y las medias abajo). Puras rolas setenteras y ochenteras, pero en extremo buenas, con todo y su cuarteto de trompetas y un guitarrista que... o se creía Jimmy Hendrix o se empachaba en éxtasis con el roce de la lira en la entrepierna.

Y Diego, cobijado por el grito enloquecido de las ñoras que lo veían como un veterano seductor con el mostacho bien firme y la camisa "sexy" que dejaba el peluche acostado sobre el tercer botón, aplicaba ese viejo recurso donde el artista pide a su banda que bajen el volumen unos segundos para que el público se levante y lo acompañe.

"A ver, ahora sí, quiero ver a toda mi gente de pie. No quiero a nadie sentado. Ustedes conocen 'La Ladrona' y quiero que me acompañen primero los que están aquí abajo y después, cuando yo levante la mano poco a poco, cantan los de allá atrás, ¿entendido?... ¿Estamos listos todoooos?, ¿estamos listos?, venga pues...

"Mi co-ra-zón es delicado, tie-ne que estar... (¡vengan esas palmas!) muy bien cui-dado, trá-talo bien si lo han robado (¡no las oigo, señoras!). Cuídame, quéreme, bésame, mímame asíiiiiiiiiiii". (Se repite 5 veces y entra de nuevo la música).

Sí, yo me levanté a cantar junto a los otros 10 mil. Me vale un soberano pepino el que se me critique. Si he tenido un resbalón musical en la vida (todos tienen uno) es éste.

Celebro y festejo, aunque a muchos les dé comezón musical, las rolas perpetuas del buen Diego, inquebrantable gurú del mostacho, dandy de las cincuentonas y tótem del pantalón entubado con cacle de charol.

Saturday, February 3, 2007

Km 39: la leyenda del mapache violador


Nunca sabremos si existió, si estaba a metros de nosotros o si a la mera hora no le apetecimos. Jamás sabremos si el mapache estaba ahí, escondido en la maleza del helado Km. 39 de la México-Cuernavaca.

Han pasado 9 años. Roque y yo estábamos en la fiesta de cumple de mi hermana Lawrence cuando mi entonces novia, Erika, se puso pesada y a las 8 P.M. me pidió que la regresara al D.F. porque no pensaba dormir allá.

Bien obediente, hice mi berrinche 3 minutos y luego accedí. Y Roque, como buen hermano, se ofreció a acompañarme e incluso puso su auto (un flamante Jetta plata).

La retachamos sin novedad y, para seguir dándole a mi teatrito, decidimos volver al relajo en Cuerna. Bueno, al menos eso planeamos.

Muy campantes, íbamos platique y platique de la manga y del mandil cuando, pasando el anuncio de "Inicia zona de hielo", el Jetta se quedó inerte al pie del letrero del Km. 39.

"Ahorita prende, ya me ha pasado", me dijo Roque nadando en confianza. Yo le creí, pero el ratito se hizo colgón. 10, 15, 20 minutos y nada. No era una falla, el vehículo de verdad había expirado y lo peor es que, apenas bajamos el vidrio, entró una ráfaga de viento directita desde el polo norte. Y nosotros... con bermudas, playera y chanclas.

Con el celular sin pila, mi compa empezó a ponerse nervioso. "Güey, no se ve nada aquí. Está helando y hay puros arbustos, no se ve nada".

"Sí, y un mapache nos va a violar si no nos movemos", respondí yo, cerrando las piernitas con la firme... idea de no perder el honor, de seguir sentándome bien y de seguir siendo un "mamífero vertical".

Roque no descartó la posibilidad de que esa feroz criatura existiera, así que se ofreció a caminar lo necesario para buscar un S.O.S. a las 11 de la noche. Ha sido la única vez en mi vida en que de plano le he dado la bendición a un cuate.

Se marchó y entonces sí, con el silencio de la noche, me entró la terrorífica imagen del mapache haciéndose grandote y convirtiendo mis pompitas en su nueva cuevita. Lo peor es que... o se apañaba a Roque en pleno acotamiento o me tocaba a mí (no es que estuviéramos frondosos, pero uno nunca sabe los gustos de un depravado ser silvestre).

No quise ni bajar el vidrio para orearme. Si la palabra pánico existe, eso fue lo que me rodeó. Por la tardanza de Roque, juré que había sido planchado por un carro o que la bestia se lo había merendado. Y yo... cuando empezaba a imaginar mis opciones como único sobreviviente, pegué un brincote cuando el imbécil tocó la ventanilla, con hielo en las fosas nasales y con el trasero intacto, gracias a mi bendición. "Ya vienen por nosotrozzz".

Su búsqueda había sido fructífera. El mapache tendría como 20 minutos para acabar con nosotros antes de que llegara la grúa.

La bestia jamás apareció, pero la grúa sí y un tipo idéntico al Chómpiras nos auxilió con su troca. Nos dijo que, más allá de llevarnos a nuestro destino (Km. 87), la regla dictaba dejarnos en el poblado más cercano, o sea, en Tres Marías. Accedimos y él cumplió con su misión, pero cuando vimos que la tierra de las sabrosísimas quecas de día era un pueblote fantasma de noche, casi nos arrodillamos para que nos llevara a Cuerna.

El tipo se puso pesado, pero al ver que éramos unos miserables náufragos, perdidos, hijos de papi, indefensos e inútiles con celular apagado y Jetta fregado, nos propuso la modalidad de suicidio más ad hoc a nuestras posibilidades de pago: "Pues miren, los puedo remolcar hasta el Km. 54 y ahí ponen en neutral el carro y les doy un buen empujón (alburzazo) y con el puro impulso llegarán al 87. Van a subir como a 90 Km/h.. Nomás aguas con la curvota de la 'Pera’. Y por esto pus… les cobraría unos 100 pesitos".

"Ándale pues, este raterote de quinta nos cree idiotas"... pensaba yo justo cuando Roque balbuceó aquella inolvidable frase: "Zzzeñor, hacemos eso y hasta le damos 200". Me quedé con el trasero tan rígido que hasta pensé que el mapache ya me había alcanzado y me estaba olfateando la nuca.

Yo seguía en mi trance y el Chómpiras ya estaba ronroneando su troca para empujarnos. O sea, esto ya estaba decidido. O sea, ya me iba a morir y yo sin reaccionar. Tan absorto me quedé que hasta se me olvidó ver mi niñez y mis highlights en los instantes previos al fallecimiento de uno. Tan retorcida estaba nuestra idea de deceso que en lugar de miles de recuerdos bonitos, sólo me pasó por los ojos cuando mi mamá me dejó caer por las escaleras y cuando mi hermana me daba zapes de chico. Todo al revés.

Recobré la noción en el coche de Roque. Mi amigazo ya iba efectivamente en neutral y feliz de la vida a 90 Km/h., tal y como nos había prometido el "Chomps". No miento, juro que así fue: un Jetta sin vida andando alegremente, cual carreola, sobre la carreterita y hasta rebasando vehículos a su paso. Increíble, inaudito, impensable.

El momento culminante llegó cuando la "Pera" se abrió ante nuestros ojos. "Supongo que vas a frenar...", dije. "No, el señor dijo que si frenamos, no llegamos a Cuerna", contestó Roque. "Güey, yo opino que sí está cañona la curva", insistí. "¡¡¡Qué hacemos, qué hacemos, ¿freno o no?, ¿sí o no?, diiiime yaaaaa!"...

Nuestra discusión seguía cuando ya habíamos pasado la curva. Así de hábiles nos vimos al momento de decidir. Nunca supe si frenamos o no, pero así como escapamos del mapache en el Km. 39, superamos la "Pera" en el 60 y, sí, el impulso nos alcanzó para llegar triunfantes (y vivos) al 87.

Fue heroico, fue impresionante y todo... con tal de regresar como fuera a la fiesta de mi hermanita, quien, al momento de tocar nosotros la puerta, ya estaba plácidamente dormida.

No supe cómo entramos sin llave, pero después de tan estrujante aventura nocturna, créanme: piece of cake.