Wednesday, November 29, 2006

Ridículum Vitae


Hoy en día ando insoportable y me pavoneo presumiendo a mi mujer por doquier. Me encanta todo de ella, incluso sus calcetines de puerquitos. Que se murmure, de frente o a mis espaldas, que soy oficialmente un mandilón de quinta.. me vale un cacahuate.

Pero para alcanzar esta cima de amor consumado, las estrellas debieron alinearse y algunas féminas debieron salir de mi vida. No hablo de mis ex novias, sino de aquellas nenorras que pudieron ser y no fueron, esas con las que me apliqué alguna vez y con quienes salí (a algunas me cae que les queda más el término de "las saqué a pasear" o "a orearse"), pero digamos que son con las que el arroz no agarró sabor.

Mencionaré sólo 3 ejemplos, pero contundentes:

1) Marlene: Yo tenía 16 (un pubertazo). La verdad, su cara era poco agraciada, su estatura era de gnomo, era blanquita y medio güerita, pero eso sí, las boobies muy bien (debilidad #1).

Salimos dos veces, pero desde que me pidió con voz así medio melosona que fuéramos por un helado a "Baskin Robbins" porque en su anterior ciudad no había, pensé: "Chale, esta provinciana acaba de llegar al D.F. y quiere probar helados que no sean de carrito con campanitas. Me quiere agarrar de su guía en Chilangolandia".

Cuando dejé a la microscópica Marlene en su casa, mi motivo para no buscarla nunca más fue el modo en que se despidió: "Gracias, hasta la vista y que tengas bonita noche". Perdón, pero... ¡¡¡¿¿¿¿Quién dice "hasta la vista" en este mundo, aparte de Terminator????!!!

Y entonces... ¿dónde estuvo la segunda salida con ella si yo había mencionado dos "dates"?. En sus sueños es la respuesta, porque por ahí un amigo me chismeó que la lunetita se había quedado esperando mi llamada, pero yo, por aquello del elegantísimo y potencial "hasta la vista" en una futura comida familiar, preferí dejar a mis padres ajenos al osote.

2) Ana Mary: Ya desde el nombre había problema. Yo tenía 17 años y acababa de tronar, así que estaba desolado y anímicamente amputado. La niña era ducha en la onda escolar, traía un "Shadow" verde botella turbo que presumía por todos lados y, como señas particulares, estaba muy chapeteada y era zzipi-zzapa.

Esta fémina tampoco me encantaba, pero para mí esa época era como llegar a Acapulco sin equipaje y que te alojaran gratis en la suite del Hotel Elcano. No dices que no, si de antemano no esperas nada de nada.

Salimos varias veces y no fuimos por ningún helado. La pasamos bien y para mí era glorioso que no me dijera "hasta la vista". Con el "bye, regrésate con cuidado" yo me sentía progresista, además de que me plantaba los besos entre mejilla y labios. Aventadona y decidida. Bien por ella.

Iba todo bien hasta el día de su cumpleaños 18. Enfrente de sus papás, la señorita se echó un soberbio "speech", donde se tomó la molestia de incluirme afectuosamente. Su padre pasó a abrazarla y, unos segundos después, entró a escena la mamá (suspiro extra large). Hija del mal. La señorona traía un escote del tamaño de las chapotas de su hija y activó, ipso facto, mis sensores. Alguien chocó su copa conmigo y yo no reaccioné, seguro algún tío se dio cuenta de mi estado comatoso y de mis venas saltarinas. Desde entonces tengo una vena en la sien que nomás no se desfinflama.

"A ver güey, ¿sí alcanzas a captar que la mamá de la niña con la que sales está impresionante y que las chapitas las trae en otro lado... y a la intemperie?", me reté a mí mismo.

"Mí mismo" respondió de inmediato y enjauló a la fiera. Momento de abortar la misión de tajo para evitar un lamentabilísimo episodio tipo "El graduado". Es que no era que la suegra estuviera poquito mejor que la galana; es que en verdad el cósmico escote estaba para que yo ahorcara a la galana con tal de que me hiciera palancas con su mamá. No, no y no. Eso se piensa, pero no se hace. Adiós para siempre, suegra fatal.

3) Isabel (Chabela): "Luisitoooo, ¿a qué hora vas a bailar conmigo?".
La frase parece perfectamente normal, pero si pensamos que la vociferó Isabel con micrófono en mano en un tono tan potente como cachondo como etílico, enfrente de todos y en plena fiesta de graduación en el 2001 (con papás, nanas y hermanitos presentes), ya se imaginarán la reacción de mi familia y de mi entonces novia.

Pero así era Chabelita a sus 24 (y yo a mis 22). Una devoradora de hombres cuyo propósito era echarme al plato como a algunos otros (un tal Chihuaz sí cayó). El que se dejara… ¡sopas!, dos boobies 32B de avanzada y la pompa firme como primeras armas de seducción. Una micro señora Robinson, ya que andamos en el tema de "El Graduado".

Una noche (y con esta anécdota basta) a un amigo al que llamaremos "X" (por su seguridad) se le ocurrió decirle a Isabel que yo estaba solapa en casa y que porqué no venían a mi morada después de una fiesta a la que habíamos ido los 3. Yo entendí que mi amigo "X" quería un escondite para llevar a cabo la actividad física vigorosa con ella, así que le apoyé en lo que a un nido se refería.

Llegamos a mi casa ella, "X" y yo. Les serví un trago como buen anfitrión y, luego, como distinguido patrocinador y mecenas del guayabo, les dije que podían ir a checar mis cd's a mi cuarto. Mi amigo casi me besa los pies. Acto seguido, subió con la Chabelois mientras yo me quedaba en el sillón de la sala medio dormido y con un cojín entre mis brazos. Provechito.

60 segundos después, me despertó un apretón. De pronto, yo era la tapa del pan, el cojín era la lechuga, Chabela era el jamón fresquecito y mi amigo fungía ¡como la otra tapa de pan!. Sí, algo había salido mal.

No estaba soñando, y al ver que mi compadre no había durado ni un minuto con ella en mi cuarto, entendí que esto se trataba del "haz sándwich".

La devoradora y extasiada amazona me exigía que quitara el cojín que la separaba de mí, al tiempo que mi cuate la secundaba. A éste le había valido todo... con tal de echarse el emparedado como fuese, y a ella... también. Tantos años de amistad se nos iban de pronto en un mordisco.

Cada quien peleaba por su causa y luchaba fragorosamente por su meta, pero yo no soltaba el cojín, al cual, hoy venero tanto como al Sagrado Corazón.

Digan lo que quieran, pero no cedí. Esa lucha encarnizada, que parecía la urraca-rana hecha por tres rudos, culminó con el desdén de Chabelita y el enfriamiento crónico, pausado y doloroso de los fluidos de mi amigo "X", ese que sin mi permiso se quiso volver "XXX".

Con el tiempo, ambos me perdonaron y cultivamos la amistad sin episodios secretorios del tercer tipo. Me cae que si yo hubiese tenido algo que ver con Isabel, (toco madera) y si se hubiese embarazado y hubiese salido niña, ésta, apenas brotando del parto, me hubiera visto y, antes de decirme papá, se me hubiera lanzado encima para iniciarse en la actividad física vigorosa.

Con 3 ejemplos basta. Está claro que cuando una pareja no es para ti, no es para ti. Y a veces, sin darse uno cuenta, ese "hubiera" no sólo NO existe, sino que es lo mejor que te pudo NO HABER PASADO EN LA VIDA.

Wednesday, November 22, 2006

Namaste-digo


Normalmente al levantarme, primero me baño, bajo a desayunar en pants y después me pongo el traje para finalmente agarrar mis llaves e irme a trabajar.

Esta mañana fue un tanto diferente. Cuando me disponía a cumplir mi ritualito, abrí la llave de la regadera, dejé la mano tentando la temperatura y, luego de cinco minutos de estar como zombie, el agüita nomás no se calentó. Maldito pre invierno que azota sin piedad nuestra casita en el cerro.

Mara, ya bañada y antes de marcharse, me recomendó que me esperara un rato para dar tiempo a que el mentado calentador hiciera su chamba. Accedí, me despedí de mi mujer, me puse unos pants negros, calcetines negros, playera blanca, y bajé a servirme un plato de cereal, no sin antes saludar a la señora Gloria, quien todos los miércoles nos ayuda religiosamente con la limpieza.

Encendí la tele de la cocina sin darme cuenta del canal y me serví unos deliciosos "Cheerios" con leche. Estaba en la tercera cucharada cuando de pronto escuché decididas palabras femeninas provenientes de la sala: "El joven está hecho un cachote y se ve reguapote con esos pants negros".

Mi pupila se dilató, mi mirada se estacionó en las servilletas de la mesa y la última gotita de leche se me resbaló del mentón convirtiéndome en un tieso y entumido baboso, al que parecía que le estaban apuntando con una pistola por detrás.

Acababa de experimentar acoso doméstico y nadie, más que mi perico australiano, enjaulado y esponjado por el frío, podía defenderme.

No supe qué hacer. No quise moverme ni voltear a ver el color del delantal que había escogido la señora Gloria para esta "ocasión". Mucho menos pretendí mirar si su embate estaba escoltado por una escoba o por una franela color rojo pasión. Tieso, tieso.

Me resultaba incomprensible esto, especialmente porque mis pants negros eran del año del caldo y la combinación con mi playera arrugada y mis calcetines (también negros y medio escurridos de mis talones al estilo Tontín) me hacían parecer más un indigente de Satélite que un fodongo hogareño.

Por otro lado pensé: "Bueno, igual la señora Gloria me ha visto otras veces en mejores fachas y por eso se quedó con la última imagen mía para acosarme". Pero enseguida me repliqué con rencor: "¡No manches Luis, qué barrabasada estás pensando!, ¡actúa imbécil!, ¡di algo!, ¡8 años en el Tec de Monterrey y no tienes capacidad de respuesta cuando te acosa la señora de la limpieza de tu maldita casaaaaaa!??".... "¡Tú eres el de la casa, tú mandas!, ¡tú eres el hombre, estúpido!".

Entre gritos y mentadas internas, me eché otra cucharada de "Cheerios" para ganar tiempo, mastiqué pausado las donitas de trigo, miré a mi perico australiano (al cual casi pude oír diciéndome "Síguete tardando en contestar, idiota"), intenté tomar valor y recordé que Lawrence, mi hermana, acababa de correr a esta señora por impuntualidad dos días atrás. Ni modo. Ahora yo tenía mi propia excusa: acoso.

Aunque Mara le diera instrucciones y yo tuviera que limpiar el resto de la casa en los próximos días, había que actuar y entrarle al dilema como todo y granaderos. Además, ese término de "cachote" se me hacía naquísimo; mínimo "buenote".

Ya estaba yo con la palabra en la boca, el despido firmado y los "Cheerios" ya casi hechos escupitajos cuando la señora Gloria se me volvió a adelantar con un tono de voz más tranquilón: "Ha de terminar uno bien relajado con todo eso que hace el barbón, híjole, qué guapote está de verdad".

Fue el total alivio. Yo no era barbón (nunca lo he sido y jamás podré serlo aunque quiera), así que, ahora sí, me atreví a mirarla. La escoba empuñada estaba estática en el suelo, sin moverse, y los ojitos chiquitos de Doña Gloria no se separaban de la tele que yo había prendido.

El "Namaste" (barbón maestro de Yoga del programa "Hoy" que normalmente se quita la playera y se queda en pants negros antes de hacer su rutina para enseñar sus bíceps y pedir que sus millones de seguidoras inhalen inflando el abdomen y exhalen llevando el ombligo hacia dentro) cautivaba a mi dulce trabajadora doméstica. La hechizaba, la hacía relajarse y sacar todo el aire en pleno quiebre de escoba y la hipnotizaba igual que cuando lo logra el maldito con mi mujer.

Mi trauma de acoso de pronto pasó a indignación. El ego me golpeó y hasta sentí que mi periquito australiano me decía desde su jaula: "Tsssss, eso arde, no eras tú, jaja, era el barbón 'Namaste', tsssss".

Iba a desplumarlo, pero me contuve. Apagué la tele, me fajé ferozmente mi playera blanca en mis súper pants negros (los míos son más caros), dejé mi plato con leche bruscamente en el fregadero y salí de la cocina.

No iba a subir a bañarme sin antes romperle el corazón a la jocosita de Doña Gloria, así que me detuve en la sala, inhalé, cavilé, exhalé llevando el ombligo hacia dentro y, más ardido que un chile en el sartén, le dije sutilmente y en voz bajita: "NAMASTE-DIGO que ese barbón es gay; lo dice mi mujer y, aunque no soy mandil, lo que diga ella es ley. Que pase un bonito día".

Sunday, November 19, 2006

El salto del canguro (Edición especial 10 Aniversario)


Hoy se cumplen 10 años de un episodio del que mis extremidades inferiores no se olvidan.

Todo inició la tarde del 19 de noviembre de 1996. Yo estaba estudiando para un examen con mi compadre Lalo en su casa cuando de pronto sonó el teléfono. Era la señorita (hoy señora) Gaby, quien comenzaba su carrera en la Anáhuac y quien dijo que esperaba vernos esa noche en un coctel que organizaba su universidad en el "MX".

Con una interesante noche por delante, accedimos y quedamos en vernos allá con la organizadora, no sin antes sonsacar a Vivi, una amiguita a quien yo frecuentaba en carácter de no strings attached, a un amigo llamado Willy y a otra conocida de Lalo, que no era fea, sino varonil.

Pasé a mi casa rápido, me bañé, me eché una buena cantidad de "Carolina Herrera" y, al no ver a mis padres, se me hizo fácil dejar un recadito en la cocina diciendo: "Regreso al rato, llevo llaves". Eran las 8 de la noche; yo pensaba retachar por ahí de las 3 AM.

Lalo pasó por mí en su "Spirit" color plata y de ahí fuimos por su amiga (la de aspecto masculino), después pasamos por Vivi (cuya cortísima estatura también recuerdo) y al final por Willy.

Llegamos al "MX" y entramos. Cada quien estuvo con su respectiva acompañante (excepto Willy) y posteriormente nos vimos con Gaby y con su hermana Lore para ampliar la convivencia nocturna. Buen ambiente, lugar fregón, música ad hoc, todo cool.

En algún momento me acordé que traía reloj. Miré las manecillas y eran las 4:30 de la madrugada. También me acordé del mísero recadito que había dejado en la cocina y pensé: "¿Ese papelito me hará el paro con mis padres o ya habrá caducado la tolerancia a estas horas?". Todo se me figuraba a un parquímetro vencido.

Así como no queriendo y con la mirada de mi padre en la cabeza, iba a preguntarle a Lalo a qué hora pensaba regresar. A eso iba yo cuando justamente Gaby y su hermana se acercaron y nos preguntaron si podíamos llevarlas a casa. Bueno, más bien fue Gaby, porque Lore estaba nublada por una que otra copita (5:00 A.M.).

Como los pirrurris de la noche, dijimos que no había problema, aunque internamente empezamos a calcular la mejor ruta para depositar a varias mujeres y a Willy en tiempo récord. Y por si fuera poco, tendríamos que caber los 7 en el "Spirit" plateado, diseñado para 5 plazas. Shit. (5:15 A.M.).

Obstinados, metimos 4 y 3. En el asiento trasero se acomodaron como cucharas Gaby, su hermana, Willy y la amiga de mi cuate. Adelante Lalo era el conductor, y para la cuestión del copiloto Vivi y yo tuvimos que hacernos una sola persona. Parecía parto. Yo era como la mamá canguro con la cangurita en la panza, aunque ambos hacíamos como que ni nos dábamos cuenta de que esto podría originar un embarazo no planeado.

No sé qué fregados hizo con el volante, pero para las 5:30 A.M., nuestro conductor nos colocó en la plancha del Zócalo. En un instante… estábamos rodeados de tarimas con decoración tricolor, además de anuncios de "No pase" y de "Acceso cerrado". Sí, era ya la madrugada del 20 de noviembre de 1996. Aniversario #86 de la Revolución Mexicana, o sea, al maldito Zócalo nadie entra... y menos con aliento alcohólico.

Antes de hallar escape, una serie de luces azules y rojas nos iluminó. Una patrulla nos acababa de dar alcance (nada difícil si se toma en cuenta que nuestro "Spirit" parecía una luciérnaga a la deriva, semilenta y ondulante en medio de la noche).

"A ver Lalo, sóplame", dije al hombre del volante antes de que nos cayera la ley. Tres segundos después, no había duda; estábamos en problemas. El etílico aliento de mi compadre casi me había despegado de mi acto de pasión involuntaria con Vivi, mi cangurita.

"Lalo, no te bajes del coche, no dejes que el poli te quite la licencia y por ningún motivo le hables de frente", insistí, sin darme cuenta de que él haría lo contrario: se bajó del coche, le dio su licencia y le habló tan de frente que hasta parecía acercamiento amoroso en vez de inspección policíaca (5:40 A.M.)

En medio del caos, faltaba algo peor, algo anárquico que coronara la noche de manera funesta. Y de ahí, justo del asiento de atrás, llegó ese "himno a la desgracia" que nos hacía falta: “¡Pinche policía estúpido, no nos puedes hacer nada, maldito naco!”.

Yo pensé: "¿Cuántos chupes habrá requerido Lore para soltar la frase que mis oídos acaban de almacenar?... Ahora sí, estamos legalmente perdidos".

No voy a contar lo demás. De algún modo salimos de ahí y yo fui el último al que dejó Lalo aquella madrugada.

Cansado, harto y con mis piernas preguntándome dónde había quedado la cangurita, saqué las llaves de mi casa, pero… para colmo, la puerta estaba cerrada con segurito. Mi llave era un chiste contra ese candado y, entonces, tuve todas las intenciones de a) reír, b) llorar, c) soltar un grito que se oyera hasta la plancha del maldito Zócalo (7:00 A.M.).

Ya inmerso en un coma cerebral, se me ocurrió echar un vistazo a la barda que rodeaba mi casa. Susurré un glorioso "No está tan alto" frente a un muro de 4 metros y medio y, así de lunático, trepé la pared con la estupidez sujeta a mi espalda (7:15 A.M). Ya arriba, vino el acto final, mi tristísimo final y, así como Amistades Peligrosas cantaban aquella de "Caeré en picao", así se consumó mi desgracia.

Volé por los aires y, al momento de caer, mis piernas de canguro demostraron su inutilidad, pues en lugar de doblarse de manera natural, se quedaron estáticas, temblando, vibrando y ahogando un grito de dolor que se salió por mis orejas (7:23 A.M.).

Me agarré las rodillas y me caí de ladito. Fue el momento en que mi papá abrió la otra puerta y me dijo: "Vi todo, desde tu recadito de las 8 de la noche hasta tu brincote. Buenos días, ya puedes pasar".

10 años después de aquella noche que me dejó paralítico por dos semanas, el "Spirit" de Lalo ya no existe, el "MX" es un vil recuerdo y el mísero desfile del 20 de noviembre en el Zócalo ha sucumbido por orden de la Presidencia.

Pero mis rodillas de canguro… esas que se pulverizaron y se hicieron papilla, ya dejaron de temblar, están de pie, sanas y listas para superar la marca de los 4 metros y medio. Solo necesito un nuevo muro para comprobarlo. De cualquier modo, ¿a quién no le gusta echarse un brinco?

Thursday, November 16, 2006

El rey de la casa


Lo confieso: me pasó lo que a muchos sucede cuando empiezan una relación, cuando complacer a la galana es lo más importante.

Aparte de decirme que le encantaba la música de Café Tacuba y de Juanes, mi entonces novia Mara (hoy dueña de mis quincenas) me hizo aquel gracioso comentario a finales del 2002: "Muero por un hurón, me fascinan esos bichos".

Justamente esa palabrita de “bichos” me llevó a imaginar que sería algo así como una mirruña de animalito maravilloso, lo que, en combinación con mi espíritu de novio complaciente, amalgamó la compra inmediata en “Maskota” de Loreto.

Si mal no recuerdo, el chico de la tienda (de esos que te explican igual el apareamiento del panda que las glándulas renales de un puerco espín) me dio un curso intensivo de hurones basado en un miserable folletito con garantía y la fecha de caducidad del que sería el nuevo miembro del noviazgo (más tarde sería el corazón de la familia).

Luego, para que hiciera finalmente la elección, me llevó al lugar de la tienda en la que dormitaban plácidamente un conjunto de pelos y manchas, donde se veían muchas patas, uno que otro hocico entumido, y varias garritas que no me causaron pánico. Debo decir que éste fue mi primer acercamiento al animal llamado “hurón”.

El gerente me dijo que escogiera y yo le apunté a algo, seguro era la pata más bonita que se me cruzó por los ojos, porque ni siquiera supe yo dónde empezaba la cabeza y dónde estaba el desagüe de cada bicho. Al azar y que Dios nos agarre confesados.

Pagué los respectivos 1500 chuchulucos, compré una jaula de casi 3000 volovanes, me llevé la bolsa de comida que ellos indicaron (aunque se pareciera a mi cereal favorito) y salimos solos una pequeña hembra y yo (según yo, había escogido macho, pero mi ignorancia y aquel vendedor ducho me timaron sin riesgo alguno).

El primer problema con este ejemplar, cuyo nombre técnico es “Mustela Putorius” (me acordé de un amigo) no tardó nada y se dio apenas al subir al coche en el estacionamiento de Loreto. Con el cambio revuelto y la hurona en la mano derecha, y las llaves y la jaulita en la izquierda, me las ingenié para resolver el asunto. “No te pasa nada si te dejo tantito al lado de la llanta en lo que meto tu jaula a la cajuela”, le dije a la bigotona de cuatro patas (por fortuna, no pasó ningún coche para cuando la encontré a la mitad del carril haciendo su primera gracia).

Ahí, justo ahí, me dije a mí mismo “¿Qué ching… hiciste?”, pero como no hubo respuesta de parte del lado izquierdo de mi cerebro, entendí que acababa de perder la razón o que la había olvidado en el “Maskota”. Me trepé al coche, le bajé a los cuatro vidrios, puse el aire acondicionado a todo y me fui a 20 Km. por hora, por aquello de que la fecha de caducidad del animalito se adelantara y el esperado “¡Amor, me encantó, mil gracias, eres lindísimo!” de mi galana… nunca llegara.

Desde aquel brinco que pegó Mara al ver por vez primera a “Martina” hasta hoy, todavía me sigo preguntando una cosa “¿Qué ching… hiciste?”.

Incluso hoy en día, ya no solamente hablamos de “Martina”, sino que hace un año llegó a la familia un segundo bicho, “Cucho”, un macho de criadero y de color ligeramente más claro que ella, con lo que confirmé que no sólo había perdido yo la razón, sino que comprobé que ya me empezaba a gustar la onda de estar hecho un reverendo imbécil y adquirir fauna silvestre nomás porque sí.

En todo este tiempo transcurrido desde entonces, ya me casé (al menos funcionó el sacrificio), ya vivimos juntos los cuatro, Mara se ocupa de “Martina” y de “Cucho” con una responsabilidad inquebrantable y debo decir que le he tomado cariño a estos animalitos, aun cuando su extensión territorial sea tan y tan grande que ya lo único que sigue siendo mío en la casa es mi amplísima y kilométrica navegación en Internet (llego a donde sea). Fuera de ello, tengo mi espacio para dormir, voy al baño 3 veces al día, duermo 7 horas y no golpeo mi jaula cuando tengo hambre, además de que mis glándulas renales están intactas y no causan problemas.

No tengo un médico de cabecera como sí lo tienen los hurones, no duermo en una deliciosa hamaca hecha en Taiwán ni traigo un pepcilindro de marca como ellos. ¡Ah!... y no me da pena que cuando llegan invitados a vernos, Mara los desaire al prometerles que les va a presentar al consentido y mimado rey del hogar, me llame con un grito y me solicite gentilmente que… saque a “Cucho” de la jaula y lo baje a la sala. Me siento el vendedor ducho de “Maskota”. Soy el que muestra a los visitantes el espécimen en cuestión, el que explica los pormenores del mismo cual edecán de Chabelo, el que les dice a todos que pueden tocarlo sin miedo a la radiación del pelaje y el que, ya después de todo el show, regresa al gracioso hurón a su jaula.

En fin. Cuando se habla del rey de la casa, yo me adelanto y me siento como AMLO declarándose mandatario legítimo, pero, por otro lado, lo confieso: cuando uno de estos bichos fallezca, una parte de mí (y de mi olfato) dejará de existir.

Tuesday, November 14, 2006

¿Quién se echó el primer palito?


La pregunta del título lleva al apreciable lector a cualquier dimensión, pero nuevamente le cerraremos la boca al mexicano que siempre ve cosas fétidas donde no las hay.

Resulta que mañana es cumpleaños de Diego (dulces 29, aunque muchos presumen que ya son 30), un buen amigo de mi bola de cuates de confianza, pero también un gran compañero de trabajo al que aprecio no poco.

Normalmente nuestra "H" empresa suele mostrarse espléndida y regalar un pastel al celebrado por su onomástico, pero debido a que Diego descansó justamente hoy, la misión de recoger el pastel le fue brindada a Basilio, otro buen cuate del periódico.

Así bien, e inspirado en mi espíritu fregativo que mi padre sembró en algún cromosoma (mi mujer puede dar fe de esto), en cuanto vi que llegó Basilio sujetando noblemente el pastel de chocolate con vainilla, me aproximé a él y le pedí el delicioso manjar, el cual estaba rodeado por varios palitos (cilindros) que lo adornaban con semejante exquisitez. Él accedió luego luego, más confiado que un padre que entrega a su hija a un Federline cualquiera.

Mientras el demonio me seguía aconsejando al oído y ya con esto en mi poder, decidí quitarle la tapa a esta delicia (mis amigos saben lo que el pan me hace) y amenazar con que me comería uno de esos palitos bicolores.

Basilio, visiblemente atrapado entre la indignación y un segundo diablito en su oído, me dijo: "¡Eres un OGT!", pero ¿qué creen?, al mismo tiempo el tío SE EMPACABA EL PRIMER PALITO!!!! O sea, ambos culpables, tan simple como eso. Y basado en esa conjetura, pues decidí consumar el maléfico acto ya sin vergüenza alguna. Si vas a hacer algo, házlo bien.

A los 10 minutos, los aproximadamente 100 palitos bicolores se habían reducido a poco menos de 75. Yo me sentía más noble que un diácono tras haber repartido una buena cantidad de cilindritos a los demás miembros de la chamba, quienes me veían como buen samaritano en un martes de flojera. Nada como alimentar al prójimo a las 7 de la noche. De egoísta nadie me tachará.

Admito que soy un cínico, pero para Basilio esto fue demasiado. El cachibache del cabello escaso no aguantó mucho y a los pocos instantes ya estaba hablando por phone con Diego, diciéndole que se le había dado un buen baje a la periferia de su pastel. "Mi mamá está enojadísima porque yo le dije que no me hiciera pastel, ya que contaba con el del trabajo que les encargué a ustedes dos", contestó el festejado con tono amenazador, tipo APPO.

Al ver que Basilio no aceptaría ir al infierno conmigo y me traicionaría en cualquier momento debido a su volatilidad y a los nervios que le sembró Diego, decidí hacer algo personal: eché una buena ojeada a los palitos que quedaban rodeando al pastel, como echando a volar las matemáticas. Fui al baño, me lavé las manos y, sí, lo acepto, regresé para convertir la fila de los 75 sobrevivientes palitos consecutivos en algo más estético: una fila de uno sí, uno no y así sucesivamente.

Por ende, le di otra buena ronda de palitos a mis amigos de la chamba, los cuales, volvieron a ver en mí a un noble amigo que imita la multiplicación de los panes (versión actualizada con palitos).

Quedó de maravilla, todo con gran estética y con un sentido de repostería que me da esperanzas para cuando me retire. Nadie vio nada, nadie se dio cuenta y, al llegar la noche en casa de Diego, nada me dejó tan complacido como ver que los invitados degustaban el pastel y tomaban con semejante satisfacción los palitos del mismo.

El único que me vio con cara de "eres un cínico, me cae que voy a rajar" fue obviamente Basilio, pero antes de que hablara... le dije dulcemente: "Me traicionas y mueres".

Él sigue con vida y todos nosotros muy felices con un año más de nuestro amigo Diego.

Monday, November 13, 2006

El mostacho aerodinámico


Tal vez sea el mero y provechoso sabor de discutir por discutir o sencillamente la necedad que a todos nos aflora en un lunes que se ha vuelto insostenible entre el tráfico abundante y la pertinaz lluvia que ha caído sobre Tenochtitlán.

Mi amiga Alexandra "no pierdo una" González y el caballero que escribe la presente entramos hoy en cósmica reyerta que se extendió durante varios minutos. Y todo a raíz de una simple cuestión: ¿La charrería es o no es un deporte?

Quién sabe de dónde salió el maldito tópico y en qué momento. Quizá ella estaba jactándose de haber sido Reina de La Villa o algo así, la verdad no me acuerdo en qué fuckin' instante inició el argüende, pero cuando se me ocurrió lanzar el ríspido "ay no manches, los charros no son deportistas", le brotó de pronto la fiera, se le enroncó la voz como si acabara de echarse un habanero de Xapala y respondió con brutal ahínco. "¡Pero por supuesto que es deporte!, ¡eres un ingorante y eso que te encantan los deportes!". - Se escribe más bonito de lo que se escucha -

Nos lanzamos uno al otro las respectivas cáscaras de plátano lingüísticas y, al final, ninguno cedió y ninguno puso su otra mejilla. Creo que yo gané, aunque ella no lo va a reconocer ni hoy ni en 80 años, porque lo máximo a lo que uno puede aspirar con una charra metida y entercada en su onda es un democrático y pacifista empate. Pero insisto, creo que yo gané.

Digamos que me opongo rotundamente a esta iniciativa de jalada que propone la charra de charras en cuanto a que la charrería es deporte (al pertenecer ella al gremio de los sombrerudos, su opinión no puede ser mínimamente objetiva, aunque en su descargo dirá que conoce este "arte" azteca mucho más que yo... y tiene razón en ese punto).

Mis argumentos, a fin de cuentas, son los siguientes:

- La charrería no puede ser un deporte porque la prenda más notoria de la misma es un vil sombrerote que es lo más anti-sport que uno puede encontrar en el tercer planeta. Ni casco, ni gorra acuática, ni gorra de beis ni nada de eso. Ellos salen al tendido con un sombrerote que a muchos hasta les tapan los ojos. "Se ve re guapote el Maximiliano con ese sombrero y ese mostacho que tanto me agarra la pupila", rezan algunas charras desde la tribuna para 210 espectadores.
- Segundo: Generalmente los charros son pistoleros y bigotones estilo Emiliano Zapata, y ese mostacho tampoco se puede decir que sea muy aerodinámico que digamos, mucho menos que vaya con la percha de un deportista (¿se imagina usted a un charrete bigotón nadando a toda velocidad, o bien, encerrado en un casco de piloto o sobre una motocicleta a casi 270 kmh). Aceptémoslo, un charro nació para ser machote y pedir tres buenos platos de lentejas, no para ser deportista.
- Tercero. Si ella va a decir que la charrería es deporte porque es una competencia, yo también puedo presumir (y balconearme) que de chiquito competí con dos que tres cuates a ver quién salía primero del baño de la primaria y regresaba al salón. El último era marica (me frustré varias veces al sentirme un marica de esfínteres atrofiados).
- Cuarto y último. Si ella va a argumentar que la charrería es "el deporte nacional por excelencia", me vuelvo a oponer porque nada provoca tantas verbenas populares y porras como el fucho. Ya sé que algunos como Roque se pondrán panteras, pero es la verdad. Todo mundo se acuerda más del Mundial del 86 y de la "Chiquitibum" que de la serpiente que fue devorada por un Águila y que está en nuestro escudo nacional. Y ya si alguien quiere hablar de ese Águila... nunca falta el naquete que dice: "Para Águilas... ¡las del América".

¿Alguien sabe el nombre de algún charro legendario o al que hayan apodado el "Penta" o "El Matador" o que haga la "Cuauhteminha" sobre el caballo?, ¿alguien conoce a algún gran exponente del "deporte" de la charrería?

Acéptalo Ale.

Sunday, November 12, 2006

Al viejo no tan viejo


"Qué fregona está la oficina de tu señor padre"

Más allá de las palabras que mi buen amigo Luisma tuvo a bien expresar con respecto al lugar en el que trabaja mi padre, lo que me queda es el sentido de todo esto. Tengo un ejemplo impresionante de parte de quien tuvo que ver en que yo naciera hace 28 años y, pese a que mis padres ya no están juntos bajo el mismo techo, lo fregones y maravillosos no se les quita de modo alguno.

Hoy es un buen día para agradecer al viejo no tan viejo por sus consejos, su sabiduría, su apoyo, su amor y sus acciones que no escasean por más que pasan y pasan los años. Gracias, papá y felicidades en tu cumple #57.

Todavía eres un chaval.

Saturday, November 11, 2006

Tenis rojos y otros favoritos


¿Es lo preferido o lo que no se olvida nunca?
No sé, pero se trata de "eso que permanece" y, en mi caso, estas son las cosas que defino como cuasi celestiales o cuasi trágicas. Los límites de mi vida. Todo lo que esté entre estas cosas es mediano.

- Amor sin contemplaciones: mi norteña
- Color: Azul
- Colecciones: Cd's, Dvd's, experiencias.
- Palabra predilecta: Devoción
- Vestimenta: La que sea, pero adoro mis tenis rojos
- Perfecto fin de semana: Tepoz de día; Cuerna de noche
- Mis mejores cuates: Ariel, Lalo, Miguel, Vess, Roque, Paul, Luisma
- Amigazas del alma: Gabs, Ceci, Alexandra, Tusitepo
- Ídolo: Syd Barrett
- Compañero fiel: Mi buen Joshua
- Actual debilidad: Fergie
- Símbolo: Cruz y el Ohm
- El carro de mi vida: El Cirrus que ahogué en Pedregal (irónicamente en la calle de Agua)
- Portada favorita de un album: Retro Active (Def Leppard)
- Película: Eyes Wide Shut
- Video musical: "Turn my head" (Live)
- Favorito NFL: Denver
- Preferido MLB: Detroit
- Grande NBA: Lakers
- Soccer: Azulcrema
- Ciudades: Londres, Zurich, Bariloche
- Grupo favorito: Depeche Mode
- Album: ULTRA (Depeche Mode, 1997)
- Canción preferida: Stripped (Depeche Mode)
- El concierto de mi vida: Devotional Tour de Depeche en el Palacio de los Deportes (2 dic 1993)
- Guarrada preferida: 17 años (Los Ángeles Azules)
- Villano favorito: Jack The Ripper
- Superhéroe: El Capitán América
- Fiesta: Mi boda (4 de dic de 2004)
- Mejor H.P.: Regresando de Acapulco (2003) Nothing left to say...
- Postre: Flan napolitano
- Pesadilla: Mis dolores de cabeza.
- Para hermanos: Lore y Alex
- Y hablando de los grandes consejos de mi vida : Mis padres
- Mejor día: 4 de diciembre
- Peor momento: Divorcio de mis padres.
- Canción que golpea más: Homesick (The Cure)
- Beso más largo: 12 de dic de 1993 (no sé cuánto duró exactamente, pero es el tiempo que transcurre entre "A Question of time" y "Everything Counts" del disco 101 de Depeche).
- Beso más corto: Algún "kiko de cuates" (gracias Polaco por aportar al mundo este concepto)

...

Intro


Si me preguntan el motivo por el que comienzo el blog al que he decidido llamar The Corridor, no hay tal, pero creo que es una buena oportunidad de sustituir palabras mentales por palabras escritas. Hay que ir sacudiendo la cabeza de una buena vez (descártese el albur y, por ende, cualquier indicio de urgencia endocrina).

Ya que siempre me ha latido escribir, arranco con esto sin tener un propósito. Como diría Héroes (uno de mis grupos favoritos)... esto es mera cuestión de "Empezar porque sí.... y acabar no sé cuándo.....".

PS: ¿Por qué "The Corridor"?.............. ¿Por qué no....?

Step inside The Corridor...